7 razones por las que las familias numerosas son exitosas

Vida
/ 9 febrero 2018

Las familias de muchos miembros ya no son tan comunes como hace algunas décadas. Las admiro mucho. Hace tiempo, soñaba con tener ocho hijos. Pensaba que seríamos como los Von Trapp.

Al casarme, tuve la suerte de entrar a una familia numerosa que era excelente como tal. Rápidamente, aprendí que muchas de estas familias crean una serie de sistemas para administrar bien el hogar. Deben hacerlo por necesidad. Después de todo, están criando un pequeño ejército.

Naturalmente, no todas las familias de gran tamaño funcionan bien, pero vale la pena imitar a las que sí. Además, se pueden aplicar fácilmente sus sistemas únicos a familias menos numerosas para hacer más sostenible la vida doméstica. ¿La yapa? Los niños se crían muy bien.

Estos son algunos de los éxitos secretos de las familias de muchos miembros que fui robando con los años. Ahora, como todo buen ladrón, los compartiré con ustedes.

1. Delegación: en una familia numerosa, papá y mamá no pueden hacer todo. Estas familias delegan responsabilidades de manera sana. En las que conozco, cada hijo es responsable de una tarea importante: lavar la ropa o los platos, pasar la aspiradora, limpiar los baños, etc. O bien tienen un tarea específica que cumplir después de la cena. Algunas le designan una parte de la casa a cada hijo y lo hacen responsable por mantenerla limpia. Sistematizar este proceso ayuda a evitar que los padres se cansen de delegar.

2. Capacidades: esto va de la mano con la delegación. La prima de mi marido, que tiene siete hijos (y espera al octavo para el mes que viene), espera mucho de ellos. Cree que son capaces y nunca la defraudan. Por ejemplo, el de nueve años lava toda la ropa. El de siete descarga el lavaplatos. Sus hijos son algunos de los niños más felices y amenos que conozco. Mamá y papá se toman el tiempo de enseñarle a cada hijo su tarea hasta que toman suficiente confianza para hacerlo solos.

La mayoría de los niños es más capaz de lo que pensamos. Con algo de paciencia y práctica, se les puede enseñar los quehaceres básicos del hogar desde pequeños.

3. Independencia: en las familias numerosas —y también por necesidad—, los hijos se ven obligados a tener cierto grado de independencia. Muchas veces los padres andan ocupados con hermanitos que los necesitan más. No tienen tiempo para atar todos los cordones, terminar con todas las peleas o revisar todos los deberes.

Incluso los padres de familias más chicas pueden enseñarles a sus hijos a ser independientes. Pueden insistir en que hagan cosas solos: limpiar lo que ensucian, limpiar sus cuartos, terminar una pelea, buscar que alguien los lleve a las actividades de la iglesia y hacerse cargo de los deberes.

Cuando vivíamos en Minnesota, teníamos vecinos con cinco hijos. El padre era asesor legal de adolescentes en problemas. Como en su trabajo veía a muchos chicos demasiado dependientes, tenía métodos muy específicos para criar a sus hijos. Por ejemplo, todos iban caminando a la escuela, que quedaba a más de 1,6 kilómetros, hiciera el tiempo que hiciera (y en Minnesota, el tiempo se puede poner pesado). Además, sus hijos comenzaban a trabajar apenas cumplían los 16. Su estrategia funcionó. Sus hijos son algunos de los niños más elocuentes, educados y capaces que conozco.

4. Confianza en el proceso: las familias numerosas que admiro parecen tener una relación sana con la infancia. Los padres no andan todo el tiempo encima de los hijos, preocupados por neurotoxinas, no consumir BPA, tarjetas mnemotécnicas o un exceso de actividades. Confían en que si crean un ambiente seguro, limpio y de apoyo, los niños prosperarán por su cuenta.

5. Organización y comunicación: las familias de gran tamaño que conozco son muy organizadas. Quizás este atributo sea el que más admiro, porque soy tan organizada como una pila de cordones de zapatillas. Las familias organizadas cuelgan calendarios grandes de las paredes y anotan ahí los próximos eventos. 

Hay un lugar donde dejar el calzado, las mochilas y las loncheras. Los chicos parecen conocer sus rutinas. Por ejemplo, la semana pasada pasé algunos días con los hijos de mi cuñada. Les pregunté qué querían desayunar. “El viernes es el día de la harina de avena”, me dijo mi sobrino. Quedé maravillada. Nunca había pensado en asignarle un día a la avena. ¡Brillante!

6. Todos aportan: en las familias de gran tamaño nadie se salva. Mi marido me contó que cuando era chico tenía una lista de tareas para hacer después de la escuela. El sábado era el día de trabajar, y no hablamos de limpiar el cuarto, sino de horas y horas de quehaceres dentro y fuera de casa. Él recuerda que intentó esconderse y que lo retaron duramente por eso. Pero una de las cosas que siempre admiré de él es lo mucho que puede trabajar. Sus hermanos y él adquirieron un hábito increíble que mantienen hasta hoy: siempre que estamos juntos, no paran de preguntar “¿Qué puedo hacer para ayudar?”. Lo tienen internalizado.

7. Cultura familiar: hay mucha presión para que los hijos hagan varias actividades extracurriculares. Tres o cuatro deportes, pintura, karate, gimnasia, piano, canto, codificación. Cuando leo notas sobre niños con demasiadas actividades, me parece que no apuntamos al meollo del asunto. Los chicos están bien. Son los padres, ese servicio de taxi, los que andan sobrecargados. Por parafrasear a Bilbo Bolsón de El señor de los anillos, los padres se sienten como mantequilla untada sobre demasiado pan.

Nuevamente por necesidad, las familias numerosas no se pueden permitir dejar a sus hijos en 17 lugares distintos. Tienden a elegir una o dos actividades que pasan a formar parte de la cultura familiar. Quizás todos toquen el violín o naden con el club local. La familia de la prima de mi marido contrató a un instructor de tenis para todos sus hijos. A medida que van creciendo, pueden pasar a realizar actividades distintas, pero cuando son chicos, esto funciona bien por cuestiones de logística.

Las familias de muchos miembros ya no son tan comunes como hace algunas décadas. Las admiro mucho. Hace tiempo, soñaba con tener ocho hijos. Pensaba que seríamos como los Von Trapp y desfilaríamos por la ladera en fila y cantando mientras yo tocaba la guitarra.

En realidad no tengo ocho hijos. Tengo cuatro varones que no quieren usar jeans, muchos menos lederhosen del mismo color, ni cantar, ni siquiera en el coro de la iglesia... ¡que dirijo yo! Sin embargo, incluso con mi pequeña prole, aprendimos mucho del ejemplo de los demás.

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