A 90 años de su muerte, Loïe Fuller sigue siendo la revolucionaria de la danza
COMPARTIR
TEMAS
El primero de enero se cumplieron 90 años del fallecimiento de la pionera de la danza moderna y de la iluminación teatral, quien también fue musa de grandes artistas de principios del siglo 20
Con sus volátiles vestidos de seda, la actriz y bailarina norteamericana Marie Louise Fuller, no solo inspiró los pinceles de Henri de Toulouse-Lautrec, las esculturas de Auguste Rodin o la lente de los hermanos Lumiére, sino que también sentó las bases de la danza moderna, además de que experimentó con nuevas técnicas, que patentó, para mejorar la iluminación en los escenarios del mundo.
Nacida en Hinsdale, Illinois, el 15 de enero de 1862, Fuller comenzó su carrera desde niña, como actriz, y pronto pasó a escenarios de burlesque y vodevil, en los que se presentaba con una falda larga con la que buscaba jugar con la forma en que la luz se reflejaba en ella, diseñando coreografías de danza libre, estilo que rompió con la rigidez del ballet clásico.
Pronto la falda se volvió increíblemente larga, fabricada en seda, y a la presentación ella añadió un juego de luces de colores que resaltaban sus movimientos, lo que dio pie a que, en 1891, naciera la “Danza Serpentina”.
Este espectáculo, en las grabaciones que se conservan de diversas bailarinas realizándolo (no hay ninguna protagonizada por Fuller) para un mexicano, resulta familiar, pues los movimientos de la tela son bastante similares a los producidos por nuestros ejemplos de danza folclórica, sin embargo, la diferencia radica en la escala.
La inmensidad de los vestidos que Fuller creaba para sus presentaciones y las coreografías que armaba para usarlos prácticamente la ocultaban de la vista del público, dando paso a una experiencia que se concentraba en la luz y el movimiento, omitiendo por momentos a la actriz debajo del material.
Este movimiento captó la mirada de artistas de todo tipo, quienes buscaron a “madame Fuller” una vez que llegó a París en 1892 —luego de verse obligada a dejar los Estados Unidos cuando imitadoras de su trabajo comenzaron a pulular y sus intentos por conseguir derechos de autor para su coreografía fueron infructuosos—, para capturarlo a través de cada una de sus particulares disciplinas.
Sus presentaciones en el Folies Bergère cimentaron su popularidad entre los creativos, académicos y científicos franceses. Los carteles realizados para anunciar estos eventos recrean desde diferentes miradas (de ilustradores como Jules Cheret y Jean de Paleologue) la experiencia de presenciar en vivo a “La Loïe Fuller”.
El vestido en estas imágenes adopta características flamígeras, como las llamas que algunos observaron durante sus bailes serpentinos; otros son caminos multicolor que se doblan ante los giros de los brazos de Fuller. Un par la representan sin mucha pompa, con su vestido de seda girando alrededor suyo, mientras que otros toman la metáfora y la plasman sin miedo al dotarla de características y motivos de una mariposa.
Henri de Toulouse-Lautrec realizó con su figura como inspiración una serie de cerca de 60 litografías, en las que más allá de representar a la artista, capturó el vivaz y colorido movimiento de las sedas de Fuller.
Los hermanos Lumiére, quienes patentaron el cinematógrafo, encontraron en estas danzas el ejemplo perfecto para demostrar la capacidad de su instrumento de grabar el movimiento. Ellos captaron en cámara, en 1902, una de las presentaciones de la danza serpentina, aunque no hay pruebas de que la mujer que allí figura sea Fuller.
Auguste Rodin la conoció y la usó también como modelo para algunas de sus esculturas pues, de nueva cuenta, los giros y vueltas de la tela resultaban demasiado seductores para los estetas y creativos parisinos
La bailarina, al desarrollar y patentar tecnologías para mejorar la iluminación teatral incursionó en la ciencia y fue así como también llegó a codearse con los científicos Pierre y Marie Curie, cuyo descubrimiento del radio, con propiedades lumínicas, llamó la atención de la americana.
Las obras que inspiró, sin embargo, no terminan aquí. Theo Van Rysselberghe hizo un grabado de ella en una pose más simple —en comparación de las magníficas y grandiosas poses— portando la primera falda larga que usó, pero mostrando la misma volatilidad de la tela. Por su parte, el austriaco Koloman Moser la pintó de una manera que bien podría considerarse surrealista.
La influencia y conocimientos dancísticos de Fuller fueron heredados a su pupila, Isadora Duncan, quien continuó experimentando con otras formas de expresar a través del cuerpo, lejos de los dogmas rígidos del ballet.
Y aunque su nombre no resulte fácilmente reconocible, su legado está presente. Tan sólo en 2016, una productora francesa filmó “La Danseuse”, película basada en su vida que se estrenó en el Festival de Cannes de ese año, 88 años después de su fallecimiento.