¿Cómo fue tu primera vez en el Cerdo de Babel?
Celebramos los 20 años de esta taberna que además de ser un agradable lugar para convivir, con buena música y buena comida, se ha ganado el corazón de muchos por su ambiente y dedicación al arte y la cultura
Mi primera vez en el Cerdo de Babel fue con Jessica, Caro y Lluvia. Debió ser en el 2015, al salir de clases de la entonces Escuela de Artes Plásticas de la UAdeC. Es probable que alguien, o la mayoría, trajera cargando un bastidor, una escultura o mínimo llevara la mochila llena de pinturas y lápices.
No recuerdo los detalles de esa velada, solo que era la primera vez que estaba en un bar, punto. Los lugares multitudinarios no me gustaban; a un antro solo fui una vez, estuvo aburridísimo, ni siquiera se llenaba la pista y nos fuimos temprano del lugar. Y cuando hablaban de bar yo me imaginaba una cantina.
Pero en el Cerdo la música tenía buen volumen, la convivencia era agradable y no solo había alcohol y cacahuates. Al salir, el callejón siempre está fresco, la Catedral se asoma por detrás del Palacio de Gobierno y mi camino a casa queda flanqueado por la hermosa arquitectura del Centro Histórico.
Me tomó años comenzar a frecuentarlo. Jessica, Caro, Lluvia y yo nomás no nos pusimos de acuerdo para volver y fue hasta que entré al periódico que mi labor en la sección de Artes se unió con la vocación que hace que esta taberna sea llamada, sin dudarlo mucho, un centro cultural.
Este lunes 26 de agosto cumple 20 años de existir, de cobijar y de crear. Para celebrarlo me acerqué a algunas personas que sé que le tienen el mismo aprecio y con quienes he compartido una jarra —o más— sobre sus mesas de madera, entre alguna exposición y con una selección musical que ha nutrido mis gustos.
Hace una semana estuve ahí con mi mejor amiga de la preparatoria, Sofía Figueroa. La vida adulta no nos deja vernos con regularidad, pero cuando sucede es en el Teatro de la Ciudad —porque como fagotista ahí siempre la encuentro— o en el Cerdo.
“Recuerdo aquella primera vez que lo visité en compañía de unas amigas; sin embargo, algo no estaba claro, pareciera como si con el pasar del tiempo solo recordara la primera vez que fui al Cerdo. Tal vez es porque es como un túnel en el tiempo... ¡siempre parece tu primera vez! Guardas las energías, las sonrisas compartidas, las algarabías, regularizadas a costa de repetición. El lugar es mucho más que un bar; son experiencias acumuladas y contadas de nuevas maneras y formas”, me dijo cuando le pregunté cómo fue su primera vez ahí.
Pero pasar un buen rato con amigos, parejas o familia —yo recuerdo también con cariño aquella ocasión en que mi hermana, mi hermano y yo fuimos a cenar juntos, o cuando me llevé a mi familia entera y mi mamá descubrió que le gustaban mucho sus bebidas—, no es lo único. Ahí también se tejen planes, se elucubran proyectos y se le da rienda suelta a la filosofía.
En febrero del 2019 Alejandro Reyes-Valdés, pianista, coach vocal y actual director de la Compañía de Ópera de Saltillo nos echamos ahí “unos vinitos” mientras platicábamos de música, de arte y de las ramificaciones que surgieran. Ahí tomó forma su “Ricercare”, la columna semanal que publicó en este medio hasta el 2021.
“Desde que aquello empezó yo me he encontrado ahí con los coloquios más diversos e inverosímiles que puedas pensar. Ahí puedes encontrarte en una charla con un escritor, con un músico, con un bailarín, con un artista en general; con alguien que no tiene que ver con el arte también. Ahí he conocido a mucha gente y también he desconocido a mucha gente, de manera que para mí el nombre es muy adecuado: Babel. Porque representa de verdad una pluralidad, en esa taberna se hablan todos los idiomas, pero a diferencia de la torre, ahí sí se comprenden”, me compartió.
Quien entra al Cerdo tarde o temprano está destinado a regresar. Clau Barrios y Samuel Flores son de los cerdos más asiduos. A ellos los conocí en el Museo de Artes Gráficas, los reconocí por el proyecto de Residencias Corona —que se inspiró y nutrió de la bienvenida que hace la taberna al arte y los artistas— y en más de una ocasión hemos compartido mesa.
“La primera vez que pisé el cerdito fue hace 15 años. La historia con Samuel siempre va ligada a este lugar, desde entonces venimos mínimo una vez a la semana, aquí empezamos a salir como pareja y gracias a este lugar ganamos muchos amigos. Aquí nació el proyecto de Residencias Corona y a partir del aniversario 13, cuando nos dieron el Cerdo de Oro, se consolidó y creció. Es sin duda uno de nuestros lugares de amigos favoritos”, me contó Clau.
Mi primera torta cerdo, manjar divino y la estrella del menú, me la invitó Mabel Garza, actriz y directora de teatro, en diciembre de 2017. Tenía menos de un año de conocerla y nunca fuera de la interacción reportero - directora del Instituto Municipal de Cultura. Esa noche empecé a considerarla una amiga. Definitivamente entró a mi corazón por el estómago.
“[Mi primera vez] fue a pocos días de que lo inauguraron, en 2004. Solo había el piso de abajo y desde el primer día me sentí, en primer lugar, acogida no por el espacio, sino por el Centro Histórico. El hecho de entrar a uno de los edificios más antiguos de Saltillo me gustó muchísimo. Y por otro lado, el presente, porque los dueños eran amigos, jóvenes, el concepto. esa dualidad también me gustó”, recordó Mabel.
“Y también experimenté algo que Simone de Beauvoir dice, que hay ocasiones en que tú puedes percibir el nacimiento de la nostalgia. Son pocas veces o incluso habrá gente que nunca lo experimente. El hecho de decir ‘esto que estoy viviendo ahorita lo voy a extrañar después’, una nostalgia anticipada. Esa primera vez en el Cerdo tuve esa sensación dije ‘esto nunca lo voy a olvidar, ya siento nostalgia por él y creo que va a ser mi lugar en Saltillo’”, agregó.
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Hace poco leí en Facebook de un ex-compañero de la escuela, Omar Jiménez, una frase que me parece que sintetiza el arte, la comunidad, el amor, de este lugar: “Si alguna vez te invité al Cerdo es porque te quiero”.
Gracias, Checo y Jero. ¡Larga vida al Cerdo de Babel!
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