Carlos Vielma encuentra marcianos en el desierto de General Cepeda
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Con la exposición ‘My battery is low and it’s getting dark’ el artista coahuilense vuelve a las galerías de su tierra natal para presentar un proyecto artístico a la vez emocional y narrativo que parte de una ‘ciencia ficción rural’
En febrero del 2019 el destino de un robot movió fibras humanas. Ese mes la NASA anunció que la misión de su explorador marciano “Oportunidad” había concluido tras 15 años de navegar por la superficie del planeta. El vehículo de celdas solares se enfrentó a una tormenta de polvo que opacó toda luz, haciendo imposible su alimentación. Sus “últimas palabras” fueron “mi batería está baja y está oscureciendo”.
Si bien la realidad es menos poética que esta interpretación viral, el hecho estimuló la imaginación de millones, incluida la del artista contemporáneo coahuilense Carlos Vielma, quien tiempo después encontraría su propio Marte en el estado norteño y a partir de la conjunción del territorio desértico y la ciencia ficción desarrollaría su más reciente obra.
“My battery is low and it’s getting dark” presenta un panorama inhóspito y oscuro, donde cualquier rasgo de civilización es incipiente, inexplicable o está en ruinas. La exposición, que se inauguró el pasado 29 de marzo en el Museo de Artes Gráficas, parte de la anécdota con el mars rover y coloca a las “Crónicas Marcianas” de Ray Bradbury y la “Odisea en el Espacio” de Stanley Kubrick en el ejido Estación Marte de General Cepeda para generar una narrativa propia.
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“Recuerdo que de niño pasaba por Paila y veía el cerro de Marte, me llamaba mucho la atención pero nunca fui al lugar, hasta hace dos años, que me enteré de su nombre y me pareció un juego más interesante”, comentó el artista para VANGUARDIA, “[el ejido] me remitía a cuentos, como ‘El llano en llamas’, pero especialmente a ‘Crónicas marcianas’ de Ray Bradbury, cómo los humanos llegan a Marte cuando los marcianos ya se extinguieron. Entonces de alguna manera llegar a este Marte en ruinas, donde solo quedaban vestigios me hacía sentir a esos personajes y decidí hacer una adaptación”.
El proyecto, que empezó en La Nao Galería de Ciudad de México, detonó en esa primera exhibición una charla con el escritor e ilustrador Bernardo Fernández “Bef”, uno de los más importantes representantes del género de ciencia ficción en habla hispana de la actualidad, quien calificó la propuesta como “ciencia ficción rural”
“Él decía que ‘lo tuyo es una ciencia ficción rural, desde el rancho, tú no trataste de emular Marte’, que a los mexicanos nadie nos cree cuando hacemos ciencia ficción. Le creen a los americanos, a los chinos, a los soviéticos, porque invierten en tecnología y tienen estas grandes ambiciones”, compartió Vielma.
El recorrido está dominado por cuadros en distintas técnicas que miran al paisaje coahuilense como si de un territorio alienígena se tratara, con ambientes crepusculares intervenidos por un monolito poligonal e irregular de metal, como aquella plancha oscura que detonó el desarrollo de la humanidad en el clásico de Kubrick.
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A estas piezas se suman una serie de objetos encontrados en el lugar, los cuales remiten al abandono y a distintas ideas, entre las que destaca lo efímero de la civilización humana y las ruinas que dejaremos atrás, además de una placa metálica que parodia la Placa de la Pioneer, un mensaje visual a bordo de sondas espaciales que tiene como objetivo ofrecer información sobre nuestro lugar en el universo en caso de que una forma de vida inteligente las encuentre.
“También habla de la voracidad de la industria, de cómo se fue llevando a esa gente, de cómo se olvidó a este pueblo, cómo el progreso, al ya no pasar el tren de pasajeros por ahí, se va al olvido. Entonces hay subtextos sociales en las piezas, no tan intencionales pero sí intuitivos”, señaló, “todo mi trabajo habla sobre el anhelo y el no conseguir lo anhelado, entonces aquí también hay una cosa que esta ahí. Estos paisajes sombríos reflejan eso. Cuestiones que están en una especie de nube, se van uniendo”.
Asimismo está presente el monolito, realizado en colaboración con el artista Adair Vigil, quien dotó a la pieza de un arpa de viento cuyo sonido es arte fundamental de una obra de videoarte con la que cierra el viaje, que reinterpreta el cuento “El picnic de un millón de años” de las “Crónicas Marcianas” y a través de la tecnología convierte al espectador en parte de la historia.
“Estoy contento de presentar este proyecto aquí, sí lo hice para presentarlo en la Ciudad de México, pero quería que llegara a Saltillo, con mis amigos, mi familia, tenía 7 años de no exponer acá y también quiero llevarlo a Torreón”, concluyó el creador.