Hoy es el centenario de José Gómez Sicre, el inventor de Cuevas
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El acervo “José Gómez Sicre Papers, 1916-1991” se resguarda en la Benson Latin American Collection, de la Biblioteca de la Universidad de Texas, en Austin.
Por: Édgar Alejandro Hernández
Derrama toda tu bilis en el artículo. Yo lo publicaré bajo mi firma. Escríbeme. Escríbeme. ¡Rompe esta carta!”, así instruía José Luis Cuevas (Ciudad de México, 1931), en una misiva manuscrita enviada el 14 de diciembre de 1962, al abogado y crítico de arte cubano José Gómez Sicre (1916-1991) para que redactara una de las casi cien cartas, textos y entrevistas que durante dos décadas mecanografió, desde Washington, para que fueran publicadas bajo la firma del artista mexicano dentro y fuera del país.
Gómez Sicre, de quien hoy se cumple el centenario de su natalicio, fungió como el “ghostwriter de cabecera” de Cuevas durante los años 50 y 60, pero sobre todo fue un eficaz ideólogo que aprovechó la ambición de un joven y entonces desconocido dibujante mexicano para utilizarlo como caballo de Troya y combatir, en plena Guerra Fría, el discurso nacionalista de la Escuela Mexicana de Pintura.
Con los centenares de cartas y documentos que conforman el acervo “José Gómez Sicre Papers, 1916-1991”, que se resguarda en la Benson Latin American Collection, de la Biblioteca de la Universidad de Texas, en Austin, se puede documentar con solvencia que Cuevas generó una total dependencia hacia los textos de Pepe, como le llamaban sus amigos, ya que carta tras carta le pedía no sólo que le escribiera artículos de opinión que enviaba a personajes como Fernando Benítez, sino que también le redactó cartas para contestar al museógrafo Fernando Gamboa o a la crítica de arte Raquel Tibol, sin mencionar que Gómez Sicre le hacía los prólogos y textos de todos sus libros de dicha época. Incluso Cuevas le pidió en una ocasión que le escribiera a una de sus exnovias para “terminar con ella”.
Eran tan recurrentes los textos de Gómez Sicre que Cuevas publicaba bajo su nombre, que el pintor se autocensuraba para escribir, para no “traicionar el estilo”.
“Me acaban de entregar el siguiente cuestionario para una entrevista de periódico. (…) Como tengo que entregarla no me he (sic) atrevo a hacerla para no ‘traicionar el estilo’. ¿Podrías ayudarme en esto? Ni siquiera tengo que decirte lo que hay que contestar, pues somos dos mentes en común. Sé todo lo agresivo que quieras, yo soy igual”, escribió Cuevas el 17 de diciembre de 1963 en carta dirigida a Pepe.
Gómez Sicre impulsó con sus textos e influencia la carrera de Cuevas a escala internacional, ya que desde 1954 lo llevó a exponer a Washington, donde vendió todas sus obras (dos dibujos los compró Alfred H. Barr para la colección del MoMA de Nueva York).
Así el cubano aprovechó a Cuevas para llevar al medio artístico local el discurso que promovía los intereses de EU, a través de una infiltración que alentaba la despolitización de sus artistas, bajo la premisa de que lo trascendental era su libertad de expresión.
“Mi ghost writer de cabecera”
José Gómez Sicre fue director de Artes Visuales de la Unión Panamericana, que después conformaría la Organización de los Estados Americanos (OEA), en Washington, donde también fundó el Museo de Arte de las Américas. Desde su posición de influencia continental se convirtió en un activo promotor en Latinoamérica de los artistas que se acoplaban a las tendencias imperantes en Estados Unidos, lo cual iba en detrimento de los discursos nacionales, como el muralismo mexicano.
Bajo su nombre, Gómez Sicre también escribió numerosos textos promoviendo la obra de un dibujante mexicano. En un texto titulado El caso Cuevas, asegura que “José Luis Cuevas ha tenido la virtud de sobrevivir en su propio país y vencer a la corriente semi-oficial que parecía detener el arte en México. Fuera de su país ha logrado ser admirado hasta por los que siguen caminos distintos al suyo, sin él ceder un ápice en su criterio, a veces implacable.
“Cuando surge Cuevas en el mundo del arte, en México había un solo criterio y una sola dirección a seguir. No adaptarse era languidecer marginado, o vivir bajo el ataque de los que seguían aquella dirección, el realismo social, al que no se le permitía evolucionar. Encubrían en muchos casos sus deficiencias protegidos por la coraza de un nacionalismo a ultranza o por una bandera política de procedimientos compulsivos.”
No es casualidad que estos mismos principios sean los que una y otra vez se repitieron en los textos firmados por Cuevas que Gómez Sicre redactaba, los cuales a la postre se publicaron como libros. Tal es el caso de Cuevas por Cuevas (Ediciones Era, 1965), donde no sólo se reproduce su multicitada Cortina de Nopal, sino que se incluyen otros textos cuyas copias con papel carboncillo se encuentran en el acervo “José Gómez Sicre Papers, 1916-1991”.
Concretamente se puede citar un texto que Pepe mecanografió y en cuya copia en hojas rosas después puso el título manuscrito Ándele, marchantita, sandías a 7000 dollares, el cual se reproduce íntegramente como el capítulo IV de las Notas autobiográficas que se compilan en el libro Cuevas por Cuevas, el cual fue editado y diseñado por Vicente Rojo, con prólogo de Juan García Ponce.
