Venezuela: No se irá Maduro por las buenas, ¡es ahora o nunca!
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Durante la segunda mitad del siglo 20, en Venezuela predominó el bipartidismo entre Acción Democrática, de tendencia socialdemócrata o centro-izquierda, y COPEI, de tendencia demócrata cristiana o centro-derecha. Ambos pudieron gobernar, con buenos y malos resultados. Rómulo Betancourt fue el líder moral de Acción Democrática y Rafael Caldera lo fue de COPEI. Ambos fueron firmantes del Pacto de Punto Fijo que puso fin a la dictadura militar en 1958.
Al igual que el resto de los países latinoamericanos, la corrupción ha sido su azote y tiene todo que ver con el petróleo. Venezuela cuenta con una de las principales reservas petroleras del mundo. Aunque hoy se suman nuevos elementos corruptores, como el narcotráfico.
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La debacle de la credibilidad de los partidos políticos tradicionales, la corrupción rampante y la creencia generalizada de que el petróleo debería darles para vivir con holgura y absoluta comodidad, hicieron de Venezuela tierra fértil para el joven teniente coronel, Hugo Chávez Frías, que en 1992 puso en marcha un golpe de Estado, mismo que no tuvo éxito.
Un poco como México, el hartazgo social por la actuación de los partidos tradicionales llevaron al pueblo a voltear su mirada hacia el emblemático Rafael Caldera, líder de centro-derecha, para entonces ya de edad avanzada y distanciado de su partido político. Caldera fue una salida temporal que poco pudo hacer. Él no fue el problema, sino su avanzada edad. Comenzó su último mandato con 80 años y lo terminó con 83.
Caldera fue quien facilitó el sobreseimiento del caso de Hugo Chávez y sus cercanos colaboradores, permitiéndoles dejar la cárcel en 1994. De inmediato el joven Chávez puso manos a la obra, organizó su movimiento “Quinta República” (algo así como “Cuarta Transformación”). Chávez buscaba refundar la República de Venezuela y darle una nueva Constitución. En 1999 se convirtió en Presidente de la República, al paso de los años dio al país una nueva constitución y un nuevo nombre: República Bolivariana de Venezuela.
Chávez gozaba de gran popularidad dentro y fuera de su país. Vicente Fox lo recibió el 1 de diciembre de 2000 y, un día después de su toma de protesta, los dos se fueron a Oaxaca y se desvivían en elogios mutuos.
Con el paso del tiempo, Chávez cambió, radicalizó sus posturas apalancado en los altísimos precios del petróleo que superaban por mucho los 100 dólares por barril. Había mucho dinero. Sometió al poder legislativo y judicial. Se acercó a Fidel Castro, dio mucho dinero a Cuba y se lanzó contra el gobierno de Estados Unidos, donde gobernaba de George W. Bush.
Se acercó a la Organización de Países Productores y Exportadores de Petróleo (OPEP), organización que maneja mucho dinero y donde escasean los gobiernos democráticos.
Mientras tanto, la oposición venezolana también cambió. Se hizo más sensible a las necesidades sociales. Hoy atacan a Maduro, por dictador, pero son prudentes ante Chávez quien, haya sido como haya sido, siempre ganó elecciones y contó con respaldo popular. El cáncer y la muerte terminaron con Hugo Chávez. Después de casi catorce años en el poder, anunció que Nicolás Maduro sería su sucesor, elegido para dar continuidad a su proyecto. A un lado quedó el poderoso Diosdado Cabello, que se disciplinó y pactó con el poder a cambio de impunidad.
A diferencia de Chávez, Maduro sí es un dictador, disolvió un poder legislativo electo por mayoría, lo que se llama golpe de Estado. Lo es ahora, porque no ganó la reciente elección presidencial. La oposición tiene las actas que reportan un triunfo contundente de Edmundo González Urrutia. Ni Maduro ni el CNE, nombrado por él, han mostrado una sola prueba del supuesto triunfo. Aparte queda la letanía de abusos y crímenes cometidos por el dictador.
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La comunidad internacional se torna crucial en estos casos. Las dictaduras del mundo ya han reconocido al dictador, en particular Rusia, Irán y China. Las democracias de todo signo ideológico lo condenan. Especial altura de estadista ha mostrado el joven Presidente de Chile.
López Obrador, Petro de Colombia y Lula de Brasil se han negado a reconocer a Maduro, pidiendo pruebas y conteo transparentes. Esta postura molesta a muchos, a mí no. Creo que los tres se tuvieron que contener, los tres hubieran preferido felicitar a Maduro. Pero no lo han hecho, y no está mal. Al contrario. Finalmente está Estados Unidos; Biden había eliminado las sanciones a Venezuela y ante el pleito con Rusia retomó la compra de petróleo venezolano. A cambio sacaron a Maduro el compromiso con un proceso electoral democrático y transparente, el respeto a los presos políticos y a los derechos humanos. Maduro en cambio prohibió la participación de María Corina Machado como candidata presidencial, tiene en la cárcel a cientos de presos políticos y pretende robarse la elección presidencial. Maduro no se va a ir por las buenas, es ahora o nunca. La historia se desenvuelve ante nuestros ojos.