Crítica: ‘Sin señas particulares’, el país de los hijos perdidos
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Seguramente si le preguntáramos a una madre cuál es el peor de sus miedos, su respuesta sería muy cercana a lo que “Sin señas particulares”, cinta de Fernanda Valadez, presenta de manera cruda y real en un México que ve a sus hijos desaparecer de forma dolorosa. Existen cintas a las que te acercas por curiosidad, otras a las que llegas por morbo y solo a algunas llegas como parte de un compromiso con la realidad.
Eso último me pasó con que “Sin señas particulares”, que es, además de una cita obligada para todo cinéfilo, un acercamiento a una realidad que nos consume y debilita como sociedad en más de un aspecto. Ver esta película me recordó algo que viví hace muchos años cuando de niña enfrenté mi miedo a la oscuridad y me di cuenta que ni el diablo, ni los monstruos habitan en la falta de luz, sino en la fuerza de mi imaginación.
Hoy, ante la era del horror que desde hace años vivimos en México, me di cuenta de que esa sensación de terror a lo que la oscuridad me pudiera presentar y todo lo que mi mente genera cuando tiene miedo volvieron a mí al ver, que “Sin señas particulares”, una historia que retoma el tema de las desapariciones forzadas desde la mirada, más bien dicho, desde el corazón de una madre.
Magdalena, la madre de un jovencito que, ante la situación de pobreza que viven como miles de mexicanos, decide irse de manera ilegal a Estados Unidos, protagoniza esta historia que bien podría llevarnos de paseo por los círculos a los que se enfrenta Dante en La Divina Comedia, solo que ahora son estaciones de policía, SEMEFOS, fosas clandestinas, albergues de migrantes entre otros lugares.
Tal vez muchos piensan que se trata de otra cinta sobre desapariciones, narco y muerte. En este caso, la historia va más allá y nos muestra, sin concesiones sentimentales, el camino de una mujer que toma al toro por los cuernos, abandona todo y se encamina a buscar, por sus propios medios a su hijo, pues las respuestas que recibe al indagar sobre su paradero no la dejan tranquila.
Confieso que esta película no es para todos, se necesita estómago para vivir junto a la protagonista, que bien puede ser una de las miles de madres que día a día arriesgan la vida y recorren lugares impensables de México, en busca de una pista de sus hijos perdidos.
Dicen las escrituras que María vivió un Calvario al ir junto a su hijo camino a la Cruz. Aquí Magdalena, una mujer, que es la voz y el rostro de miles de ellas, enfrenta la burocracia y desinterés de instancias públicas, las amenazas del crimen organizado, la falta de recursos propios y encuentra solidaridad en desconocidos, en compañeros y compañeras de búsqueda, en personas que viven, muchas veces en silencio, el mismo dolor.
La forma en que Fernanda Valadez, directora de la cinta y Astrid Rondero, ambas guionistas de “Sin señas particulares”, presentan una historia que es el pan de cada día de los últimos años en México no conmueve de manera sensiblera, lo que logra, es quedarse en la mente de los espectadores por mucho tiempo, es evidenciar el horror de la incertidumbre, de la búsqueda, de la impotencia ante el desinterés, del desdén ante la evidente pérdida.
¿Será que El Diablo y los monstruos existen y de vez en cuando se dejan ver para que quienes creemos que mantenemos nuestros miedos a raya recordemos la fragilidad de la vida en la actualidad?