‘Touch Me Not’, película sobre el cuerpo y la intimidad, gana el Oso de Oro

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/ 25 febrero 2018

La paraguaya 'Las herederas' obtiene dos Osos de Plata y la mexicana 'Museo' el galardón a mejor guión

En una decisión bastante discutible, Touch Me Not, de la rumana Adina Pintilie, obtuvo anoche el Oso de Oro a la mejor película de la 68ª Berlinale, una edición que no será recordada por la alta calidad de la sección a competición. El jurado, presidido por el realizador alemán Tom Tykwer, ha preferido destacar un trabajo que juega en la frontera en la realidad y la ficción, en el que se escuchan conversaciones en inglés y alemán, y que entra perfectamente en el casillero “película festivalera con rasgos de experimentación”.

A los títulos más abiertos y cercanos al público en general —que además aunaban calidad— como la paraguaya Las herederas, la estadounidense Isla de perros, la mexicana Museo o la rusa Dovlátov, les han relegado a recoger otros osos de plata del palmarés, mientras que la otra película más arriesgada de la sección oficial, la noruega Utoya 22. juli, de Erik Poppe, la reconstrucción en un brutal plano secuencia del ataque terrorista en la isla de Utoya al campamento de las juventudes del Partido Laborista en el que murieron 77 personas durante los 72 minutos en los que un ultraderechista tiroteó a su antojo a los chavales allí reunidos, ha sido castigada sin ninguna mención en el listado de premios. Obviamente, a alguien del jurado o a todo su conjunto le provocó absoluto rechazo.

Touch Me Not supone el debut en un largometraje de la rumana Adina Pintilie, la comisaria desde 2010 del festival de cine experimental de Bucarest. De ahí bebe bastante de su Oso de Oro. Su filme también ha obtenido el galardón a mejor primera película, el trofeo que el año pasado ganó Verano 1993, de Carla Simón. Pintilie entabla un diálogo directo con una de sus protagonistas, Laura, una mujer que no soporta que nadie la toque, y que investiga en su sexualidad los límites del cuerpo, de la intimidad y de la atracción. En la otra trama el espectador asiste a unas clases especiales de yoga en una ambiente casi de laboratorio con alumnos muy distintos. Dos de ellos llaman la atención de la cámara. Por un lado Tómas, un hombre sin un pelo en su cuerpo —el islandés Tómas Lemarquis, conocido como actor por su trabajo en películas como Blade Runner 2049, X-Men: apocalipsis o Insensibles— que ha aprendido a ser observado como un bicho raro. Por otro, Christian, cuyo cuerpo se retuerce por culpa de distintas minusvalías físicas en una silla de ruedas. Todo filmado con frialdad estética y cariño a sus protagonistas.

La paraguaya Las herederas, del también debutante Marcelo Martinessi, recibió el premio Alfred Bauer, una especie de medalla de bronce de la Berlinale, para un filme que haya abierto nuevas perspectivas, y el Oso de Oro a la mejor actriz para Ana Braun. Las herederas del título son una veterana pareja de lesbianas con décadas de relación a sus espaldas en Asunción, ciudad en la que su opción sexual parece no importar si se acompaña de una pertenencia a clases sociales altas. Martinessi maravilla en la indagación del Paraguay actual, ya que una de ellas acaba en la cárcel por las deudas, rodeada de gente de clase pobre, mientras la otra empieza a ganarse la vida como taxista de vecinas y siente un renacer sexual. Contada sin subrayados, con eficiencia (una de las posibles razones para haber ganado también el premio FIPRESCI de la crítica internacional), Las herederas era una de las apuestas por el cine en español de la Berlinale en la competición. La otra, la mexicana Museo, obtuvo el Oso de Plata al mejor guion, cuando hubiera sido mucho más destacable el trabajo de dirección de su realizador, Alonso Ruizpalacios.

El premio a mejor dirección fue a parar, en cambio, al estadounidense Wes Anderson por su maravilla animada Isla de perros, que merecía algo más. Como Anderson ya había abandonado Berlín en un autobús que le está llevando de gira de promoción por Europa —en dos días, el martes, recalará en Madrid—, en su lugar recogió el Oso de Plata uno de sus actores fetiche, Bill Murray, que ya había subido previamente al escenario al inicio de la ceremonia para hacer una de sus gansadas.

El Gran Premio del Jurado recayó en la polaca Twarz, de Malgorzata Szumowska, que reparte mandobles cinematográficos sin descanso a sus compatriotas, a los que tilda de borrachos y racistas en esta comedia de poso amargo. El francés Anthony Bajon se llevó el Oso de Plata a mejor actor por La prière, y la rusa Elena Okopnaya recibió el reconocimiento a la mejor contribución artística por el vestuario y el diseño de producción de Dovlátov.

En la pedrea de premios del resto de las secciones, el clarificador documental español El silencio de los otros, sobre los crímenes del franquismo que aún colean hoy, ganó el reconocimiento del público en la sección Panorama Documental y el galardón Cine para la Paz, dos trofeos más que merecidos.

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