El teatro incómodo de Bertolt Brecht

Vida
/ 14 agosto 2016

Hoy se cumplen seis décadas de la muerte de uno de los mayores genios del teatro alemán, cuyo legado escénico y poético goza de una vigorosa vigencia

BERLÍN.- Era un mujeriego empedernido, sus obras se ponían en escena con un máximo esmero y actualmente siguen representándose en los teatros de todo el mundo. Hoy se cumplen 60 años de la muerte de uno de los mayores genios del teatro alemán: Bertolt Brecht.

Tenía fama de ser un enorme fanfarrón y le quedaba muy claro cómo quería pasar a la historia: “Escriba usted que yo era incómodo, así debo ser recordado después de mi muerte”, dijo Brecht al párroco y publicista Karl Kleinschmidt, días antes de fallecer el 14 de agosto 1956.

“Habrá seguro oportunidades”, agregó el dramaturgo. Y sus profecías se cumplieron. Hoy en día Bertolt Brecht es, después de Shakespeare y Schiller, el dramaturgo más llevado a escena en Alemania.

Sus obras más exitosas siguen siendo la anticapitalista La ópera de los tres centavos, Santa Juana de los mataderos y El alma buena de Sezuán.

Hijo del director de una fábrica de papel, escribió 48 obras de teatro, más de dos mil 300 textos poéticos y mucha prosa.

“Cambia el mundo, que lo necesita”, era la máxima de este intelectual nacido en la localidad bávara de Augsburgo que luchó por medio del arte para lograr un mundo más justo, libre de explotación.

Para alcanzar la popularidad utilizó conscientemente las últimas técnicas en fotografía y cine de su época, subraya Stefan Keppler-Tasak, de la Universidad de Tokio e investigador en la Universidad Libre de Berlín. “Mientras estrellas de la literatura como Thomas Mann miraban al mundo mediático con recelo, Brecht fue el primer profesional de los medios de la era del cine”.

Con cazadora de cuero, gorra, una sonrisa desvergonzada y gafas niqueladas, el poeta se presentaba al mundo como el bolchevique de la cultura. “A eso hay que añadir su actitud de rechazo y las indisposiciones de un divo”, agrega Keppler-Tasaki.

Para Brecht, el comunismo era como una declaración a favor de la modernidad. Casi se podría decir que “fue comunista, porque el rojo le quedaba muy bien con el color de su chamarra”, apunta el experto. El 14 de agosto de 1956 fallecía a los 58 años en Berlín oriental. Al regresar del exilio en Estados Unidos se había decidido por la extinta República Democrática Alemana.

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Al principio, el Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) de la RDA no lo recibió con los brazos abiertos, puesto que Brecht nunca se había afiliado al mismo. Pero después se fue haciendo hueco y en enero de 1949 pudo fundar junto a su mujer, la actriz Helene Weigel, la compañía de teatro Berliner Ensemble.

Esa compañía empezó a representar sus obras en el afamado Deutsches Theater, donde el dramaturgo pudo hacer realidad su sueño de un teatro socialista a medio camino entre la instrucción y la diversión.

Brecht es considerado el inventor del teatro épico, que logra que el espectador, valiéndose de técnicas como pantallas de texto, canciones, o cambios de rol de los actores, adopte una relación de observador crítico con lo que está ocurriendo en el escenario.

A su juicio, lo que sucede en la obra debe verse como un comportamiento dependiente de la sociedad y por tanto, sujeto a cambios.

Brecht era una mente vital y muy despierta, que superó su entorno con su constante presencia, con su disposición a la confrontación y su incapacidad de mantener una armonía sencilla”.

El nuevo orden que tanto anhelaba
Brecht no dejó de ser un sueño. Mientras en la RDA sus obras recibían con frecuencia duras críticas, en el extranjero lo ovacionaban.

A su fama mundial no contribuyó sólo la legendaria Madre Coraje y sus hijos, con Helene Weigel en el papel principal, sino que también fue clave La evitable ascensión de Arturo Ui. Ekkehard Schall encarnó al mafioso Arturo Ui más de 500 veces hasta su muerte. Actualmente es Martin Wuttke quien da vida a Ui en la versión de Heiner Müller.

A Brecht le fascinaba la “inestabilidad de la naturaleza humana”. Una variabilidad que podía observar en sí mismo, en su comportamiento explotador con las mujeres, por ejemplo. Elisabeth Hauptmann, Ruth Berlau y Margarete Steffin fueron sólo algunas de ellas.

“Brecht era una mente vital y muy despierta, que superó su entorno con su constante presencia, con su disposición a la confrontación y su incapacidad de mantener una armonía sencilla”, añade Wizisla. “No creo que fuera cínico. Tenía algo muy atento, cariñoso”.

Lo que queda de él hoy son obras en lenguaje directo y mensaje claro. “Brecht es considerado en todo el mundo como un autor que a través de parábolas transmite un mensaje político”, apunta Hermann Beil, dramaturgo.

“Cuando se representa, por ejemplo, la Ópera de los tres centavos en Estambul y en la obra aparece un jefe de policía corrupto, los espectadores lo trasladan al propio país. El mensaje se entiende”, agrega. 

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