Un poeta de Lagos (II)
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Es famoso Margarito Ledesma, el imaginario poeta de Chamacuero, autor de los siguientes versos que cito de memoria:
El corazón humano de la gente
es como una vejiga que se llena:
si se le echa más aire del prudente
se va infle e infle e infle hasta que truena.
*
Como el mío también es de cristiano,
y lo tráis humillado y ofendido,
si le sigues cargándole la mano
el día menos pensado da el tronido.
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Pero Margarito Ledesma no existió: fue un invento del licenciado Leobino Zavala. El que sí existió fue don Celestino. En ocasión del sentido fallecimiento de su esposa escribió esto:
Celestino, fiel esposo
que a tu Señora tanto quisiste,
no sabes lo que perdiste.
¡Oh sepulcro tenebroso!
*
Aquí los restos de un bien amado,
aquí se hallan todos reunidos.
Aquí aquellos miembros podridos.
¡Ah, Celestino desgraciado!
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Habiéndose dado a conocer como poeta funeral, don Celestino empezó a ofrecerse para decir versos en los sepelios.
Este hombre se murió.
Su cadáver se ve yerto.
Yo quisiera resucitar un muerto,
eso sí que no puedo yo.
¿Qué idea será la mía
de hacer tantas composiciones.
El hombre vive de ilusiones
hasta bajar a la tumba fría.
No tiene seguridad
de amanecer otro día.
¿Cuál es entonces la garantía
que tiene la Humanidad?
(Continuará).