Génesis del arado
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La herramienta sin la cual no existiría la civilización. ¿O fue acaso el peor error de la historia humana?
Por: OMNIA
Imagina por un momento una catástrofe global que lleve a este planeta al borde de la extinción. Nuestro mundo complejo, intrincado y moderno se ha colapsado. No te preocupes por saber cuál fue la causa. Quizás fue una pandemia de gripe, una guerra nuclear o el choque de un asteroide con la Tierra.
Ahora imagina que tú —suertudo o suertuda— eres uno de los pocos sobrevivientes. No tienes celular —¿a quién llamarías de todos modos? No hay internet, ni electricidad, ni combustibles fósiles disponibles.
Hace cuatro décadas el historiador científico James Burke postuló ese escenario en su serie de televisión Connections. E hizo una pregunta sencilla: “Si usted fuera uno de los sobrevivientes ¿por dónde volvería a empezar?”.
¿Qué haría para mantenerse con vida? ¿Qué herramienta usaría para volver a fundar la civilización?
La respuesta que los primeros humanos le dieron a esas preguntas se puede resumir en una pieza tecnológica sencilla pero transformadora: para volver a empezar se necesitaría un arado.
De hecho, fue el arado el que le dio el puntapié inicial a nuestra civilización.
Veamos lo que dice la historia.
Salida de un ciclo
Hace 12 mi años los humanos eran casi por completo nómadas: cazaban y recolectaban comida en donde podían. Por suerte, el mundo estaba saliendo de un ciclo de frío y empezaba a ponerse cálido.
Quienes habían estado cazando y buscando comida allí donde la hubiera notaron que las plantas y los animales se estaban mundando a los valles —y las personas los siguieron.
Ese cambio ocurrió en muchos lugares: en Eurasia Occidental pasó hace 11 mil años, en India y China hace 10 mil, en Mesoamérica y en la zona de los Andes hace 8 mil años… Y eventualmente ocurrió en casi todo el mundo.
Confinados en esos valles fértiles, los humanos empezaron a labrar la tierra y a cultivar parte de sus alimentos.
Al principio usaron ramas afiladas para roturar el suelo, pero pronto empezaron a usar un arado sencillo, tirado por animales domesticados.
Y funcionaba muy bien
Fue así como comenzó la agricultura. Ya no era solamente una desesperada alternativa al estilo de vida nómada, sino una verdadera fuente de prosperidad.
El arado permitió abrir el suelo y plantar semillas. Así nació la agricultura.
Un avance grandioso
Cuando la agricultura quedó bien establecida —hace 2 mil años durante el Imperio Romano, y hace 900 años durante la dinastía Song en China— esos granjeros eran cinco a seis veces más productivos que los recolectores y cazadores a los que habían reemplazado.
Piénselo por un momento: de pronto se hizo posible que un quinto de la población cultivara suficiente comida para alimentar a todos. ¿Qué hacían los otros cuatro quintos? Quedaban libres para especializarse en otras cosas: hornear el pan, producir ladrillos, talar árboles, construir casas, excavar minerales, fundir metales, crear carreteras y edificar ciudades… En otras palabras, habían dado inicio a la civilización.
Pero en este punto hay una paradoja: un mayor suministro de comida significaba más competencia para controlar el excedente. Esa competencia creó dirigentes y dirigidos, amos y sirvientes, y empezó a crear una desigualdad que no existía en las épocas de los cazadores-recolectores.
La agricultura permitió el ascenso de reyes y soldados, de burócratas y clérigos, que se organizaron de manera astuta para vivir del trabajo de los demás.
Las primeras sociedades agrarias llegaron a ser sorprendentemente desiguales. Por ejemplo, durante el Imperio Romano se llegó al borde de la inequidad. Y si los ricos hubieran tenido más de los recursos del imperio, la gente simplemente se hubiera muerto de hambre.
EVOLUCIÓN DE LA PIEZA
El arado hizo más que crear las raíces de la civilización. Diferentes tipos de arado llevaron a diferentes tipos de progreso humano.
