Un poeta de Lagos (II)

Opinión
/ 30 octubre 2023

Es famoso Margarito Ledesma, el imaginario poeta de Chamacuero, autor de los siguientes versos que cito de memoria:

El corazón humano de la gente

es como una vejiga que se llena:

si se le echa más aire del prudente

se va infle e infle e infle hasta que truena.

*

Como el mío también es de cristiano,

y lo tráis humillado y ofendido,

si le sigues cargándole la mano

el día menos pensado da el tronido.

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Pero Margarito Ledesma no existió: fue un invento del licenciado Leobino Zavala. El que sí existió fue don Celestino. En ocasión del sentido fallecimiento de su esposa escribió esto:

Celestino, fiel esposo

que a tu Señora tanto quisiste,

no sabes lo que perdiste.

¡Oh sepulcro tenebroso!

*

Aquí los restos de un bien amado,

aquí se hallan todos reunidos.

Aquí aquellos miembros podridos.

¡Ah, Celestino desgraciado!

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Habiéndose dado a conocer como poeta funeral, don Celestino empezó a ofrecerse para decir versos en los sepelios.

Este hombre se murió.

Su cadáver se ve yerto.

Yo quisiera resucitar un muerto,

eso sí que no puedo yo.

¿Qué idea será la mía

de hacer tantas composiciones.

El hombre vive de ilusiones

hasta bajar a la tumba fría.

No tiene seguridad

de amanecer otro día.

¿Cuál es entonces la garantía

que tiene la Humanidad?

(Continuará).

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