Emilia Pérez: Cuando la forma pesa más que el fondo

El cineasta y fotógrafo Alfredo de Stefano escribe sus impresiones sobre la controversial película de Jacques Audiard
La película Emilia Pérez ha generado una intensa discusión desde su estreno, debido a su enfoque en temas delicados y profundamente arraigados en la realidad mexicana, como la violencia del narcotráfico y las desapariciones. Ernesto Diez Martínez, crítico de cine, describe el filme como “un desperdicio de película”. Aunque el personaje de un capo que busca transformarse en una mujer benevolente podría haber representado un avance interesante en la obra de Jacques Audiard, la torpeza en su ejecución y la dirección poco cuidada deslucen el resultado final. Según Martínez: “Todo lo que Audiard había hecho antes bien, ahora le salió mal; todo lo que había hecho mal, le salió peor”.
Uno de los puntos más cuestionables de la película es la decisión de narrar esta historia mediante un musical, un género que, por su naturaleza escapista y artificiosa, crea un contraste difícil de reconciliar con el trasfondo social que pretende explorar. Este enfoque desvía la atención de los problemas estructurales, como la violencia sistémica, las desigualdades y, de manera especialmente grave, los miles y miles de desaparecidos que representan una herida abierta en la sociedad mexicana. En su intento por transformar esta tragedia en un relato de redención personal, la película simplifica una realidad que demanda un tratamiento más serio y comprometido.
Aunque la película falla en muchos aspectos, destaca un elemento interesante: la mayoría de los actores que interpretan canciones no son cantantes profesionales, y es precisamente esta imperfección en su desempeño vocal lo que aporta una cierta humanidad a sus personajes. Estas deficiencias los hacen más creíbles y conectan con el espectador de manera inesperada. En contraste, la interpretación de Selena Gómez, a pesar de ser la única cantante profesional en el elenco, es deficiente tanto en actuación como en su desempeño vocal en español, afectando gravemente la credibilidad del personaje. Es evidente que una actriz latina con un dominio natural del idioma no solo habría ofrecido una interpretación más auténtica, sino que probablemente también habría ayudado a una mejor aceptación por parte del público mexicano.
Otro problema significativo radica en los diálogos, que carecen de la autenticidad que caracteriza al habla mexicana. Esto se debe a que la película fue escrita originalmente en francés y posteriormente traducida al español, sin adaptaciones que reflejen las sutilezas y riquezas peculiares del contexto cultural. Además, la ausencia de un trabajo de investigación directo en México por parte del director contribuye a una desconexión generalizada entre la historia y el espectador local.
Desde un punto de vista visual, la cinta cuenta con una fotografía atractiva y una estética bien cuidada. No obstante, estos aspectos no son suficientes para suplir la falta de profundidad emocional y social en su narrativa. El dolor y las complejidades del contexto que intenta abordar se diluyen bajo una capa de ligereza que minimiza su impacto.
La nominación al Oscar de la actriz principal, quien interpreta a un personaje trans en un entorno de privilegio, también refuerza un patrón común en la industria cinematográfica europea y estadounidense: la apropiación de narrativas de comunidades vulnerables y el otorgamiento de reconocimientos que aparentan inclusión, pero carecen de una conexión real con las luchas que representan.
En definitiva, Emilia Pérez aspiraba a innovar combinando géneros, pero su resultado final trivializa realidades dolorosas y complejas que afectan a millones de personas. El cine tiene la capacidad de generar conciencia y cambio, pero también lleva consigo la responsabilidad de tratar estos temas con respeto y sensibilidad. En este caso, la película se queda corta, priorizando una propuesta estilística sobre un verdadero compromiso emocional y social.