Dopamina, la molécula que gobierna nuestra mente
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La Dopamina es una sustancia química de nuestro cerebro que condiciona de quién nos enamoramos, con quién mantenemos relaciones, a quién votamos y qué nos depara el futuro.
¿A qué se debe que el amor pasional se convierta en desinterés? ¿Por qué nos obsesionamos con aquello que queremos y nos aburrimos al conseguirlo? ¿Por qué razón vivimos pegados a las redes sociales? ¿Cuál es la causa de que algunas personas sean liberales acérrimos y otras sean conservadores extremos? ¿Cómo logramos mantener la esperanza en los tiempos oscuros?.
La respuesta a esos y otros desconcertantes interrogantes reside en la dopamina, una sustancia química de nuestro cerebro, señala el doctor Daniel Z. Lieberman quien dedicó su último libro, “Dopamina” (‘The Molecule of More`, en su versión en inglés) a “esta molécula que determina cada aspecto de la naturaleza humana”, según destaca.
Lieberman es profesor y vicepresidente del departamento de Psiquiatría y Ciencias del comportamiento de la Universidad George Washington (Washington D. C, EU) y miembro distinguido de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría.
Para el neurocientífico David Eagleman de la Universidad de Stanford (California, EU) “la dopamina es la molécula que domina el mundo”, al influir de modo predominante en innumerables facetas humanas, desde el placer, la euforia y el amor, hasta las adicciones, la locura y la creatividad.
Lieberman coincide con Eagleman, añadiendo que la dopamina “nos motiva a superarnos a nosotros mismos, e influye en cómo nos comportamos en el amor, los negocios, la política o la religión”.
Explica que la investigadora Kathleen Montagu, del Hospital Runwell, cerca de Londres, descubrió́ la dopamina en el cerebro en 1957. Se comprobó que solo un 0,0005 % de las células cerebrales segregan este neurotransmisor, que fue bautizado como ‘la molécula del placer’ a raíz de las primeras investigaciones que se efectuaron.
Pero más tarde se descubrió que la dopamina proporciona una sensación mucho más influyente que el placer.
SOBERANA QUÍMICA DEL ‘MUNDO DE ARRIBA’
“Su conocimiento es la clave para explicar, e incluso predecir, el comportamiento en un impresionante abanico de actividades humanas: crear arte, literatura y música; buscar el éxito; descubrir nuevos mundos y nuevas leyes de la naturaleza; pensar en Dios... y enamorarse”, señala Lieberman.
“La dopamina es la sustancia que permitió que nuestros ancestros pervivieran. Hoy, es la responsable de nuestro comportamiento, adicciones y del progreso humano. La ‘la molécula’ del deseo controla nuestros impulsos y la que nos incita a buscar siempre nuevos estímulos”, indica.
“También, es la causante de que un ejecutivo o trabajador ambicioso lo sacrifique todo en pos del éxito; de que un marido o una esposa arriesguen todo al ilusionarse por otra persona o de que los actores, empresarios y artistas sigan trabajando mucho después de conseguir todo el dinero y la fama que habían soñado”, apunta.
Añadiendo que “es la fuente del afán que lleva a los científicos a encontrar explicaciones y a los filósofos a encontrar el orden, la razón y el sentido de las cosas”.
Esta sustancia cerebral nos ayuda a interactuar “en el mundo de arriba”, según Lieberman, quien añade que, cuando “miramos hacia arriba vemos el techo, cuadros en la pared, árboles, casas, edificios, nubes en el cielo a través de la ventana y para alcanzar esas cosas tenemos que planear, pensar, calcular y efectuar algo de esfuerzo coordinado”.
“Cuando prestas atención al ‘mundo de arriba’, el cerebro cuenta con la ayuda de una sustancia química distinta, que deja que te muevas más allá́ del ámbito que tienes a tu alcance y que también te motiva a perseguir, controlar y poseer el mundo que está fuera de tu alcance inmediato”, señala Lieberman.
La dopamina es simple en su forma (carbono, hidrógeno, oxígeno y un átomo de nitrógeno) “pero compleja en el resultado, ya que nos cuenta la historia de la conducta humana”, describe.
“Esa molécula ‘única’ te impulsa a buscar las cosas lejanas, tanto físicas como las que no puedes ver, como el conocimiento, el amor y el poder”, según Lieberman.
