Cómo el estrés enmascara los síntomas de una enfermedad crónica
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Muchos problemas causados por el estrés (dolores de cabeza, acidez, presión arterial alta) pueden ser también síntomas de otras enfermedades. Aunque algunos doctores sigan desestimándolos.
Por: Knvul Sheikh
Amina AlTai siempre se había enorgullecido de su dinamismo y resistencia. Cuando empezó a experimentar niebla cerebral y fatiga, AlTai, de 39 años, pensó simplemente que se debía a las largas horas de trabajo en su departamento de marketing. Así que empezó a escribir recordatorios para no perder el rumbo. Pero entonces se le empezó a caer el pelo, subió y bajó mucho de peso y empezó a tener problemas gastrointestinales.
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AlTai estaba segura de que algo iba mal. Pero los seis primeros médicos que la atendieron no la tomaron en serio. Algunos le dijeron que tenía tanto pelo que perder un poco no debería ser un problema. Varios mencionaron que parecía sana y desestimaron sus síntomas como “simple estrés”. Solo cuando otro médico le pidió análisis de sangre le diagnosticaron la enfermedad de Hashimoto y la enfermedad celíaca, dos afecciones autoinmunes que pueden dañar la tiroides y el intestino delgado.
“Me llamaron y me dijeron: ‘No vayas a trabajar. Ve al hospital, porque estás a días de sufrir un fallo multiorgánico’”, recordó AlTai. Las dos enfermedades crónicas habían alterado su capacidad para regular las hormonas y absorber vitaminas y nutrientes esenciales.
Los científicos saben ahora que el estrés está íntimamente relacionado con muchas enfermedades crónicas: puede provocar cambios inmunológicos e inflamaciones en el organismo que pueden empeorar los síntomas de afecciones como el asma, las cardiopatías, la artritis, el lupus y la enfermedad inflamatoria intestinal. Mientras tanto, muchos problemas causados por el estrés —dolores de cabeza, acidez, problemas de tensión arterial, cambios de humor— pueden ser también síntomas de enfermedades crónicas.
Para médicos y pacientes, este cruce puede resultar confuso: ¿es el estrés la única causa de los síntomas o hay algo más grave en juego?
“Es muy difícil desenmarañarlo”, dijo Scott Russo, director del Centro de Investigación Cerebro-Cuerpo de la Facultad de Medicina Icahn de Monte Sinaí.
Cómo el estrés puede desencadenar otras enfermedades
El estrés detona de forma natural la llamada respuesta de lucha o huida. Cuando nos enfrentamos a una amenaza, la tensión arterial y la frecuencia cardiaca aumentan, los músculos se tensan y el cuerpo concentra el azúcar en sangre para facilitar una reacción rápida, explicó Charles Hattemer, especialista en salud cardiovascular de la Universidad de Cincinnati.
Si las personas están estresadas durante semanas o meses, su organismo puede ser incapaz de seguir el ritmo de otras funciones, lo que provoca problemas como falta de memoria, fatiga y problemas para dormir. Las hormonas del estrés, como la adrenalina y el cortisol, pueden elevar crónicamente la tensión arterial o aumentar la obstrucción de las arterias, lo que puede dañar el corazón con el tiempo, según Hattemer.
También hay indicios de que el estrés puede contribuir a la sobreactivación del sistema inmunitario y provocar inflamación. En un estudio de 186 pacientes, investigadores italianos descubrieron que el 67 por ciento de los adultos celíacos habían sufrido algún acontecimiento estresante antes del diagnóstico.
Más recientemente, Russo y sus colegas demostraron en dos estudios que los ratones angustiados tenían niveles más altos de neutrófilos, que causan inflamación, y menos células T y células B en el torrente sanguíneo que podrían producir anticuerpos o matar células infectadas con virus.
Él y sus colegas también descubrieron que los pacientes con depresión severa presentaban desequilibrios similares en las células inmunitarias en comparación con los controles en personas sanas. Los investigadores creen que el organismo modifica la composición de las células inmunitarias que circulan por la sangre como forma de reducir los daños causados por una infección o un estrés agudo, explicó Russo.
Sin embargo, ante el estrés crónico, el organismo a veces “simplemente no puede apagar el sistema inmunitario”, añadió.
