La "nueva ola" del cine chileno

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/ 20 mayo 2011

Con el crédito adquirido por películas como "La nana", "Post mortem" o "La vida de los peces", la industria cinematográfica chilena se ha ganado en los últimos tiempos el reconocimiento internacional.

Madrid, España.- Con el crédito adquirido por películas como "La nana", "Post mortem" o "La vida de los peces", la industria cinematográfica chilena se ha ganado en el último tiempo el reconocimiento en destacados certámenes en Europa y Estados Unidos, aunque aún no ha logrado seducir al público local.

Esta generación -de la que emergen como principales exponentes Sebastián Silva, Pablo Larraín, Matías Bize y Andrés Wood- ha renovado las carátulas del cine chileno, que en los años 60 y 70 encandiló al público con el ingenio de Raúl Ruiz, Miguel Littín, Silvio Caiozzi y Patricio Guzmán.

Junto a Helvio Soto y Aldo Francia -ya fallecidos-, estos directores integraron la generación del llamado "nuevo cine chileno", hasta que en 1973 el golpe de Estado de Augusto Pinochet dio un giro a sus vidas y sus carreras. Aldo Francia ("Valparaíso, mi amor", 1969) no volvió a grabar. Silvio Caiozzi se quedó en Chile. El resto partió al exilio.

Todos los que volvieron a empuñar una cámara de cine la emplearon como arma para denunciar los atropellos de la dictadura, tema que aún hoy continúa presente en sus trabajos, como en "Dawson, Isla 10" (2009), de Littín, o el documental "Nostalgia de la Luz" (2010), de Guzmán.

Pero también ha llegado con fuerza una nueva ola de directores como Silva, Larraín y Bize. Nacidos a finales de los años 70, observan con nueva mirada las huellas del dolor que dejó la dictadura, pero también se abren a tratar temas diferentes.

"Sus películas toman el primer lugar porque la sociedad espera otras cosas, no sólo películas de contenido político o con referencias políticas, sino filmes que reflejen una sociedad con dinámicas más complejas", explica a Efe-reportajes el crítico Ernesto Ayala.

"La sociedad chilena en un tiempo estuvo marcada por la agenda política y es razonable que el cine reflejara eso. Pero ahora salen otras cosas a relucir, y el cine ha tomado esas otras partes: la marginalidad, la pobreza, las relaciones familiares", asegura.

Los nuevos cineastas indagan en las batallas que se libran tras los muros de un hogar, como hizo Sebastián Silva en "La nana" (2009), filme que narra la historia de una empleada doméstica que estuvo nominado a los Globos de Oro y que triunfó en el Festival de Sundance (EU).

Otra película que también transcurre dentro de una casa es "La vida de los peces", de Matías Bize, que en febrero se alzó con el Goya a la mejor película hispanoamericana por su reflexión sobre amores antiguos, exilios voluntarios, penas latentes y caminos que se bifurcan.

El largometraje de Bize, quien en 2005 filmó "En la cama", se convirtió en la tercera cinta chilena que obtiene el premio de la academia española, tras "La frontera", de Ricardo Larraín (2001) y "La buena vida", de Andrés Wood (2008).

UN BUEN MOMENTO

"Que nuevamente hayamos ganado un Goya -premio de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de España- habla del buen momento del cine chileno. Este galardón abre puertas para mostrar mi película en otros países", resaltó el propio Bize.

Para Carlos Flores, director de la Escuela de Cine de la Universidad Chile, esta generación se caracteriza por su "excentricidad y astucia".

Estos realizadores se sacuden la herencia del cine americano, basado en la centralidad narrativa, caracterizada por personajes con objetivos y voluntad clara que se enfrentan a personajes similares y tienen un conflicto donde ganan los buenos.

Es el caso también de "Mi último round", un filme de Julio Jorquera que compitió en el Festival Tribeca de Nueva York por la mejor producción independiente y que apuesta por el tema de las relaciones humanas y sociales.

"Contrariamente al maniqueísmo, aquí aparece una narrativa donde los personajes están llenos de incertidumbres. Esta generación no cree en una verdad única y trabaja sobre la idea de que no hay certezas", explica  Carlos Flores.

Estos directores demuestran su "astucia" porque son capaces de "desplazarse" hacia un mundo interno y subjetivo, en el que se sienten más seguros. "Hablan de sí mismos, no de los otros", agrega Flores.

Los nuevos creadores se atreven incluso con temas que la cinematografía chilena nunca ha tratado, como ha hecho Juan Pablo Ternicier en "03:34", la primera película chilena sobre un terremoto,  estrenada recientemente en Chile con una notable éxito de taquilla (57.000 espectadores en su primer fin de semana).

Así, el foco y la perspectiva han cambiado, pero para algunos de estos jóvenes creadores, las marcas de la dictadura siguen estando presentes.

Lo dejó claro Andrés Wood en "Machuca" (2004), donde describe la relación de dos niños, uno de familia rica y otro de origen marginal, que participan en un programa de integración social de un colegio religioso, mientras el país vive la agitación previa al golpe de Estado y la violenta irrupción del régimen militar.

