Vamos a Tabasco, que Tabasco era un edén

Opinión
/ 28 febrero 2025

Durante mucho tiempo Tabasco fue señoreado por Tomás Garrido Canabal, furibundo fanático al revés, o sea perseguidor acérrimo de la Iglesia Católica y los curas

La Historia no es cosa del pasado: sigue viva y presente en los hombres mucho tiempo después de que acaecieron los sucesos que vivieron.

Quien esto y otras cosas escribe gusta de ir a los mercados. En ellos late la vida cotidiana de la gente, de modo tal que es posible aprender mucho de una ciudad y de sus habitantes visitando el mercado de esa población.

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El de Villahermosa, Tabasco, es muy especial. En ningún otro del país he visto tal cantidad de puestos dedicados a la venta de artículos de esoterismo: amuletos, pociones milagrosas, misteriosos talismanes, jabones taumatúrgicos, diversas cosas para ahuyentar la mala suerte y atraer la buena.

Quienquiera que conozca la historia de aquel Estado se explicará tal abundancia de artículos mágicos, y no extrañará que el pueblo crea en ellos. Sucede que durante mucho tiempo Tabasco fue señoreado por Tomás Garrido Canabal, furibundo fanático al revés, o sea perseguidor acérrimo de la Iglesia Católica y los curas.

La gente siempre tiene necesidad de creer en algo. Cuando Garrido le quitó al pueblo −a viva fuerza− su fe en las cosas del catolicismo, todos volvieron los ojos a la magia, a la superstición popular. Hasta nuestros días prolifera ese lucrativo comercio de raras cosas de magia negra y blanca: inciensos, velas, ajos con listones, pájaros disecados, líquidos de todos colores... Una balumba, en fin, de extravagante quincalla con supuestos poderes sobrenaturales.

Tomás Garrido Canabal, cacique de Tabasco, no era tabasqueño. Nació en territorio de Chiapas. Le echaron en cara su origen forastero la primera vez que se lanzó como candidato a diputado.

-No nací en Chiapas −respondió−. Nací en la mera raya de Tabasco.

Eso fue suficiente para que los ingeniosos tabasqueños le pusieran el mote de “El Rayado”.

Garrido provenía de familia rica. Su padre era hacendado. Fiel a ese origen el joven Tomás fue opositor de la revolución maderista. Estudiante de Leyes en Campeche, publicó varios artículos atacando a Madero y elogiando a sus perseguidores. No fue el único: Felipe Carrillo Puerto, tan idealizado por la leyenda romántica de “Peregrina”, fue también gran enemigo de Madero.

Después Garrido se hizo anticarrancista. Aduló a Obregón y a Calles prometiéndoles grandes ganancias en una futura explotación petrolera. Nombrado gobernador interino de Tabasco, tuvo que salir a las volandas cuando estalló la revolución delahuertista. Derrotado ese levantamiento regresó vencedor y castigó a sus adversarios apaleándolos en la vía pública.

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Muchas historias se cuentan de Garrido. Le gustaba la nalguita. En una alta ceiba, copudo árbol, hizo construir una especie de nido de cemento forrado por dentro con sedas, brocados, terciopelos, lanas y algodones. En él, entre las frondas y al compás del trino de las aves, hacía el amor con las mujeres que le brindaban sus favores. Y, sin embargo, mostraba un extraño puritanismo que le hizo prohibir el alcohol y los bailes en todo el territorio bajo su dominación. ¿Quién te entiende, Garrido?

Hoy por hoy Tabasco está convertido en territorio de violencia y criminalidad. Es una pena, porque antes ir a ese bello estado, tan pródigo en riquezas naturales, era ir a un verdadero edén.

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