Para quien ya corre el riesgo de padecer enfermedades crónicas, ya sea por predisposición genética, exposición a sustancias químicas, contaminación atmosférica o infecciones víricas, un periodo prolongado de estrés puede llevarlo al borde de la enfermedad.
Lynne Degitz, de 56 años, pasó varios años luchando contra lo que parecían infecciones extremas de forma intermitente. Una vez pensó que tenía mononucleosis. En otra ocasión, estaba segura de que era bronquitis. Ni ella ni sus médicos pensaron que pudiera tratarse de una enfermedad crónica.
Entonces empezó a trabajar en un nuevo empleo muy estresante y empezó a tener fiebre, hinchazón de las articulaciones y fatiga casi a diario. “Tenía un trabajo interesante y exigente, así que seguí adelante”, dijo Degitz. “Utilizaba días de incapacidad a corto plazo para recuperarme o días de vacaciones cuando lo necesitaba”.
Después de más de dos años de ir y venir a citas médicas y de probar tratamientos que finalmente no ayudaron, a Degitz le diagnosticaron un tipo de artritis conocida como enfermedad de Still. Los médicos no saben exactamente qué la causa, pero las investigaciones empiezan a sugerir que probablemente sea una combinación de factores, como reacciones anormales a las infecciones y el estrés.
“Todos tenemos dolencias y debilidades físicas”, dijo Russo. “El estrés se aprovecha de ellas y las empeora”.
Cuando los síntomas se convierten en fuente de estrés
Para los pacientes con enfermedades crónicas, los mismos factores de estrés que pueden haber desencadenado sus síntomas pueden dificultar el control de su enfermedad.
Y algunos dicen que no siempre tienen la sensación de que los médicos reconozcan lo difícil que puede ser controlar el estrés, especialmente cuando se sienten mal. Cuando a Teresa Rhodes le diagnosticaron artritis reumatoide por primera vez hace varias décadas, un médico le sugirió que hiciera más ejercicio para reducir su estrés y fortalecer las articulaciones, que estaban siendo dañadas por la enfermedad.
Pero “los propios síntomas de la enfermedad eran estresantes”, dijo Rhodes, que ahora tiene 66 años. “Es muy difícil hacer ejercicio cuando estás tan fatigada”. Solo cuando desaparecieron otros factores estresantes de su vida —sus hijos crecieron y abandonó un matrimonio difícil— pudo descansar lo suficiente y volver a hacer ejercicio.
Muchos médicos no están capacitados para preguntar sobre las fuentes de estrés, o asesorar a los pacientes sobre el impacto del estrés, dijo Alyse Bedell, una médico-investigadora que se especializa en cómo el estrés afecta la salud digestiva en el departamento de medicina de la Universidad de Chicago. Un estudio realizado en 2015 sobre más de 30.000 visitas de pacientes a consultas médicas reveló que los médicos de atención primaria solo aconsejaban a los pacientes sobre la gestión del estrés en el 3 por ciento de las visitas.
Cuando a Nico, el hijo de 12 años de Stephanie Torres, le diagnosticaron la enfermedad de Crohn, se sorprendió al escuchar que el gastroenterólogo pensaba que controlar el estrés que claramente desencadenaba sus síntomas era responsabilidad de la familia. “Su respuesta fue básicamente: ‘Este es tu problema. Resuélvelo tú’”.
Los pacientes dijeron que en lugar de sugerirles simplemente que eliminen las fuentes de estrés, los médicos podrían trabajar con ellos sobre pequeñas formas de controlar el estrés cada día. Una vez que AlTai fue diagnosticada y empezó a tomar medicación para sus dos dolencias, se sintió lo bastante bien como para hacer los cambios dietéticos necesarios para subsanar las deficiencias nutricionales causadas por sus enfermedades. Empezó a dar paseos regulares y a meditar por las mañanas.
Con el tiempo, AlTai dejó su trabajo de marketing y se convirtió en entrenadora ejecutiva, lo que le permitió establecer su propio horario, dijo. Su hospitalización y el diagnóstico de dos enfermedades crónicas le hicieron darse cuenta de que esos cambios eran necesarios.
“Lo llamo mi momento de parada, porque literalmente me paró en seco”, explicó. “Tuve que reevaluar realmente mi relación con el trabajo, el éxito y el estrés”.