Jeanne Moreau, la encarnación de la "femme fatale”

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/ 31 julio 2017

De voz grave y labios carnosos, Moreau deja un legado de personajes inolvidables, como el de la fría y calculadora protagonista de "Ascensor para el cadalso", de Louis Malle.

Apasionada, vengativa, inaccesible o frágil, Jeanne Moreau era capaz de encarnar a cualquier tipo de mujer. De su increíble versatilidad dan fe las más de 120 películas en las que participó esta leyenda del cine francés, que además de fascinar a los mejores realizadores de su tiempo se convirtió en mito erótico de una generación. Tenía 89 años cuando hoy fue hallada muerta en su casa de París.

De voz grave y labios carnosos, Moreau deja un legado de personajes inolvidables, como el de la fría y calculadora protagonista de "Ascensor para el cadalso", de Louis Malle. Aquel filme de 1958 -con música de Miles Davis- en el que ayuda a su amante a asesinar a su marido supuso su gran despegue como actriz, además de un legendario debut para Malle, uno de los cofundadores de la "Nouvelle Vague”.

Malle había descubierto a Moreau en la versión teatral de "La gata sobre el tejado de zinc" (Tennessee Williams) que dirigió Peter Brook. No en vano, esta grácil parisina era ya toda una estrella del teatro francés antes de que comenzara su carrera cinematográfica: con apenas 20 años fue la actriz más joven en ser admitida en la afamada Comédie française.

Su salto a la fama internacional se lo debe a François Truffaut, otro de los principales representantes de la "Nouvelle Vague", a cuyas órdenes rodó la emblemática "Jules y Jim" (1962). En ella da vida a Catherine, una mujer independiente que forma un triángulo amoroso con dos amigos.

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Moreau necesitaba el cine tanto como el cine la necesitaba a ella. Trabajó con los grandes cineastas internacionales, desde Michelangelo Antonioni a Orson Welles, Luis Buñuel, Elia Kazan, Wim Wenders o Rainer Werner Fassbinder. Para Joseph Losey, el talento de la actriz era milagroso. "Es una mujer capaz de ver y superar incontables obstáculos utilizando su talento".

Losey filmó a Moreau en "Eva", su papel más arriesgado hasta entonces. En el filme, encarna a una calculadora mujer que atrapa y humilla a un novelista. "Vivo en las películas en las que actúo. Los papeles me poseen", afirmó una vez la actriz. También Buñuel en sus memorias "Mi último suspiro" cómo Moreau se dejaba la piel en su trabajo. Para ella, la interpretación no es fingir, sino vivir, escribió.

Moreau dio vida a mujeres seductoras, melancólicas, independientes, vividoras, frágiles, heridas o pérfidas, pero si una etiqueta la definía, esa era la de "femme fatale". De nuevo a las órdenes de Malle, en "Los amantes" encarnó a una mujer frustrada que deja a su marido por un estudiante al que había conocido la tarde de antes. Y en "Diario de una camarera", de Buñuel, desplegó todo su erotismo.

Su larga trayectoria cinematográfica, galardonada entre otros con premios honoríficos en los festivales de Cannes -que también la coronó mejor actriz por "Moderato cantabile", Venecia, Berlín y San Sebastián, da buena cuenta de su talento, pero también de su independencia. "Vivo a mi manera", decía. Y así fue como en la década de los 70, esta hija de una bailarina británica y un francés que regentaba un restaurante en París decidió probar suerte tras las cámaras. Su debut fue en 1976 con "Lumière", un drama que recorre las vidas de cuatro amigas.

Más de 20 años después, volvió a la dirección, pero esta vez en el teatro. Tenía 72 años cuando en el año 2000 presentó en la capital francesa la nueva puesta en escena de "Wit", de la estadounidense Margaret Edson. La pieza gira en torno a una mujer enferma de cáncer que sabe que sólo le quedan dos meses de vida. Que Moreau se decantara precisamente por esa obra no fue casualidad: de joven, ella misma había tenido que superar un cáncer de útero.

Moreau nunca se dejó llevar por los cauces establecidos, ni en lo profesional ni en lo personal. Estuvo casada en dos ocasiones -primero con el actor y cineasta francés Jean-Louis Richard y después con el realizador estadounidense William Friedkin-, tuvo numerosos amantes y sedujo a multitud de hombres. Pero según confesó en una ocasión, siempre se decantó por aquellos que tenían talento. Para ella, lo más importante en la vida era vivirla.

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