Las nanas o canciones de cuna, con las que los bebés se quedan dormidos, son esenciales para su desarrollo lingüístico
Las nanas son esas maravillosas canciones con las que los bebés se duermen arrullados; recientemente se ha demostrado que tanto la música que escucha una madre embarazada, así como la que canta favorecen en las capacidades lingüísticas del bebé
A la creación y conservación en el tiempo de las nanas han contribuido autores consagrados de la literatura, algunos de los cuales, como Federico García Lorca, mantuvo un interés especial por recuperar y mantener su fijación escrita, con el fin de que no se perdieran en el tiempo.
UNA TRADICIÓN VIVA CON LENGUAS DIFERENTES
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Autores españoles como el propio Federico García Lorca, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Carlos Murciano, Gloria Fuertes, Federico Muelas o Carmen Conde, entre otros, e hispanoamericanos como Nicolás Guillén, Gabriela Mistral o Pablo Neruda han contribuido a ampliar el repertorio de esta poesía lírica popular de tradición infantil.
Gracias a este interés, la nana aún se encuentra viva en la tradición de los países de habla hispana con ese nombre, o con el de canción de cuna, e incluso con otras denominaciones no tan conocidas en España: arrullos, cantos de arrorró o rurrupatas. Aunque su existencia no es exclusiva del mundo de habla española, pues este tipo de canciones se interpretaron y se interpretan también en otras lenguas diferentes.
Para la investigadora mexicana Brianna Adanelly, desde el mundo de la Psicología se ha señalado que la capacidad de respuesta a los estímulos sonoros de las personas es muy temprana: “se habla, incluso, de que existe en el periodo fetal; quizás, por eso los niños muy pequeños tienen una especial sensibilidad para captar ritmos, tonos, acentos, pausas o inflexiones de la voz; en este sentido, no sería descabellado considerar que el movimiento de arrullo, con los estribillos que lo acompañan estén relacionados con la afectividad que envuelve a la nana”.
Una reciente investigación realizada por Carles Escera, profesor del Instituto de Neurociencia Cognitiva de Barcelona, junto con su equipo del mismo departamento y en colaboración con el Departamento de Obstetricia y Ginecología del Hospital Sant Joan de Déu, explica el efecto que la música tiene sobre los bebés desde que se encuentran en el seno de sus madres.
EFECTOS DE LA MÚSICA DURANTE LA GESTACIÓN
“El experimento consistía en preguntar a las madres embarazadas si durante el último trimestre del embarazo habían escuchado música o habían cantado al feto, además de la frecuencia con la que lo hacían. Así, clasificamos a los bebes en dos grupos: las que escuchaban música diariamente mediante altavoces, no por auriculares, o cantaban, de manera que las vibraciones por resonancia se trasmitían también al feto, y el otro grupo era el de las madres que no lo hacían”, señala el profesor.
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Los científicos analizaron la respuesta cerebral a los sonidos del lenguaje de los bebés las primeras 24 - 48 horas después del parto. El grupo estaba formado por embarazos sin complicaciones ni riesgo, con un peso normal, y lo que sorprendió a los científicos fue que en los niños que habían estado expuestos diariamente al canto de la madre o de la música con altavoces “la respuesta era mucho más robusta, es decir, que su cerebro codificaba con más precisión o más fidelidad a los sonidos del lenguaje, que los niños que no habían estado expuestos a la música”, asegura Escera.
Para ello, el neurocientífico y su equipo registraron la actividad eléctrica del cerebro mediante un electroencefalograma con el fin de analizar la respuesta del cerebro a la presentación de un sonido del lenguaje. “Los recién nacidos, dice el profesor, responden a los sonidos y, durante los primeros meses de vida, aprenden a discriminar los sonidos que pertenecen a la voz materna y los que no”.
Esta diferenciación requiere “un proceso de maduración cerebral durante el primer medio año de vida, cuando ya responden a los sonidos del lenguaje. Los estímulos que utilizábamos eran muy sencillos: la sílaba ‘da’ o el diptongo ‘oa’, que son sonidos del lenguaje. Los bebés que habían escuchado música hacían un seguimiento más fiel de las variaciones del tono de la voz, que los bebés que no habían estado expuestos a la música”.
