Sweeney Todd, un espectáculo que necesita una segunda temporada
La producción de Cuarta Pared Teatro llegó este domingo después de años de espera. El resultado fue disparejo pero con mucho potencial
Pocas veces la compañía Cuarta Pared Teatro ha tenido tan altas expectativas en una de sus producciones —menos aún después de casi tres años de espera— como con “Sweeney Todd”. Un lustro los ha hecho merecedores de la confianza del público por la calidad que han demostrado en su trabajo, pero el musical de Stephen Sondheim sobre la venganza de un barbero y el plan de una cocinera para hacer de sus víctimas pasteles de carne es un reto muy grande.
Este domingo, con solo dos funciones el montaje tomó el escenario del Teatro de la Ciudad Fernando Soler, luego de que la pandemia retrasara su estreno y provocara muchos cambios en su equipo, elenco y visión. El resultado, al menos en lo que se vio en el primer horario, fue disparejo pero sus aciertos compensaron las fallas de tal manera que uno podría imaginarse lo que una temporada completa ofrecería.
Sería apropiado describirla como “en los huesos”, pues desde la escenografía hasta el vestuario y en la misma introducción la obra propone un espacio inacabado. A diferencia de otras versiones que se van directo a una estética que busca recrear en mayor o menor medida la época victoriana en la que se desarrolla, aquí el público se encontró con algo más minimalista y simbólico.
El elenco recibe a los asistentes en medio de su preparación, ejercitándose y vocalizando, hasta que la música del preludio anuncia el inicio de la obra y cada cual corre a vestirse, ya sea como miembro del pueblo, el coro, o como uno de los personajes.
Para quien solo conoce la historia del barbero demoniaco de la calle Fleet gracias a la adaptación al cine que hizo Tim Burton en 2008 —o que no la conoce en absoluto— la primera grata sorpresa es el coro, cuya potencia vocal es estremecedora, y bajo la dirección vocal de Andrés Hernández provocaron escalofríos en momentos como el final de “Amiga fiel (My friends)”.
Sin embargo, a nivel individual no todos los cantantes estuvieron a la par. La partitura de Sondheim es exigente y se codea con la ópera tradicional, sin mencionar que exige del intérprete no solo una entonación perfecta —además del balance con la actuación—, sino un gran control del aire y dicción que fue donde tropezaron algunos.
A pesar de esto, el público no pudo contenerse de aplaudir con enjundia algunas de las canciones, luego de que, probablemente para no hacer ruido, limitaran sus vítores durante buena parte de la obra.
Tampoco les ayudó la ecualización de la pista musical, que se comió las voces de muchos de los artistas y volvió inteligibles sus líneas.
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En este mismo sentido, la utilización de una banda sonora pregrabada afectó la segunda sorpresa para los nuevos espectadores, pues el lado humorístico de “Sweeney Todd” se perdió en momentos donde los actores no pudieron dar el tiempo suficiente para que cayera el chiste. Por fortuna, en los segmentos actuados no hubo fallas, con lo que destacaron personajes como el de la Sra. Lovett, que de por sí ya es carismática en papel, pero bajo la interpretación de Tatiana del Río brilló aún más.
Otro que destaca por su carisma y una suerte de inocencia es el Anthony de Raúl Monjarás, el marinero que trae de vuelta del exilio a Sweeney Todd (Luis Toviaz) y se enamora, sin saberlo, de su hija Johanna (Perla Cerda), a quien decide rescatar del martirio en el que vive como protegida del Juez Turpin (Mariano de Velasco), ignorante de la maldad que pulula a su alrededor.
Cabe recordar que el musical hace una crítica social muy específica, y si bien entre la sangre, la música y las risas podría perderse esto, desde la dirección escénica de Armando Tenorio, así como la dirección general de Rodrigo González, propusieron una lectura más puntual de este tema.
La presencia constante del ensamble coral le recuerda al espectador la decadencia de Londres y, por consiguiente, la visión pesimista que Todd tiene de toda la humanidad, luego de que el Juez Turpin lo traicionara para violar a su esposa y quedarse con su hija —a quién también ve con lujuria—. A esto se suma la utilización de los integrantes del pueblo como utilería improvisada, en especial sillas, otro recordatorio de que en esta historia los de arriba se comen a los de abajo y viceversa; las dinámicas de poder fluctúan, el abuso es rampante y con tal de obtener lo que se busca no importa si se pisa a quien está más desprotegido.
Así como el coro, ningún otro personaje sale nunca de escena, pues hasta los muertos regresan a ejercer una función, pero como consecuencia de esto a veces momentos que deberían ser íntimos son planteados en relación con otros individuos o de plano los intérpretes están en el fondo generando ruido visual.
La escenografía, por su parte, consta de tres plataformas que fungen como la barbería de Sweeney —la tienda de la Sra. Lovett está representada por un grupo de cubetas donde se prepara la sangre/carne, colocada al frente de esta estructura—, la casa del Juez Turpin —que en su parte baja también es el manicomio— y el local del Sr. Pirelli, ubicados de izquierda a derecha en este mismo orden sobre el escenario.
Aunque no se extraña la vibra victoriana, o un letrero que diga como tal “Emporio de pasteles de carne de la Sra. Lovett”, sí es cuestionable la decisión de ordenarlos de esta manera, pues con la importancia que tiene la tienda en algunas de las canciones casi toda la obra se inclina hacia la izquierda. Y, en efecto, es más utilizado el espacio neutral en el centro y quedan desperdiciadas la zona superior de la plataforma central —desde la cual el Juez Turpin observa todo lo que ocurre, sin intervenir— y la derecha.
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Con todo y que esto es justificable dentro de la propuesta de la “producción en proceso” es casi inevitable que choque con la visión de Sondheim. “Amiga fiel (My friends)” aquí no es un dueto íntimo entre dos intenciones dispares, sino una coreografía compleja, “Bellas damas (Pretty women)” queda esquinada, al igual que “Los peores pasteles de Londres”, sin mencionar el clímax entre Todd y el Juez y “En el mar” se tiene que ir hasta el centro para no sufrir de lo mismo.
A pesar de estos detalles, se reconoce que muchos se debieron a las dificultades en el desarrollo de la producción, así como al hecho de que se trató de la función de estreno. Por eso también es fácil verla con más vida, con una nueva temporada, pues lo que los artistas de Cuarta Pared provocaron en momentos como “Amiga fiel (My friends)”, “Un pintor (A little priest)” o “Más pastel (God, that’s good!)” tiene que regresar y tiene que sentirse en todo lo demás.