Inauguran un cálido recorrido por la vida, obra y procesos de Eloy Cerecero
La exposición ‘El ser reflejado en sí mismo’ es un homenaje al pintor coahuilense, llena de memorias, bocetos, obras y atisbos a su trabajo. Abrió sus puertas en el Centro Cultural Vito Alessio Robles
Que una trayectoria tan prolífica y extensa esté llena de detalles no es en sí una sorpresa, pero adentrarte en ellos, observar cómo le dan dimensión a un personaje y enriquecen la experiencia frente a su trabajo se vuelve un privilegio.
Esto es lo que ofrece la exposición homenaje “El ser reflejado en sí mismo”, que con la curaduría de Adriana Cerecero, permite atisbar en la vida, obra y procesos del destacado pintor coahuilense Eloy Cerecero Sandoval, a un año de su fallecimiento. Albergada en el Centro Cultural Vito Alessio Robles, la muestra permite al público otras perspectivas facetas del artista, e incluso las diversas formas en que se veía a sí mismo a través de su arte.
La inauguración de la misma, que se llevó a cabo el pasado jueves en el histórico recinto, también compartió espacio con la presentación del libro “‘Por un arte al servicio del pueblo’: Frente Nacional de Artes Plásticas (1952 - 1962)” de Raúl Cano, una investigación sobre este movimiento de mitad de siglo, que convocó a cientos de artistas mexicanos con el objetivo de proteger el patrimonio nacional y los valores de la plástica de entonces y al cual perteneció el autor.
El evento contó con la participación del propio autor, así como de la historiadora Karen Juárez —quien se encargó de entrevistar a Cerecero Sandoval para el libro— y de la curadora de la muestra. En esta charla Cano recordó los orígenes del colectivo, sus objetivos y dinámicas y la importancia que tuvo para la historia del arte mexicano, destacando que la presencia de don Eloy al mismo lo convierte en un artista de categoría nacional.
Juárez, por su parte, habló sobre la experiencia de conversar con él para integrar su testimonio a la investigación, algo que al finalizar la charla enriqueció su viuda, Yolanda Alvarado de Cerecero, con más anécdotas sobre su vida en la Ciudad de México en esa época. Asimismo, la curadora agradeció que la Casa de Coahuila, en la capital del país, fuera uno de los lugares donde se presentó el libro, pues esta institución, cuando se inauguró, albergó una de las primeras exposiciones del maestro allá.
“Hoy, a 67 años de distancia y habiendo nacido en la época en que mi padre estuvo en el Frente, me siento afortunada de estar aquí, haberle apoyado y sido su ‘manager’, como me llamaba, pero aún haber aprendido de un ser disciplinado, creativo, metódico, con una memoria extraordinaria”, comentó la también artista en su intervención.
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La exposición, que recoge memorabilia del artista, bocetos y obras, así como reconocimientos, es producto de un “clavado” que su hija, Adriana, realizó en el estudio de su padre y que ahora se convierte en la galería en un recorrido íntimo y cálido a través del trabajo de un hombre que siempre dedicó su arte a la humanidad.
Organizada por segmentos sutilmente definidos, la muestra recibe al público con una serie de autorretratos —terminados o en bocetos—, que revelan la forma en el que pintor se veía a sí mismo en su juventud y madurez, incluido uno donde su rostro, ya avejentado, es acompañado por los números 1929 y 2015, su año de nacimiento y en el que retomó con renovada energía su producción artística.
Más adelante la exploración continúa, entre otras obras y bocetos, recortes de periódicos —así como los generosos textos que le dedicó el crítico de arte Mario Herrera— y programas de mano de sus exposiciones, anécdotas de encuentros fortuitos, lo que sus paletas revelan de su proceso y hasta llegar a un estudio simulado, con su banco, su caballete y una obra en proceso, evocando su espíritu, rodeado de los mensajes que quienes le admiran y quieren dedican a su memoria.
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