Adiós y gracias

Artes
/ 25 marzo 2022

Luego de cuatro años y casi dos centenares de entregas, este proyecto de divulgación y crítica se despide con la satisfacción de lo cumplido y un profundo agradecimiento para con ustedes: mis interlocutores.

Algunos no lo recuerdan, pero El muro y la grieta empezó hace más de una década en otro tiempo y lugar. De aquellas periódicas entregas que sumaron casi un ciento, quedó un libro hoy inencontrable: El muro y la grieta. Textos periodísticos, publicado por la UAdeC, en 2012. Luego, a invitación de mi querida amiga Susana Zepeda, volvimos en 2018. La historia no había empezado ahí: Celia Alvarado y Dalia Reyes habían abierto la puerta del entonces suplemento cultural Semanario para sus imberbes textos de creación a un joven aspirante a escritor, allá por el verano de 1993. La aspiración se concretó después, cuando a raíz del primer lugar en un concurso de ensayo, en 1999, entonces recién egresado, tuve la fortuna de formarme como periodista bajo la tutela de mi amigo y maestro, el poeta Alfredo García Valdez. La invitación de la señora Diana Galindo para trabajar como editor de un suplemento y la sección de cultura fueron una escuela insuperable. A ellos, mi agradecimiento siempre.

Así, desde un principio, esta columna se propuso como un espacio de divulgación y crítica transversal no solamente hacia los vicios que arrastran desde hace décadas nuestras instituciones. La reflexión se extendió también hacia el quehacer individual y colectivo de una comunidad artística a veces envuelta en la mediocridad, autocomplacencia o los pactos de impunidad. A más de un autor o colectivo le molestó sobremanera –a veces mucho más que a los propios funcionarios- que se le señalaran sus inconsistencias teóricas, formales o hasta éticas. Este espacio se propuso romper el monotema acrítico, de simple caja de resonancia, en el que sigue cayendo muchas veces el periodismo cultural: baste ver el patético sentido de vocería asumido por más de un reportero.

Luego de varios libros, una pandemia, demasiados amigos muertos, algunos reconocimientos regionales y el favor de la lectura masiva, la recompensa mayor para mi fue trascender la intención monologante al recibir de muchísimos lectores su retroalimentación, sugerencias, desacuerdos, recomendaciones, ánimos y conversaciones: ustedes son mis interlocutores. Gracias.

Finalmente, no se equivoque quien busque en las razones de esta pausa algún oscuro motivo: hoy otras tareas reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. Mis razones son personales.

Creo en san Walter Benjamin, cuando nos pregunta ¿Qué valor tiene toda la cultura cuando la experiencia no nos conecta con ella? Luego de más de veinte años en este quehacer sigo pensando que el ejercicio del periodismo no es una carrera de relaciones públicas, tampoco performar devaneos estériles dónde lucir las lecturas, el bagaje o la inteligencia: la selfie con el librero, tan de moda hoy. Creo que la razón de ser de toda crítica es deconstruir, elaborar, expandir, señalar, orientar, desgranar, separar, enmarcar; es decir, construir. Que deriva del concepto de “crisis”, y de ella deviene una facultad escasa, prostituida, silenciada o malversada en estos tiempos: el criterio. Y aunque pareciera utópico este ejercicio en un medio como el Coahuila contemporáneo, el verdadero periodista crítico aspira a encarnar y vivir aquella idea propugnada por Kant: “Una libertad ejercida como el uso público de la razón”.

Amigos queridos, lo seguro a corto plazo es que nos veremos pronto.

Enemigos: no se congratulen temprano. Como dijo el Espartaco de Kubrick: volveré en otros medios, de otras formas.

Esta conversación continúa.

alejandroperezcervantes@hotmail.com

Twitter: @perezcervantes7

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