Burt Lancaster, de aquí a la eternidad

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Fue un hombre que dejó su nombre grabado para la eternidad del cine.
Madrid, España.- Estrella del cine clásico estadounidense, Burt Lancaster compartió planos con Ava Gadner en la admirada cinta "Forajidos" (1946), en el que fue su primer papel cinematográfico. Desde entonces, no se separó jamás de la cámara, su segundo amor, y poco a poco se atrevió con papeles de mayor complejidad interpretativa.
Autodidacta, este joven trapecista neoyorquino acabó convertido en el galán de Hollywood por antonomasia. Junto a él, Kirk Douglas (Nueva York, 1916) y Marlon Brando (1924 - 2004) consolidaron un trío de belleza y talento masculino que jamás ha vuelto a ser igualado.
Comprometido con las causas sociales y filántropo del arte, Lancaster trabajó sin remuneración en producciones independientes que él destacaba por su valor artístico y financió y dirigió varias películas que trataban sus inquietudes políticas e ideológicas. Â
DE LA RED A LA CAMARA
Burton Stephen Lancaster nació el 2 de noviembre en Harlem, Nueva York. Hijo de un trabajador de correos irlandés, su futuro no se vislumbraba nada prometedor y se empleó como repartidor de periódicos para ayudar a la economía familiar.
Deportista nato, practicó todo tipo de deportes hasta que descubrió su verdadera pasión: el circo. Con un físico prodigioso, Lancaster se convirtió en un excelente acróbata y trapecista y participó incluso en espectáculos para el ejército durante la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, una lesión en la mano le obligó a dejar el mundo de las mallas y la red. Una retirada a tiempo que le descubrió el camino hacia el teatro con un primer espectáculo en Broadway, "A sound of hunting" (1945), que apenas se mantuvo tres semanas en cartel.
Pero el brillo estelar estaba reservado para él. Su físico prodigioso, su mirada azul y su brillante sonrisa rápidamente encontraron un lugar ante las cámaras, un trabajo que no encontraba al principio demasiado gratificante.Â
Sin embargo, su aspecto rudo se hizo cada vez más popular en la gran pantalla y protagonizó títulos como "El halcón y la flecha" (1950) o "El temible burlón" (1952) en los que daba vida a un pícaro y un pirata, personajes llenos de vigor y reflejos que desafiaban la autoridad con valentía y piruetas. Unos roles para los que jamás necesitó ser doblado ya que, en realidad, Lancaster se interpretaba a sí mismo ante las cámaras.Â
De este modo, en los años 50 Lancaster se había descubierto como un maravilloso actor del cine de aventuras estadounidense. Pero pronto, ese mundo, se le quedó pequeño.Â
LANCASTER, UN GENIO DE CULTO
La buena dicción y el elegante porte de Lancaster le convirtieron rápidamente en un hombre deseado por la industria del cine. Además, su propia capacidad de superación le ayudó a consolidarse como un actor completo.
En 1960, Lancaster fue galardonado con un Oscar al mejor actor por su papel en "El fuego y la palabra" (1960), por el que también recibió un Globo de Oro. En esta película interpretaba a un charlatán y un oportunista extremadamente atractivo que busca hacer dinero convertido en predicador.Â
Un papel por el que Lancaster siempre será recordado y que, sin embargo, él recordaría como el más fácil que había encarnado: "En esta película no estaba actuando. Era yo quien aparecía en la pantalla", dijo el artista en una ocasión.Â
Sin embargo, fue la cinta "De aquí a la eternidad" (1953) la que le consagró como uno de los actores de culto más atractivos del momento al protagonizar, junto con Deborah Kerr, una tórrida escena de amor en la costa hawaiana. Una secuencia hito del cine, que fue censurada en numerosos países y por la que el actor fue, por primera vez, nominado al Oscar.
Lancaster estuvo a punto de recibir la estatuilla en otras dos ocasiones más. Primero, por su trabajo en "El hombre de Alcatraz" (1962), en la que interpretaba a un reo amante de los pájaros, y después, por "Atlantic City" (1980), en la que interpretaba a un viejo gángster solitario obsesionado con su vecina (Susan Sarandon).
Casado en tres ocasiones y con cinco hijos, el nombre de Lancaster se convirtió en sinónimo de éxito. Sin embargo, él siempre lamentó haber rechazado la participación como Stanley en el musical "Un tranvía llamado deseo", cuyo papel llevaría al estrellato a un jovencísimo Marlon Brando, un actor con el que compartía cierta rivalidad. Â
Además de actor polivalente, Lancaster se animó con la dirección y la producción con cintas como "El hombre de Kentucky" (1955) y "El nadador" (1968).Â
Precisamente, fue su pasión por el cine de autor lo que llevó al neoyorquino a aceptar el papel protagonista en la cinta europea de Luchino Visconti "El Gatopardo" (1963). Un trabajo complejo, sobre todo por las diferencias con el director, pero que finalmente el propio actor acabó considerando como su "película favorita".Â
En 1989 se despedía de la gran pantalla con "Campo de sueños", su última película. Atrás dejaba más de 70 filmes y miles de momentos para deslumbrar en la historia del cine.
EL BRILLO TENUE DE UNA ESTRELLA
A partir de los años 70, su popularidad fue menguando. Aún así, su envejecida figura aún era requerida en un buen número de producciones que destacaban por una ideología política más marcada, como "Acción ejecutiva" (1973) o "Alerta misiles" (1977).Â
Con el paso de los años, su salud se fue deteriorando y durante la década de los 80 sufrió varios infartos que lo apartaron de la gran pantalla. En 1991, Lancaster padeció un ataque de apoplejía que lo dejó mudo. Poco a poco perdió movilidad hasta quedar atado a una silla de ruedas.
Sin embargo, su mente seguía despierta, más vivaz que nunca. Siempre a favor de las minorías, Lancaster no era solo figura. Idealista y revolucionario, el cineasta defendió siempre la libertad sexual y los derechos de las minorías étnicas y raciales. Además, era común verle en manifestaciones en contra de conflictos bélicos y apoyando a candidatos políticos de tendencia demócrata casi hasta el fin de sus días.Â
Lancaster murió en 1994 en Los Angeles, a la edad de 80 años, víctima de un infarto, sin dejar que ningún conocido le viera desde hacía años.Â
La estrella se había consumido lentamente y se despedía de sus amigos con un mensaje telefónico que decía: "Deseo que me recordéis como me conocisteis y no que veáis en lo que me he convertido", una vez  que abandonaba este mundo consagrado en leyenda: un acróbata que alcanzó el firmamento para grabar su nombre en el brillante manto azul de la eternidad.Â
DESTACADOS:
-- Lancaster nació en el Harlem de Nueva York hace cien años, y su afición por los deportes le convirtió en trapecista circense.
-- Sus cualidades atléticas le abrieron la puerta del cine y pronto deslumbró con papeles cada vez más complejos y variados.
-- Lancaster ganó un Oscar por su trabajo en "El fuego y la palabra" Â y está considerado uno de los mejores actores del cine clásico estadounidense.
Por Andrea Rullán/EFE-Reportajes