Historias de ultratumba: La niña que nunca creció
Entérate de lo que pasó en aquel bosque cuando regresó una pequeña que desapareció tiempo atrás
En nuestro mundo, suceden con frecuencia eventos inexplicables y acontecimientos extraordinarios que, en ocasiones, dan origen a los mitos urbanos más aterradores. La breve leyenda que a continuación compartiré es una de las más conocidas y extrañas que se han transmitido de generación en generación. Aquellos que afirman haberla escuchado de fuentes confiables aseguran que esta historia es real y que revela cómo el tiempo y el espacio pueden doblegarse de maneras incomprensibles.
Todo comenzó en una mañana neblinosa, enclavada en un pequeño pueblo entre las altas montañas. Aquí residía una familia compuesta por madre, padre e una hija pequeña, quien solía aventurarse a jugar en el bosque como los demás niños del lugar. Ese día, la niña pidió permiso a sus padres para recolectar bayas, ya que ansiaba saborearlas en uno de los postres preparados por su madre.
Los adultos aceptaron su solicitud sin objeciones, aunque antes le recomendaron abrigarse adecuadamente debido al frío y le entregaron una cesta para recolectar las frutas. Cuando la vieron salir por la puerta, llena de alegría por su próxima aventura, jamás imaginaron el terror que les esperaba.
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El tiempo avanzó y comenzaron a inquietarse al notar que la pequeña tardaba mucho en regresar. Al principio, intentaron mantener la calma, pensando que quizás se había entretenido en el camino. Sin embargo, al caer la noche, con nerviosismo, decidieron salir en su búsqueda, acompañados por algunos vecinos del pueblo, sin éxito alguno. La niña había desaparecido.
Las autoridades que llegaron para investigar tampoco pudieron hallar rastro alguno de ella. Sus padres, devastados por la pérdida, optaron por vivir solos y renunciaron a la idea de tener más hijos. La culpa de haber permitido que su hija saliera aquel fatídico día los atormentaba constantemente.
Cincuenta años pasaron y la pareja continuaba su vida en el pueblo. Una mañana, notaron algo que los llenó de temor y asombro: una figura diminuta se aproximaba a su casa. A medida que se acercaba, su miedo y sorpresa crecían de manera proporcional. La persona que se acercaba no era otra que su hija, quien aparentaba tener la misma edad que el día en que desapareció. Vestía el mismo atuendo y calzaba los mismos zapatos, incluso llevaba consigo la misma cesta que le habían dado para recolectar bayas.
Ninguno de ellos podía creer lo que veían.
La niña, a su vez, también parecía asustada. No reconocía la casa (que había cambiado con el tiempo) ni a sus padres (que ahora eran ancianos). A pesar de los intentos de los padres de explicar a la policía, tiempo después, que aquella niña era su hija desaparecida, ninguno de los oficiales les creyó y asumieron que se trataba de otra persona.
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Sin embargo, no solo los padres, sino también los vecinos del pueblo que los conocían, juraron que la pequeña era la misma que habían buscado durante todos esos años.
Nadie pudo jamás explicar lo que ocurrió realmente en esa ocasión.