Los primeros arados sencillos usados en Medio Oriente funcionaron muy bien por miles de años y llegaron al Mediterráneo, donde eran ideales para cultivar la tierra dura y áspera.
Pero luego se desarrolló una herramienta muy diferente: el arado de vertedera, creado primero en China y luego en Europa.
El arado de vertedera hace un surco en la tierra y le da vuelta; es decir, voltea la capa superior del suelo y expone al aire la parte inferior. En terrenos secos esto no sirve porque se desperdicia la preciada humedad de la tierra. Pero en los fértiles suelos húmedos de Europa del Norte el arado de vertedera era muy superior, mejorando el drenaje y matando la maleza.
El arado necesitaba solamente de dos animales para tirarlo. Esto convirtió a la agricultura en una práctica individual muy efectiva: ahora un granjero podía vivir solo con su arado, sus bueyes y su tierra.
Fomentó la vida familiar
El resultado fue que la agricultura se tornó una práctica comunal: las personas compartían el arado, cultivaban sus tierras y resolvían sus desacuerdos. Fue así como los grupos se empezaron a juntar en aldeas.
El arado le dio nueva forma a la vida familiar, pero era un equipo muy pesado, que era visto como una tarea de hombres. Así que las mujeres podían quedarse en casa, preparando la comida.
Hay un estudio sobre esqueletos sirios de 9 mil años de antigüedad, que halló evidencias de que las mujeres comenzaron a sufrir de artritis en sus rodillas y pies, aparentemente por arrodillarse a moler los granos para hacer las harinas del pan.
Por otra parte, como las mujeres ya no tenían que transportar a los bebés mientras recolectaban, tuvieron más embarazos.
Y las sociedades agrarias pudieron incluso haber valorado la importancia del varón. Piénselo: si tienes tierra, es algo que pueden heredar tus hijos. y si eres hombre, estarás más ansioso de asegurarte de que en efecto sean ‘tus hijos varones’ quienes herederen tu tierra. Después de todo, ahora la mujer pasaba todo el día en la casa, y ya no solalamente moliendo los granos.
Una teoría —especulativa pero interesante— dice que al arado intensificó el quehacer de las mujeres, al tener que moler más granos.
Todo eso nos lleva a preguntarnos si inventar el arado fue una buena idea.
“Fue una idea brillante, pero junto con todos los beneficios de la civilización, propició el surgimiento de la misoginia”, dice un antropólogo.
Efectos en la salud
Las evidencias arqueológicas también sugieren que las primeras sociedades agrícolas tuvieron peor salud que sus antecesoras (cazadores-recolectores), ya que con sus dietas de arroz y granos no recibían suficientes vitaminas lo cual atrofió su desarrollo.
Cuando las sociedades adoptaron la agricultura la estatura media tanto de hombres como de mujeres se redujo unos 15 centímetros. Y hay muchas evidencias de parásitos, enfermedades y desnutrición infantil en las sociedades otrora agrícolas.
Jared Diamond, autor de ‘Armas, microbios y acero’, llamó a la adopción de la agricultura “el peor error en la historia de la raza humana”.
Quizás te preguntes por qué entonces la agricultura se expandió de forma tan veloz. Pero ya hemos visto la respuesta: el excedente de comida permitió el desarrollo de sociedades más progresistas.
Los útimos nómadas
Hoy, las pocas tribus nómadas que quedan aún tienen una dieta relativamente sana, con una variedad de nueces, granos, frutos y animales.
A un aborigen kalahari al que le preguntaron por qué su tribu no había adoptado el uso del arado,respondió: “¿para qué, cuando hay tantas nueces mongomongo en el mundo?”.
Así que aquí estás, eres uno de los pocos que sobrevivieron al final de la civilización.
¿Volverías a inventar el arado y empezarías todo de cero nuevamente? ¿O te conformarías con vivir comiendo nueces mongomongo y otros frutos silvestres?
(Tim Harford/BBCMundo)