¿Cómo ser más productivo?
¿Qué tan productivo fue tu día?
Es una pregunta complicada, en particular para algunos trabajadores remotos durante el último año y medio.
Parte del problema es la definición de productividad. Como medida macroeconómica, significa la producción total por hora de trabajo. Es decir, por ejemplo, la cantidad de sartenes que un trabajador puede hacer en una hora. La Oficina de Estadísticas Laborales informa de manera trimestral los datos y los economistas los utilizan para determinar la eficiencia de una sociedad y si su calidad de vida está aumentando.
En un nivel más profundo, medir la productividad es mucho más complejo. ¿Cómo se mide, por ejemplo, la productividad de un guardia de seguridad o de un neurólogo?
En cualquier caso, durante la pandemia, parece que este tipo de productividad laboral creció con rapidez.
“Soy más optimista sobre el crecimiento de la productividad ahora, a mediados de 2021, que hace dos años, antes de la pandemia”, dijo Chad Syverson, profesor de Economía en la Escuela de Negocios Booth de la Universidad de Chicago.
Sin embargo, la productividad tiene otro significado, uno que se ha extendido a los pasillos de la autoayuda con títulos similares a “Cómo ser un ninja de la productividad” y “Trabaja de manera inteligente”. En ese sentido, la productividad se ha convertido en una palabra de moda, con todo un ecosistema de entrenadores y consultores que ayudan a las personas a realizar una tarea más de sus listas de pendientes.
Aunque la palabra es la misma, la producción de la economía en un trimestre no es la misma que la de cualquier individuo en un día. Pero la brecha entre los dos modos de pensar respecto a la productividad puede estar deformando nuestro juicio personal de cuánto estamos haciendo, y la pandemia no ha ayudado.
“Una manera de comprobar ‘¿Cuán productiva es la economía de la pandemia?’ es hacer la pregunta: ‘¿Estás mejor ahora que hace dos años?’ a un grupo de personas. Creo que la mayoría diría que son miserables”, dijo Gregory Clark, profesor de Economía en la Universidad de California, en Davis, que estudió la productividad durante la Revolución Industrial. “De alguna manera, no reflejamos algunos elementos de la situación actual con los indicadores convencionales”.
En las encuestas, los empleados suelen decir que son más productivos trabajando en casa. Pero quienes trabajan de manera remota han tenido que lidiar con más interrupciones y preocupaciones inmediatas como el cuidado de niños. La falta de definición en los límites entre el trabajo y la vida ha hecho que sea más difícil evaluar cuánto trabajo por hora se realiza en un día. La falta de motivación después de un año y medio de tedio pandémico también puede estar reduciendo los logros de un subgrupo de trabajadores. Incluso aquellos que dicen que son igual de productivos pueden sentirse más solos, menos satisfechos y no tan comprometidos.
Durante mucho tiempo, los estadounidenses han considerado a la productividad como una virtud similar a levantarse muy temprano por la mañana o comer ensalada. Benjamin Franklin, en su autobiografía, describió un programa diario que comenzaba con la pregunta: “¿Qué bien haré este día?” e incluía medidas como despertarse a las cinco de la mañana y ocuparse con el trabajo u otras tareas, cada hora, hasta las diez de la noche.
Chris Bailey, consultor de productividad y autor de “The Productivity Project”, definió la productividad como “solo hacer lo que nos propusimos”.
Pero la productividad también se convirtió en “la moneda del trabajo”, dijo, y es natural que la gente quiera más de eso.
“A menudo asumimos la productividad como un objetivo predeterminado sin pensar mucho en cómo podemos hacer que funcione para nosotros, en vez de solo buscarla sin cuestionar”, dijo.
Bailey, que tiene 31 años y vive en Ontario, lo sabe de primera mano. Cuando era un adolescente, devoró libros sobre productividad, una obsesión que lo consumió tanto que rechazó ofertas de trabajo de tiempo completo cuando se graduó de la universidad para pasar un año estudiando y escribiendo sobre productividad. Como parte de su búsqueda, realizó experimentos en sí mismo, trabajando 90 horas a la semana o “convirtiéndose en un vago total durante una semana” y llegó a ganar 4.5 kilogramos de masa muscular magra.
Algunos grupos encontraron que, durante la pandemia, ser productivo es muy desafiante. La mitad de los padres que trabajan desde casa con niños menores de 18 años y casi el 40 por ciento de todos los trabajadores remotos de entre 18 y 49 años dijeron que les había resultado difícil poder hacer su trabajo sin interrupciones, según el Centro Pew de Investigación. Es más probable que los padres, a diferencia de quienes no tienen hijos, digan que tuvieron dificultades para cumplir con los plazos y completar los proyectos mientras trabajaban desde casa.
A medida que los empleadores siguen tratando de descubrir maneras de atraer a sus empleados y motivarlos para que regresen a las oficinas, cómo aprovechar al máximo su fuerza laboral se ha convertido en un enigma gerencial con amplias implicaciones económicas. Algunos ya han anunciado planes para dar a los empleados más flexibilidad, un guiño a la idea de que existe una relación entre la producción total y cómo se siente la gente. Twitter dijo que los empleados que podían hacer su trabajo de manera remota podían trabajar desde casa para siempre.
Brigid Schulte, directora del programa Better Life Lab en el laboratorio de ideas New America y autora del libro “Overwhelmed: Work, Love and Play When No One Has the Time”, dijo que durante mucho tiempo la cultura estadounidense había creído que trabajar más significaba trabajar más duro y ser más productivo, a pesar de las fallas en esa manera de pensar. Señaló la idea de que había un “abismo de productividad”: los trabajadores solo son productivos durante cierto número de horas, después de eso su productividad disminuye y pueden comenzar a cometer errores.
“Durante mucho tiempo hemos asumido que existe una conexión, errónea en realidad, entre trabajo prolongado, trabajo duro y productividad y nunca ha sido así”, dijo Schulte. c.2021 The New York Times Company