Reseña ‘Una batalla tras otra’: El país que pelea contra sí mismo
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Esta película ‘contiene sátira política, violencia y racismo estructural. Cualquier semejanza con Estados Unidos o con la frontera mexicana no es mera coincidencia’
Anderson contra el presente
Paul Thomas Anderson firma su película más urgente. Una batalla tras otra es una sátira política con alma kubrickiana: una radiografía feroz de Estados Unidos contemporáneo, donde el racismo, la represión estatal y el supremacismo se mezclan con la neurosis nacional de la violencia. Inspirada libremente en una novela de Thomas Pynchon, Anderson traduce la paranoia literaria a energía fílmica: una sucesión de escenas que avanzan en una guerra interior entre la memoria revolucionaria y el conformismo actual.
El ex-revolucionario como espejo
Leonardo DiCaprio encarna a Bob Ferguson, ex-militante radical convertido en padre soltero y fugitivo. En su rostro conviven la culpa y la lucidez, la fatiga del idealista que ve en la decadencia social la derrota de su generación. Benicio del Toro, en un papel secundario, encarna la frontera, la migración, la sombra del otro que el sistema necesita para reafirmarse. Anderson utiliza sus cuerpos como territorios de conflicto: la revolución ha envejecido, pero la injusticia sigue siendo joven.
La furia y la sátira
Lejos de un cine panfletario, el director alterna humor negro, violencia y reflexión moral. La película oscila entre el drama íntimo y la farsa política, como si Dr. Strangelove se hubiera rodado en los suburbios de la América trumpista. Su tono transmite urgencia: una advertencia disfrazada de comedia. Cada plano —luminoso, inquieto, preciso— parece gritar que la cordura colectiva es ya una ruina.
La frontera mexicana como espejo
Viendo la película desde México, el reflejo es inevitable. Las imágenes de agentes migratorios y comunidades perseguidas recuerdan las redadas en la frontera norte y el trato cotidiano a los migrantes centroamericanos en nuestro propio territorio. Si Estados Unidos se observa aquí como una república que se devora a sí misma, México no queda ileso: compartimos la misma frontera moral, hecha de exclusión, racismo y miedo al otro.
La batalla interior
En el fondo, Una batalla tras otra no trata de una revolución fallida, sino de la imposibilidad de la inocencia. Anderson filma un país en constante colapso emocional, donde la violencia dejó de ser noticia para convertirse en atmósfera. Su ironía no alivia; revela. Cada escena parece preguntar si todavía es posible la empatía en un mundo que normalizó la brutalidad como rutina.
Literatura, política y espejo social
Anderson recoge el espíritu de Pynchon —su caos narrativo, su paranoia luminosa— y lo transforma en un relato más accesible, pero igualmente incendiario. En ese sentido, el filme pertenece al mismo linaje de cine político que busca mirar de frente al abismo: Network, Full Metal Jacket, Sorry to Bother You. Una película que no sermonea, sino que incomoda; que no ofrece esperanza, sino conciencia.
Calificación: ★★★★★
Advertencia: Contiene sátira política, violencia y racismo estructural. Cualquier semejanza con Estados Unidos o con la frontera mexicana no es mera coincidencia.