LA DICTADURA

La dictadura también envuelve dos de las películas de Pablo Larraín que más éxito han tenido en la escena internacional: "Tony Manero" (2008) y "Post mortem" (2010), esta última ganadora en marzo de la competencia oficial del festival de Cartagena de Indias.
"Lo interesante en estas películas es que aparece un punto de vista distinto" sobre esa oscura época, apunta Carlos Flores.

"En "Post mortem", el protagonista no es un héroe ni un perseguido político. Es un tipo lleno de incertidumbres, y eso nos permite ver el golpe desde un lado que no había mostrado el cine que levantaba las banderas de la izquierda", sostiene el director de la Escuela de Cine.

En cambio, el crítico de cine Ernesto Ayala se distancia del cine de Larraín -quien curiosamente es hijo de un líder de la derecha y de una ex ministra del gobierno de Sebastián Piñera- porque a su juicio está hecho "para el mundo de los festivales".

"Fuera siguen vendiendo porque se sigue vinculando a Chile con la dictadura, pero a nivel interno eso está modificándose. No me interesan sus películas porque las encuentro un poco impostadas", asevera.

Además de poner en pantalla problemas actuales y aportar una visión distinta de antiguos traumas, los nuevos directores han aprovechado también el trampolín de las renovadas escuelas de cine, las posibilidades de estudiar fuera y el aumento de la financiación estatal, afirma Alberto Chaigneu,  secretario ejecutivo del Consejo del Arte y la Industria Audiovisual.

"Hoy todos los ámbitos relacionados con la producción audiovisual confluyen. Una generación de realizadores talentosos se suma a favorables condiciones de industria, promoción y regulación que permiten que el cine chileno haya dado un salto cualitativo", asegura.

Aun así, los recursos continúan siendo escasos en comparación con los fondos a los que pueden acceder los realizadores en Europa o Estados Unidos. Los directores chilenos combaten esas limitaciones con dosis de talento.

Muestra de ello son "La vida de los peces" y "La nana", filmes basados en guiones impecables que entre cuatro paredes crean un universo de emociones despojado de efectos especiales.

Para el crítico Ernesto Ayala, la preeminencia del relato sobre el despliegue de medios es precisamente "la solución para el cine local, porque en Chile el mercado es muy pequeño".
Sin embargo, la industria se ha topado con la indiferencia del público local, que ha estado sometido a "una suerte de alfabetización cinematográfica en base en el modelo americano, de entretenimiento, muy ligero, con muchos recursos", recuerda Flores.

La hegemonía de la cinematografía estadounidense ha acostumbrado a los espectadores a escuchar las películas en inglés, lo que reduce su sentido crítico respecto a la actuación y llega a provocar hilaridad al escuchar  en un filme la peculiaridad del habla chilena.

Para Flores, estos factores pueden ayudar a entender por qué, de los 14,71 millones de personas que asistieron al cine en Chile en 2010, solo 351.243 espectadores eligieron producciones nacionales, según cifras de la Cámara de Exhibidores Multisalas.

De ellos, unos 33.000 acudieron a ver "La vida de los peces", mientras que "Post Mortem" vendió poco más de 20.000 entradas.

Es por esto que el Consejo de la Cultura ha anunciado la creación de un fondo con 270.000 dólares para los multicines que exhiban exclusivamente estrenos chilenos en alguna de sus salas.

Mientras se prevé una dura batalla por conquistar el terreno propio, los organismos públicos también se han propuesto aprovechar este tirón para consolidar la internacionalización del cine chileno y promover el país como escenario de grandes producciones.

Desde 2005, y considerando solo largometrajes, la caja de la industria chilena arroja un notable superávit, con más de 80 premios y unas 30 nominaciones en el concierto internacional, según cifras de la Fundación Imagen de Chile.

Este saldo permite al cine chileno espantar la imagen de mediocridad proyectada durante dos décadas e impulsar a una nueva ola de directores que promete arrasar con prejuicios, límites y clichés.

DESTACADOS:

* "La sociedad chilena en un tiempo estuvo marcada por la agenda política y es razonable que el cine reflejara eso. Pero ahora salen otras cosas a relucir, y el cine ha tomado esas otras partes: la marginalidad, la pobreza, las relaciones familiares", asegura a Efe-reportajes el crítico Ernesto Ayala.

* Emergen como principales exponentes los directores Sebastián Silva, Pablo Larraín, Matías Bize y Andrés Wood.

* Mientras se prevé una dura batalla por conquistar el terreno propio, los organismos públicos se han propuesto aprovechar este tirón para consolidar la internacionalización del cine chileno y promover el país como escenario de grandes producciones.

Agencia de noticias internacional fundada en Burgos el 3 de enero de 1939. El entonces ministro del Interior, Ramón Serrano Suñer, impulsó la creación de la agencia, en la que participaron activamente: José Antonio Jiménez Arnau, Manuel Aznar Zubigaray y Vicente Gállego.

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