Un sólo grito en Guerrero: ‘¡Justicia!’
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Guerrero, a diferencia de Coahuila, es una entidad sumida en el caos, la violencia, las masacres, extorsiones, desapariciones y la ingobernabilidad de un estado fallido a merced de las gavillas, como sucede en Chilpancingo, Acapulco, Atoyac, Chilapa, Taxco, Heliodoro Castillo, Totolapan, Coyuca de Catalán y toda la sierra de Guerrero.
En Guerrero todos claman por justicia: los panistas pidiendo la desaparición de podres. Los normalistas exigiendo la aparición de los 43 de Ayotzinapa. Ayer hubo una megamarcha por el asesinato del estudiante Yanqui Khotan Gómez Peralta. Y los morenistas de la 4T culpando al pasado. Los transportistas exigiendo parar homicidios y extorsión. Tlacos y Familia Michoacana ejerciendo la justicia por su propia mano, 17 muertos en la última masacre.
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Justicia para todos. Todos exigiendo justicia en un estado donde siempre ha imperado la injusticia en historias que parecen cíclicas y que, contrario al apotegma marxista, la historia no se repite como farsa, sino más violenta y trágica, así lo consigna Fritz Glockner en su “Memoria Roja” (2013), en hechos sucedidos en el estado de Guerrero en 1960, cuando los estudiantes de Ayotzinapa liderados por Lucio Cabañas se movilizan en contra del gobierno del general Raúl Caballero Aburto. “Y las manifestaciones se hacen cotidianas con destrozos en los edificios públicos. Vuelan piedras, palos y cohetones, la policía reprime y diez estudiantes resultan muertos”. Crece la indignación de los normalistas. Las fuerzas armadas se achican y se repliegan. Los asesinos huyen y nadie sabe de ellos. Así hoy se repite la historia con el policía que disparó contra Yanqui Khotan, también ha desaparecido.
Y un editorial de esos días de 1960 cuestionó: “¿Dónde están los buenos? ¿Quiénes son los malos? Las aguas se hacen cada vez más turbias y las contradicciones no cesan”. Pero esas paradojas también se reciclan y se hacen más espesas. Si en el pasado, en el sexenio de Lázaro Cárdenas las represiones a las normales rurales eran brutales, hoy, que otro presidente de izquierda gobierna, también es repudiado por los normalistas que van y derriban el portón de su palacio. Y la gobernadora de izquierda en Guerrero, Evelyn Salgado, también es repudiada y está a punto de caer, como cayó el general represor Raúl Caballero Aburto en 1961.
Hoy los normalistas asesinados y desaparecidos rebasan cuatro veces a los de 1960. Peor que en el pasado, ahora el narco es el asesino. Hoy los militares están siendo procesados y los delincuentes andan libres en este Guerrero tan contradictorio y convulso, donde no todos comulgan con los socialistas de Ayotzinapa, donde también exigen justicia por sus excesos, abusos y crímenes, como los cometidos en sus manifestaciones, en la toma de autopistas, en atentados como en el que perdió la vida Miguel Rivas Cámara, empleado de la gasolinera que incendiaron los normalistas en enero del 2012.
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El general Raúl Caballero Aburto era un militar curtido en la represión de la Alameda contra el movimiento Henriquista de 1952 donde murieron más de 200 manifestantes. Luego fue impuesto como gobernador de Guerrero por el presidente Adolfo Ruiz Cortines. Hoy las principales autoridades en Guerrero son damas, mujeres de la 4T. Evelyn Salgado, gobernadora. Abelina López, alcaldesa de Acapulco. Otilia Hernández, alcaldesa de Chilpancingo. Anacleta Gómez, secretaria de Gobierno. Yanelly Hernández (PRD), presidenta del Poder legislativo y Sandra Luz Valdovinos, fiscal general. “No están solas” advierte el presidente López Obrador. Los que están solos son los guerrerenses pidiendo justicia. Justicia para todos.