El relato de un médico sobre el caso de los trombos
COMPARTIR
Un médico explica cómo los casos suscitados en mujeres menores de 60 años EU se relacionan con los de Europa al cambiar en el tratamiento de heparina a otro anticoagulante
Denise Grady
A principios de este mes, una mujer de 18 años fue víctima de fuertes dolores de cabeza, vómito, convulsiones, desorientación y debilidad en un brazo, los cuales son síntomas similares a los de un accidente cerebrovascular y que los médicos de un hospital de Nevada se asombraron de ver en alguien tan joven.
En los estudios, se encontraron varios coágulos sanguíneos grandes que estaban obstruyendo las venas que transportan la sangre al cerebro, una anomalía que puede incapacitar o matar a una persona.
Los médicos realizaron un procedimiento mediante el cual succionaron del cerebro grandes coágulos, pero luego descubrieron que se habían formado más.
Esta paciente es una de seis mujeres de entre 18 y 48 años que desarrollaron coágulos en el cerebro después de dos semanas de haber recibido la vacuna de Johnson & Johnson contra el coronavirus. Una de ellas murió y sus terribles casos hicieron que las autoridades de salud de Estados Unidos recomendaran que se suspendiera la administración de esa vacuna el 20 de abril.
Desde entonces, ya se han sumado otros dos casos: uno de ellos de un hombre que fue vacunado durante los ensayos clínicos de la empresa y otro de una mujer que recibió la vacuna después de que se había autorizado para su uso general.
Al igual que en muchos de los primeros casos, en un inicio, a la joven de Nevada le administraron heparina, un anticoagulante de uso común que, desde entonces, los especialistas han descubierto que en realidad puede empeorar esta insólita anomalía que ha afectado a un pequeño número de personas que recibieron la vacuna de Johnson & Johnson o la de AstraZeneca en varios países. Pero hasta hace algunas semanas los médicos de todo el mundo contaban con poca información sobre este trastorno y los doctores de Nevada no lo identificaron de inmediato.
“Estábamos actuando a ciegas con base en los informes de la sociedad de hematología de Europa y el Reino Unido”, señaló Brian Lipman, especialista en enfermedades infecciosas que ayudó a atender a la paciente de Nevada en St. Rose Dominican Hospital, recinto Siena, del sistema de salud Dignity Health, en Henderson, Nevada.
La decisión de Estados Unidos de suspender la aplicación de la vacuna tiene el objetivo de darles tiempo a las autoridades para investigar más sobre la inusual anomalía que provoca los coágulos, evaluar si está relacionada con la vacuna y ofrecerles, tanto a los médicos como a los pacientes, información sobre cómo reconocer los síntomas y atender este trastorno.
Es posible que la suspensión dure, al menos, hasta el próximo viernes -30 de abril-, cuando está previsto que se reúnan los asesores especialistas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) con el fin de evaluar la información y decidir si se reanuda la administración de la vacuna. El viernes, Rochelle Walensky, directora de los CDC, y otros altos funcionarios del Departamento de Salud de Estados Unidos quisieron tranquilizar a la población diciéndole que la suspensión, es una precaución razonable para evaluar el riesgo. También subrayaron que en general la vacuna de Johnson & Johnson y las otras que se aplican en Estados Unidos son seguras y que prueba de ello son los millones de estadounidenses que las han recibido y no han tenido ningún problema.
Sin embargo, puesto que el mundo vive asolado por una implacable epidemia, es una decisión difícil suspender, incluso de manera temporal, el uso de una vacuna muy eficaz que muchos países habían pensado utilizar. Los especialistas en salud pública temen que, aun cuando se vuelva a usar la vacuna, esta medida envíe un mensaje que socave la confianza a nivel global y que mueran innecesariamente de COVID-19 un gran número de personas que habrían podido inmunizarse debido a que ellas o sus gobiernos rechacen la vacuna de esa empresa.
Estados Unidos, donde Johnson & Johnson solo abasteció alrededor del cinco por ciento de las vacunas contra el COVID, puede costear esa suspensión: cuenta con muchas dosis de otras vacunas de Moderna y Pfizer-BioNTech para llenar ese vacío. Otros países no pueden hacerlo. Además, muchas naciones también han suspendido o restringido el uso de otra vacuna eficaz, la elaborada por AstraZeneca, porque también se ha asociado con una insólita aparición de trombos muy similar.