“Ya sea extender la mano para llegar al salero en la mesa, viajar a la Luna en una nave espacial o adorar a un dios allende el espacio y el tiempo, esta sustancia química nos permite dominar todas las distancias, tanto geográficas como intelectuales”, apunta.
“La llamada sustancia química “de arriba” te hace desear lo que aún no tienes y te impulsa a buscar cosas nuevas. Te recompensa cuando la obedeces y te hace sufrir en caso contrario”, prosigue.
FUENTE DE LA CREATIVIDAD... Y DE LOCURA
“Es la fuente de la creatividad pero también de la locura; es la clave para la adicción y la vía para la recuperación. Es el combustible para el motor de nuestros sueños, y la fuente de nuestra desesperación cuando fracasamos”, señala.
Añadiendo que, en el cerebro, esta molécula “es un mecanismo polivalente, que nos insta, por medio de miles de procesos neuroquímicos, a dejar atrás el placer de la mera existencia y explorar el universo de posibilidades que llegan cuando las imaginamos”.
“La dopamina es la fuente del deseo (a través del circuito del deseo); de la tenacidad (a través del circuito del control); de la pasión que señala el camino y de la fuerza de voluntad que nos lleva hasta allí́”, según este psiquiatra.
“La dopamina nos proporciona el poder de crear. Nos permite imaginar lo irreal y conectar entre sí cosas que aparentemente no tienen relación. Nos permite construir modelos mentales del mundo que van más allá́ de la descripción física y de las impresiones sensoriales para descubrir el sentido profundo de lo que experimentamos”, según Lieberman.
Aunque reconoce que a veces tener unos niveles altos de dopamina pueden ser un lastre. “Tanto los trastornos mentales como la genialidad, lo peor y lo mejor que el cerebro puede hacer, dependen de la dopamina. Debido a su conexión química básica, la locura y la genialidad están estrechamente relacionadas entre sí”, explica.
Basándose en las pruebas disponibles, Lieberman considera que muchos artistas, científicos y dirigentes brillantes (Newton, Beethoven, Darwin..) tuvieron unos niveles altos de dopamina que contribuyeron a su genialidad, pero también a sus problemas sociales, brotes psicóticos y trastornos mentales.
Los hiperactivos sistemas relacionados con la dopamina de los genios creativos los exponen al riesgo de padecer trastornos mentales. Y tener unos niveles altos presenta otro inconveniente, debido a que inhiben el funcionamiento de otros neurotransmisores (sustancias químicas cerebrales), que Lieberman llama “del aquí́ y ahora”.
“A diferencia de la dopamina, que nos ayuda a lidiar con ‘el mundo de arriba’ los neurotrasmisores “del aquí́ y ahora” nos ayudan a interactuar y relaciónarlos con ‘el mundo de abajo’”, indica el experto
“El ‘mundo de abajo’ está poblado de objetos. Lo constituyen las cosas que están a nuestro alcance, que podemos controlar ahora mismo, que podemos tocar, mover y manipular, que poseemos. Cosas que nos producen satisfacción y nos hacen disfrutar de lo que tenemos en este precisos momento y lugar”, explica.
“Por eso, a las personas brillantes no se les suelen dar bien las relaciones humanas. Les suele faltar empatía del aquí́ y ahora para entender qué pasa por la mente de otras personas, una habilidad fundamental para la interacción social”, remacha.
DESTACADOS:
+ “Cuando tenemos claro el papel que la dopamina juega en nuestra vida, podremos entender por qué nos comportamos como lo hacemos en el amor, los negocios, la política o la religión, e incluso predecir nuestro comportamiento y el de los demás”, según el psiquiatra Daniel Z. Lieberman.
+ Lieberman denomina ‘el mundo de arriba’ “al ámbito de todo aquello, ya sea material o subjetivo, que está fuera de nuestro alcance inmediato y que nos hace pensar, planear y trabajar para obtenerlo”, y destaca que la dopamina nos ayudar dominar todas las distancias, ya sean geográficas o intelectuales.
+ “Esta sustancia la segrega un 0.0005 % de las células del cerebro, pero influye muchísimo en el comportamiento, al moverse por distintos circuitos cerebrales, dando lugar a funciones distintas, como la creatividad o el deseo, pero siempre dirigidas a un interés implacable en mejorar el futuro”, señala Lieberman.
Por María Jesús Ribas EFE/Reportajes