Ya es tiempo de hablar del tiempo
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El tiempo, bueno o malo, tiene una cualidad: siempre da tema de conversación. En Inglaterra la gente no hablaría de no ser por el tiempo. Los ingleses son tan educados que el único asunto de que pueden hablar sin ofenderse los unos a los otros es el clima. Un inglés le puede decir a su vecino:
—¡Maldito tiempo!
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Porque sucede que en Inglaterra siempre hace muy mal tiempo, sobre todo en Londres. Pero un inglés no le puede preguntar al prójimo:
—¿Cómo está usted?
Eso se considera una descortés intromisión en la vida privada.
El tiempo, como todas las cosas de este mundo, es algo relativo. La gente de la ciudad se queja cuando llueve:
—¡Qué feo está el tiempo!
La gente del campo, en cambio, dice:
—¡Qué bonito está el tiempo!
Hace poco llovió toda la tarde en el Potrero. Una señora, invitada nuestra, mostró con una pregunta su disgusto por no poder salir:
—¿Algún día dejará de llover?
—Siempre ha dejado —contestó don Abundio dándole otra chupada a su cigarro.
El calor es el que más motivos da para intercambiar algunas frases. En cierta ocasión se abatió sobre Madrid una intensa onda cálida del tipo de la que aparece mencionada en “La Verbena de la Paloma”:
—“El niño está dormido, acuéstalo, mujer.
—Si hace un calor adentro que sale fuego de la pared...”.
En cierta ocasión una señora le preguntó a don Jacinto Benavente, señor cultipicaño (curiosa palabreja que designa al que es al mismo tiempo culto y picaresco):
—Don Jacinto: ¿qué opina usted de la calor?
—Que es masculino —le respondió con laconismo el autor de “Los Intereses Creados”.
(Se equivocaba don Jacinto, dicho sea entre paréntesis. El diccionario de la Academia prescribe, en efecto, que la palabra “calor” es de género masculino. Pero añade una acotación: U.t.c.f. Eso quiere decir: “Úsase también como femenino”. De modo que no incurre en yerro gramatical quien dice “la calor”, aunque ciertamente la expresión, por desusada, se oye rara).
¿A qué vienen todas estas inanes disquisiciones sobre el tiempo? Son pertinentes para comentar la rareza de los últimos días aquí, en nuestra ciudad. El clima se ha mostrado tornadizo. Calorcillo y friecillo hemos tenido.
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En adelante no podremos decir que Fulanita llegó a los 15 abriles, porque ya los abriles no son como eran antes. De pronto sopla un viento que más bien parece de febrero. Ganas dan de decir: “Febrero loco, marzo otro poco, y abril loquísimo”. A ver cómo nos va en el mes que sigue. A lo mejor el primero de mayo va a parecer 20 de noviembre. Ya no se sabe. Tratándose del clima lo mejor es no vaticinarlo.
En fin, lo más propio del tiempo es la mudanza. Es como la vida: lo malo de lo bueno es que pasa; lo bueno de lo malo es que pasa.