LAS PRIMERAS Y ARRAIGADAS COMUNICACIONES CON EL BEBÉ
Instintivamente, esta puede ser la razón por la que las nanas han sido utilizadas para entablar, por parte de las madres, las primeras comunicaciones con el bebé, como expone el profesor:
“Hay muchos estudios sobre estas interpretaciones musicales infantiles, por un lado, están las nanas y, por otra parte, una forma de hablar que se utiliza en muchas culturas, muy pausada, marcando mucho los ritmos, los inicios de las palabras y modulando mucho el tono de la voz para generar una comunicación. Todas estas maniobras se vienen aplicando por los humanos desde hace miles de años y se han aprendido históricamente. En realidad, lo que hacen es favorecer la adquisición del lenguaje”.
Según Carles Escera, el lenguaje es una información acústica extraordinariamente compleja. Los seres humanos decimos dos palabras por segundo y una sílaba cada medio segundo; un fonema en 200 milésimas de segundo o menos; las consonantes duran 50 milésimas de segundo y las variaciones en la vibración del aire ocurren entre 100 y 3,000 veces por segundo. Eso hace que el cerebro del bebé que todavía no está maduro se someta a una presión muy importante para decodificar estas variaciones acústicas.
“Por eso, la estrategia de hablar con esta entonación típica que se le dirige a los bebés, que es una cantarela o el hecho de cantarles nanas, ayudan a que el cerebro se vaya exponiendo progresivamente a la complejidad acústica del lenguaje y, por tanto, favorecer su adquisición”.
Pero el neurocientífico y su equipo quieren demostrar, mediante otro ensayo clínico controlado, que, efectivamente, “lo que hemos observado no depende de otros factores que pudieran influir, como sería que esa capacidad para procesar el lenguaje de las madres que utilizan la música fuera una capacidad innata que trasmitieran genéticamente a los bebés y no por el hecho de escucharla”.
La idea es reproducir el estudio de forma mucho más controlada llevando un diario de la frecuencia con la que se escucha la música o se canta, y “queremos hacer un seguimiento durante el primer año de vida, empezaríamos con 6 meses y luego a los 12 meses, para comprobar si esas diferencias se mantienen y si tienen alguna repercusión en las competencias lingüísticas a medida que va pasando el tiempo”.
La posible relevancia de los resultados es, para Carles Escera, revelador porque, si se confirma este efecto al escuchar música durante el embarazo, “habría que pensar en programas de estimulación estructurados para que las madres estimulen a los bebés de una manera lúdica para ellas mismas y, por supuesto, provechosa para el futuro bebé”.
DESTACADOS:
- Una reciente investigación realizada por Carles Escera, profesor del Instituto de Neurociencia Cognitiva de Barcelona, junto con su equipo del mismo departamento y en colaboración con el Departamento de Obstetricia y Ginecología del Hospital Sant Joan de Déu, explica el efecto que la música tiene sobre los bebés desde que se encuentran en el seno de sus madres.
- Lo que sorprendió a los científicos fue que en los niños que habían estado expuestos diariamente al canto de la madre o de la música con altavoces “la respuesta era mucho más robusta, es decir, que su cerebro codificaba con más precisión o más fidelidad a los sonidos del lenguaje, que los niños que no habían estado expuestos a la música”, asegura Escera.
- “Hay muchos estudios sobre estas interpretaciones musicales infantiles, por un lado, están las nanas y, por otra, una forma de hablar que se utiliza en muchas culturas, muy pausada, marcando mucho los ritmos, los inicios de las palabras y modulando el tono de la voz para generar una comunicación. Todas estas maniobras se vienen aplicando por los humanos desde hace miles de años y se han aprendido históricamente. En realidad, lo que hacen es favorecer la adquisición del lenguaje”, asegura el neurocientífico.
Por Isabel Martínez Pita EFE-Reportajes.