Reforzar la seguridad de la Universidad Autónoma de Coahuila ha sido una de las decisiones más acertadas del rector Octavio Pimentel Martínez al inicio de su gestión. Las videocámaras, el reconocimiento facial, la vinculación al sistema de seguridad pública serán en beneficio de alumnos, maestros y trabajadores en general.
La peor amenaza contra la población estudiantil es la propagación de las drogas, como ha sucedido en otras universidades donde se ha abusado de una equivocada liberalidad respecto al espíritu de la autonomía, que es el caso del Auditorio Justo Sierra al interior de la UNAM, una especie de autonomía dentro de la autonomía universitaria, un gueto llamado “Che Guevara” que es un antro de vicio, de venta de drogas, una cueva de delincuentes que no son estudiantes de la Universidad.
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Esa puede ser una de las consecuencias de la tolerancia al uso lúdico de las drogas que, como en el caso de la mariguana, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) aprobó para su consumo con fines recreativos, de diversión, de ocio y entretenimiento.
Muchos estarán de acuerdo con el uso de las drogas para el jolgorio y la disipación, pero luego pretenderán también el uso lúdico de la cocaína, dirán que es de origen natural como la mariguana porque proviene de las hojas de una planta usada desde hace siglos con fines rituales y medicinales.
Si los ministros de la SCJN han dictaminado que este país está urgido de ocio, diversión y entretenimiento, pues entonces que se expanda lo lúdico a las escuelas y universidades de todo México. Pero la tentación a las drogas será tan poderosa que no creemos que nuestra juventud estudiantil esté blindada de virtudes como para resistir tan adictivas aficiones “recreativas”. En un país donde nuestras actitudes individuales no abonan a las virtudes públicas necesarias para la convivencia pacífica, fomentar ludopatías es apostar al desorden endémico y a la degradación.
Y no estamos para andar tutelando a universitarios cuando ni siquiera uno mismo es capaz de tutelarse. Pero al menos el rector Pimentel Martínez está tomando medidas preventivas para evitar que el campus universitario se convierta en un muladar del narcomenudeo, el ocio, la vagancia y en una guarida de okupas como actualmente es el Auditorio Justo Sierra de la UNAM. Esa debe ser una política pública reforzada en todas las escuelas de Coahuila.
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Vea usted lo que pasó en el parque Luis Pasteur del centro de la CDMX y a un costado del Senado de la República. Colectivos que buscan legalizar drogas para uso lúdico, o sea, para diversión, ocio, entretenimiento y recreación, ocuparon dicho parque en un plantón que duró tres años y se llenó de carpas, viciosos, vagos, prostitución y narcomenudistas que sembraron mariguana y dieron rienda suelta a las drogas y la disipación.
Esa tolerancia convirtió un jardín público dedicado a Pasteur, el científico de la salud, la higiene y las vacunas, en una cloaca de la enfermedad y la adicción. Hay que aplaudir a la cero tolerancia a las drogas en la UAdeC y en todas las escuelas de Coahuila. Cierto, la tolerancia es el respeto a las ideas, las creencias y prácticas de los demás. Pero también es demasiado peligrosa. Ahí tiene usted el ejemplo de Filadelfia, la ciudad del amor fraternal, santuario histórico de la tolerancia, ahora convertida en la capital de los zombis del fentanilo, la ciudad de los muertos vivientes.