Aproximadamente 7.4 millones de estadounidenses han recibido la vacuna de Johnson & Johnson y, hasta ahora, solo se ha informado de ocho casos de trombos, siete de ellos en mujeres. En Europa, el Reino Unido y otros tres países, de 34 millones de personas que recibieron la vacuna de AstraZeneca, se han reportado 222 casos, la mayoría en mujeres de menos de 60 años. Ahora, debido a que muchos de estos casos se han presentado en personas más jóvenes, varios países han limitado su aplicación a los adultos mayores.
Para algunos detractores, no tiene sentido entorpecer una campaña de vacunación global durante una pandemia solo por unos cuantos casos de un trastorno poco frecuente.
No obstante, aunque el precio que debemos pagar por algunos medicamentos o vacunas sea tolerar ciertos efectos secundarios inusuales, resulta difícil aceptar los más insólitos si son graves e impredecibles, como los trombos en el cerebro, sobre todo en personas jóvenes y sanas.
“Esta complicación es desastrosa”, dijo en una entrevista Anthony Fauci, principal asesor médico para la pandemia del gobierno de Biden.
Y añadió: “Una mujer ha muerto, tres están en el hospital, una en cuidados intensivos. Pese a que la cifra es pequeña, es una complicación devastadora, así que creo —yo no tomé la decisión—, pero creo que su lógica es, al menos según lo que me comunicaron, que querían hacer una breve pausa para investigar, para alertar a la gente. En ocasiones comienza con síntomas leves, como un pequeño malestar abdominal, y luego, de un momento a otro, terminan teniendo una embolia cerebral”.
También comentó: “Tal vez haya muchas más personas a las que no estemos considerando debido a la variabilidad de las manifestaciones de la enfermedad”.
Informar a los médicos y a la población sobre los síntomas —fuertes dolores de cabeza, dificultad para respirar, dolor de piernas o de abdomen— podría ayudar a detectar más casos.
Fauci mencionó que otro motivo de la suspensión es la necesidad de avisar a los médicos que no deben prescribir heparina, un tratamiento anticoagulante ordinario, a estos pacientes “porque, en estas circunstancias, la heparina puede empeorar las cosas”.
No se sabe si la heparina que al principio se administró a estos pacientes agravó su padecimiento.
Los especialistas recomiendan el uso de otros anticoagulantes, que se necesitan con urgencia porque los coágulos de los pacientes siguen creciendo y se siguen formando más. Los médicos de Europa que atendieron a los que recibieron la vacuna de AstraZeneca y tuvieron un trastorno similar señalaron que este podía empeorar muy rápido.
“El verdadero problema es el tiempo que tarden en decidir lo que van a hacer”, comentó Fauci, refiriéndose al grupo asesor de los CDC. “El resto del mundo está al pendiente y la expectativa es que J&J sea parte importante de la respuesta a nivel mundial, como lo es AstraZeneca”. Agregó: “No queremos apresurarlos, pero espero que tomen una decisión en un lapso de tiempo razonable”.
Según Lipman, quien señaló que sus declaraciones eran independientes y no como representante del hospital, la joven de Nevada estaba luchando por su vida y tuvieron que conectarla a un respirador.
La familia de la paciente se rehusó a dar entrevistas.
Lipman comentó que las piezas comenzaron a encajar cuando el equipo estudió sus muestras de sangre y se dieron cuenta de que parecía tener el mismo problema que había surgido en el Reino Unido y Europa luego de que los pacientes, en su mayoría mujeres jóvenes, habían recibido la vacuna de AstraZeneca. Cambiaron de heparina a otro anticoagulante y empezaron a seguir las indicaciones de los médicos del Reino Unido que atendieron a personas que habían presentado una anomalía similar tras recibir la vacuna de AstraZeneca.
En el hospital de Nevada, un radiólogo intervencionista introdujo un tubo por los vasos sanguíneos hasta el cerebro de la joven y con un dispositivo succionó los coágulos sanguíneos. Después, se formaron más trombos y volvió a realizar el procedimiento.
Sin embargo, este trastorno no solo provoca coágulos: al igual que otros pacientes, esta joven también tuvo una hemorragia cerebral.
Lipman mencionó que fue transferida a un hospital más grande, donde aún se encuentra conectada a un respirador. Señaló que su pronóstico es incierto y añadió: “Su vida se ha transformado, y no solo la de ella, sino la de toda su familia”. c.2021 The New York Times Company