La hora de la desaparición: Diecisiete ausencias en la noche sin testigos
La película ‘Weapons’ o ‘La hora de la desaparición’ ha conquistado la taquilla y sobre ella escribe nuestro colaborador Alfredo de Stefano en esta reseña
En un pequeño pueblo de Pensilvania, diecisiete niños desaparecen la misma noche, a la misma hora: las 2:17 a.m. No hay un operativo nacional, ni cámaras registrando cada movimiento, ni agentes federales desplegando mapas. Solo una investigación local que avanza con la lentitud de quien parece no querer encontrar nada. Viví en un pueblo así en Pensilvania, donde cada apellido se repite en varias casas y todos saben quién es quién. En un lugar así, una tragedia como esta se convertiría en el único tema de conversación... y sin embargo, aquí se diluye en un silencio que parece acordado.
Un rompecabezas contado en susurros
Zach Cregger divide la historia en capítulos que alternan perspectivas: la maestra Justine (Julia Garner), que pasa de testigo a sospechosa; Archer (Josh Brolin), padre que vive en el filo entre la ira y el agotamiento; y la tía Gladys (Amy Madigan), figura inquietante que flota sobre la trama sin que sepamos, del todo, por qué. Hay otros nombres, algunos apenas dibujados, otros que se esfuman antes de cerrar su arco. Esa misma fragmentación da textura, pero también deja huecos que no logran integrarse.
La amenaza que nunca se va
Cada episodio contiene una tensión latente que no necesita gritos para sentirse. La violencia no siempre se ve, pero se respira: en las órdenes que se dan en voz baja, en los expedientes que nunca se abren, en los hombres que sonríen mientras retienen información. Hay un par de escenas en las que los padres se reúnen en el auditorio de la escuela exigiendo respuestas, pero la puesta en escena no transmite la angustia colectiva que implicaría la desaparición simultánea de diecisiete hijos. Se siente más como una reunión para reclamar a un maestro por un abuso de autoridad que como un estallido desesperado ante una tragedia irreparable.
El peso de lo improbable
Es inevitable que la lógica tropiece: diecisiete menores desaparecidos en Estados Unidos activarían un despliegue federal inmediato, cobertura nacional y vigilancia comunitaria las veinticuatro horas. Aquí, las semanas transcurren como si se tratara de un caso aislado, con una policía local inepta y sin apoyo externo. En un pueblo pequeño, donde muchas familias estarían emparentadas, la noticia debería expandirse como un incendio. En cambio, lo que vemos es un rumor que se apaga antes de volverse grito.
Forma y fisuras
La fotografía de Larkin Seiple convierte espacios cotidianos en trampas. Cocinas, pasillos y carreteras vacías se vuelven escenarios de inquietud. Cregger recurre a encuadres fijos y un sonido que parece incrustarse en los huesos. Sin embargo, el guion se fractura cuando introduce un giro sobrenatural —brujería, posesión, control mental— sin la preparación necesaria. Más que un clímax, parece un atajo, un deus ex machina que desarticula la coherencia de su arranque realista.
Actuaciones que sostienen la tensión
Julia Garner sostiene el peso de la sospecha con una serenidad que solo se quiebra en instantes calculados. Josh Brolin encarna la ira sin convertirla en caricatura; cada movimiento suyo parece al borde del colapso. Amy Madigan, como la tía Gladys, roba cada plano con un personaje grotesco y magnético cuya motivación —clave para entenderlo todo— queda sin resolver. Algunos secundarios cumplen su papel, aunque varias subtramas se abandonan antes de cobrar relevancia.
Entre la fascinación y la frustración
La hora de la desaparición fascina por su atmósfera y por la forma en que la historia se arma en fragmentos. Pero también frustra: hay preguntas que no se responden, cabos que quedan sueltos y giros que parecen llegar para cerrar deprisa lo que comenzó con precisión. No es un thriller perfecto. Es una experiencia hipnótica que mantiene la amenaza constante, pero deja piezas esenciales fuera del tablero. Tal vez ahí resida parte de su efecto: la certeza de que, como en la vida real, no siempre hay un cierre, y mucho menos justicia.
Cuando la ficción roza lo real
Viendo esta historia es imposible no pensar en México, país donde las desapariciones masivas ocurren en la realidad, y donde la respuesta institucional es, muchas veces, la misma: lenta, dispersa y marcada por la indiferencia. Aquí como allá, las familias esperan, las autoridades calculan, y el silencio se vuelve una segunda condena.
Calificación: ★★★☆☆
Disponible en cines
Advertencia: Contiene violencia gráfica, imágenes perturbadoras y una estructura no lineal que exige atención plena.