Cómo ayudarle a un adolescente que no puede dormir
Los estimados nacionales sugieren que alrededor de seis de cada diez estudiantes de secundaria duermen menos de las nueve a doce horas recomendadas por noche
Por: Catherine Pearson
Con unos horarios apretados, jornadas escolares que empiezan a las ocho de la mañana y la atracción de las pantallas, con razón muchos adolescentes en Estados Unidos no duermen lo suficiente.
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Los estimados nacionales sugieren que alrededor de seis de cada diez estudiantes de secundaria duermen menos de las nueve a doce horas recomendadas por noche, mientras que alrededor de siete de cada diez estudiantes de bachillerato duermen menos de las ocho a diez horas recomendadas. Y más de uno de cada cinco adolescentes padece insomnio, el cual se caracteriza por problemas para quedarse dormido, permanecer dormido o tener suficiente calidad de sueño (o una combinación de estas opciones).
Cuando los adolescentes llegan a la pubertad, “pasan dos cosas esenciales”, afirmó Judith Owens, directora del Centro Pediátrico para Trastornos del Sueño del Hospital Infantil de Boston. “La primera es que hay un cambio en sus ritmos circadianos naturales, por lo que su hora natural para irse a dormir y despertar es más tarde, hasta un par de horas. Lo segundo que ocurre es que su ritmo de sueño se ralentiza”. Por lo tanto, los adolescentes no solo quieren quedarse despiertos hasta más tarde, sino que sus cuerpos son capaces de hacerlo, señaló Owens.
A pesar de estos cambios biológicos, los expertos subrayan que la pérdida de sueño no es una parte normal o natural de la adolescencia y la Academia Estadounidense de Pediatría ha declarado que el sueño insuficiente es uno de los riesgos más apremiantes para la salud de los adolescentes y mencionó consecuencias como el deterioro del estado de ánimo y la atención y una disminución del control de los impulsos.
The New York Times habló con Owens y otros expertos en sueño y salud mental en adolescentes para saber cómo ayudar a los jóvenes que tienen dificultades con el sueño.
Cambia un mal hábito de sueño.
Aunque los datos sobre la privación del sueño en adolescentes son escasos, Sonal Malhotra, profesora adjunta de Medicina Pulmonar y del Sueño en la Universidad Baylor de Medicina y el Hospital Infantil de Texas, tranquilizó a los padres: muchos de los adolescentes que trata no padecen lo que ella consideraría como verdadero insomnio crónico, aunque en el papel cumplen los criterios de las personas que tienen dificultades con el sueño tres o más noches a la semana durante más de tres meses. En cambio, simplemente están plagados de una mala higiene del sueño.
Según Malhotra, no quiere despreciar los problemas de sueño que enfrentan muchos adolescentes, sino para tranquilizar a las familias de que los pequeños cambios pueden hacer una gran diferencia. Malhotra insta a los adolescentes a hacer un ajuste en su rutina del sueño que consideren factible y tal vez benéfico: por ejemplo, asegurarse de que su habitación esté oscura y cómoda, evitar ingerir una comida abundante o tomar cafeína relativamente cerca de la hora de acostarse.
“Abarcar todo a la vez no es lo ideal”, afirmo Malhotra, quien agregó que les dice a los adolescentes que, si pueden cambiar un hábito, aunque sea el 50 por ciento de la semana, lo considera una victoria.
Considera una estrategia de reducción de daños hacia las pantallas.
“Tenemos montones de estudios que demuestran cuán destructiva es la tecnología para el sueño”, comentó Lisa Damour, psicóloga clínica y autora de “The Emotional Lives of Teenagers”. Damour insiste en que nadie, ni siquiera los adultos, debe tener un teléfono en su habitación por la noche. Damour insta a los padres a establecer esa regla a una edad temprana: “En el momento en que un niño pide un teléfono, acepta cualquier cosa”, se ríe. “Los padres no deben desaprovechar la enorme influencia que tienen”.
Pero, si eso no es factible, hay mecanismos para disminuir los daños del uso nocturno de las pantallas.
El uso pasivo, como ver un programa, es mejor que el activo, como enviar mensajes de texto o jugar, afirmó Dave Anderson, psicólogo clínico de Child Mind Institute. También importa lo que vea un adolescente y en qué lo ve: por ejemplo, una comedia situacional es mejor que un programa de suspenso, comentó. Y es preferible verlo en una pantalla pequeña que en un televisor de 60 pulgadas, el cual emite más luz azul.
“La exposición a la luz, en particular a la luz azul, suprime la liberación de melatonina”, afirma Owens. “Y los adolescentes son aún más sensibles a esa supresión de melatonina”.
Si los adolescentes van a ver una computadora u otro dispositivo hasta altas horas de la noche, Owens recomienda darles unas gafas que bloqueen la luz azul o lograr que utilicen una aplicación para detener la exposición a la luz azul. “No reduce la estimulación cognitiva de hacer tarea a las diez y media de la noche”, mencionó. “Pero ayuda en algo”.
Ayuda a tu hijo adolescente a cavilar menos.
Los adolescentes, como los adultos, pueden quedar atrapados en un bucle mental que alimenta el insomnio: Todavía me falta mucho por hacer. ... Si no duermo lo suficiente, reprobaré el examen de mañana. ... Anoche, no pude dormir, así que esta noche también será un desastre.
Para dejar de darles vueltas a las cosas en la cabeza, Malhotra les recomienda a los adolescentes que lleven un diario en el que puedan anotar lo que logren ese día y el plan para mañana, junto con las preocupaciones que puedan tener. Por la noche, los padres deben decirles a sus hijos que, si están despiertos más de 20 o 30 minutos, deben levantarse de la cama y hacer algo relajante, como leer un libro o escuchar música tranquilizadora.
El panorama general: los padres deben tener ojo crítico para detectar si el horario de sus hijos simplemente está demasiado cargado, afirmó Anderson.
Anderson también hizo notar que los padres deberían consultar a un médico de atención primaria o a un profesional de la salud mental si les preocupan los problemas prolongados de sueño o si creen que su hijo está lidiando con un estrés incontrolable.
No obstante, Anderson mencionó que los padres pueden ayudar a aliviar parte de la presión que sufren los adolescentes mostrándoles compasión y oponiéndose al tipo de pensamiento de “todo o nada” que contribuye al estrés que sienten muchos de ellos.
Anderson señaló que se le puede ayudar a un adolescente si se le dice varias veces: “Cariño, quiero que sepas que ninguna calificación, ninguna actividad, ningún evento social que te pierdas va a hacer o deshacer tu vida”.