1951: José Revueltas en Saltillo

Artes
/ 26 junio 2021

El rumor era más o menos recurrente: la presencia del autor de El luto humano en nuestra ciudad en la década del 50. Un colega incluso llegó a mencionar su estancia en la antigua cárcel ubicada en la calle de Castelar. Existía sólo como evidencia su crónica sobre la Caravana del Hambre a su paso por Saltillo: hasta ahora

Son los primeros días de 1951.  Tiene 37 años. Militante todavía del partido comunista, escritor todoterreno –apenas incursionaba como guionista en el cine, donde realizara obras como En la palma de tu mano (1951), El rebozo de soledad (1952), La noche avanza (1952) y La escondida (1956). Había publicado ya El luto humano y Dios en Tierra. Apenas dos años atrás ha ganado el Premio Nacional de Literatura por su novela Los días terrenales, una obra que le ha generado un encarnizado rechazo de amplios sectores de la izquierda que, ante su potente crítica a las luchas históricas del proletariado, lo tildaron como reaccionario, revisionista y pequeño burgués. Fue tanta la virulencia de sus camaradas, que se vio obligado a retirarlo de circulación.

Los procesos históricos de la industria minera de Coahuila se atravesaron en el destino del entonces reportero de la la revista Hoy, al estallar la huelga de los trabajadores de la compañía ASARCO, en la zona carbonífera del estado, a finales de 1950.

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Encuentro en Saltillo

Con Nueva Rosita sitiada por el ejército del gobierno de Miguel Alemán y las guardias blancas de la compañía, con la congelación de fondos por parte de la Secretaría del Trabajo y la suspensión de  la atención médica, en condiciones de subsistencia críticas, la huelga estalló. Una asamblea relámpago se decidió por una marcha hasta la capital, para reclamar sus derechos. Salieron de Nueva Rosita el  20 de enero de 1951: eran casi cinco mil mineros; cientos de mujeres y algunos niños. Durante varias semanas se propusieron recorrer los 1400 kilómetros que separan el norte de Coahuila y la Ciudad de México, a donde llegarían el 10 de marzo de 1951, después de caminar durante más de 50 días.

El fotógrafo Ismael Casasola y José Revueltas fueron comisionados para realizar la crónica escrita y visual.  Encontraron al contingente en las afueras de Saltillo. Se imponía el duro invierno del Noreste, ahí el novelista escribió: “A lo largo de la carretera se tendía un múltiple cuerpo humano de cuatro mil quinientas cabezas, sin contar a las mujeres y a los niños, que ocupaba un poco más de dos kilómetros. Entre la multitud, moviéndose sin descanso, infatigable, se veía a nuestro joven Casasola, el disco metálico del flash de cuya cámara, herido por los resplandores del sol, apareciendo y desapareciendo como en un combate cuerpo a cuerpo, lanzaba vibrantes destellos, igual que el escudo de un guerrero.”

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Entraron a Saltillo por la antigua carretera a Monclova, dirigiéndose al centro desde lo que hoy es el cruce de Avenida Universidad y el Bulevar Venustiano Carranza, la mañana del 4 de febrero de 1951. Una foto de Casasola desde los altos del Ateneo Fuente captó ese momento.

Poco después, a su llegada a Plaza de Armas, se organizó un mitin frente a Palacio de Gobierno. Los representantes patronales dijeron que sus peticiones eran “inaceptables”. La población los recibió  y los despidió con solidaridad y emoción. Testimonios de la época mencionan turistas norteamericanos descendiendo de sus autos, conmovidos, para entregarles dinero y comida. 

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En el 67 aniversario de aquella fallida lucha, la SEC reeditó la crónica en un breve volumen titulada como “Marcha del hambre sobre el desierto y la nieve”, ilustrado por cuatro o cinco fotos de Casasola. El INHERM recién ha editado el año pasado “La caravana minera de 1951. A 70 años”, un riguroso recuento e inconografía del suceso, de la autoría del investigador Daniel Librado Luna. En él aparecen por primera vez fotografías inéditas de la marcha, así como material propagandístico creado por sus comités y grupos de apoyo como el Taller de Gráfica Popular, a su llegada a la Capital. Sin embargo, para quien estro escribe el hallazgo mayor, es la contrastada fotografía de dos hombres de sombrero sentados en el suelo bajo un sol nítido y alto, el pie de foto consigna: “Periodista entrevistando a un minero durante la Caravana del Hambre. 1951”. Ni el propio autor del estudio ni los editores lo reconocieron. Sin embargo, una observación más a detalle muestra del lado izquierdo a un hombre blanco, con una blanca frente combada, cejijunto, de mirada reconcentrada y la nariz levemente aguileña bajo la penumbra del sombrero. Aún no lleva el pelo largo ni la icónica barba y los lentes con los que se le conociera en las luchas políticas al final de su vida. Es él: se trata de un joven José Revueltas, vestido a la usanza y la tarea de aquellos días; el gigantesco autor que recién acaba de cumplir su centenario.

Ahora es un hecho. Esta vez la fotografía documental cumple su papel de vestigio o prueba: bajo el inclemente sol y el duro invierno de 1951, el inmenso novelista, guionista e ideólogo, eterno opositor del sistema político mexicano, estuvo y escribió desde Saltillo.

alejandroperezcervantes@hotmail.com

Twitter: @perezcervantes7

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