“Abrirse paso en el arte en México es, para un joven, sucesión escalonada de desaires, titubeos, reprimendas, decepciones, frente a los que lo preceden. Es la esterilidad más negativa y demoledora frente a los que se admira o se pretende seguir. Al joven se le exige sumisión y silencio, devoción incondicional o incorporación a algún partido”, se lee en el mecanoescrito de Gómez Sicre que Cuevas publicó como un texto autobiográfico.
Si bien la relación entre Cuevas y Gómez Sicre tuvo momentos de mayor cercanía o alejamiento (en varias cartas el artista mexicano prácticamente tenía que rogar para que le escribiera otro texto), la estrategia benefició a ambos por igual, ya que por un lado Cuevas rápidamente adquirió visibilidad, gracias a sus textos polémicos, y Gómez Sicre pudo atacar de manera frontal a los muralistas mexicanos, concretamente a David Alfaro Siqueiros, quien además era de izquierda y se vinculaba al bloque comunista.
Tal fue el éxito de los textos de Gómez Sicre firmados por Cuevas que el propio Fernando Benítez invitó al dibujante mexicano a publicar una columna mensual, como lo relata el propio artista en una carta del jueves 18 de diciembre de 1958: “(ROMPE ESTA CARTA) Ayer hablé con Benítez y me pidió colaborar mensualmente en su periódico. Esto es peligroso, pues de escribir yo algo se advertiría mi dualidad de estilos. Me pagarían algo (es decir, a ti). Me dijo que sería interesante un primer artículo sobre mis experiencias de viaje (…) Dice que admira ‘mi’ hondo sentido del humor y que le gustaría lo conservara en todos mis escritos. Como segundo artículo podría enviar la carta a Fernando Gamboa que ilustraría con dibujos. ¿Podrías enviármelo?”
En esta carta se refleja no sólo el impacto que tenían los textos escritos por Gómez Sicre, sino que además muestran cómo el crítico de arte cubano podía, de forma natural, imponen su agenda política.
La Carta a Fernando Gamboa es un texto fechado el 6 de septiembre de 1958, cuya copia mecanográfica se encuentra en el acervo “José Gómez Sicre Papers, 1916-1991”, el cual trata de justificar la negativa de Cuevas a realizar un par de murales en el Centro Médico.
En la misiva se critica nuevamente al muralismo mexicano: “No quiero parecer petulante, mi querido don Fernando, pero mi oportuna ausencia de México me ha hecho meditar mucho sobre el triste presente y el oscuro destino de provinciana desintegración de nuestro arte llamado nacional, lánguido, tedioso, constreñido, parroquial y supuestamente utilitario, mientras pretende servir al pueblo ‘mensajes educativos’. Esos mensajes, es desdichado tenerlo que aceptar, no sirven, ni han servido ni creo que servirán jamás”.
Si bien en aquellos años no se sabía que Gómez Sicre escribía todos sus textos críticos, lo cual se hizo público tras la muerte del crítico de arte cubano y la donación de su archivo personal a la Benson Latin American Collection, en la década de los 60 era más que evidente la operación de Gómez Sicre en México y Latinoamérica.
En una carta manuscrita que solamente tiene como fecha “Domingo”, Cuevas relata a Gómez Sicre la disputa que mantiene con personajes como Olga, la esposa de Rufino Tamayo, y el crítico Alfonso de Neuvillate:
“Ayer hablé contigo por teléfono y me referí largamente a la traición de esa rata blanca de Olga. Hoy domingo el amigo y cómplice de la miserable tortillera, Alfonso de Neuvillate, escribe: ‘Gómez Sicre sirvió, con sus ideas y sus enseñanzas, para que dibujantes menores pudieran pasar en el mundo del arte como seres inteligentes y no como publicistas, o lo que es peor, traidores no sólo a la causa estética, sino a la nacionalidad’. Hace una semana este mismo cretino había dicho que tu habías sido el consejero de mis temas y que al perder tu rectoría mi obra había muerto por inanición.”
En la misma carta Cuevas explica que a “(Fernando) Gamboa lo acusan de extranjerizante y de recibir tus órdenes. Dicen que es agente de la CIA y que su oficina es una prolongación de la tuya”.
Uno de los documentos más interesantes que buscaban criticar la mancuerna Cuevas-Gómez Sicre lo generó el artista mexicano Alberto Beltrán, quien publicó el 27 de marzo de 1960 un cartón en el suplemento Diorama de la Cultura, de Excélsior, como ilustración de La estética viciosa del abstraccionismo, texto de Sergei Mozhniagun.
En la imagen, Gómez Sicre es representado como una obesa Estatua de la Libertad que guía a un Cuevas que semeja un reptil que trepa por encima del edificio del Congreso de Estados Unidos. Debajo del manto de Gómez Sicre aparece un personaje parecido al escritor Carlos Fuentes, quien también se vinculaba con el grupo de influencia al que pertenecía Cuevas.
Pero estos ataques, más allá de dar fin a la estrategia empleada por ambos, generaba que una y otra vez Cuevas pidiera textos a Gómez Sicre para responder a sus enemigos, que de forma un tanto paranoica eran al mismo tiempo sus aliados, dependiendo de si servían o no a sus intereses.
En este ir y venir entre alianzas y conflictos, que también generaban acaloradas peleas epistolares entre Cuevas y Pepe, personajes como Juan García Ponce, Rufino Tamayo, Manuel Felguérez, Alberto Gironella, Francisco Icaza, Pedro Coronel e Inés Amor, entre un largo etcétera, eran blanco lo mismo de elogios que de insultos en las cartas donde se solicitaba escribir algún artículo.
Aun cuando Gómez Sicre casi siempre operó desde Washington y Cuevas desde la Ciudad de México, el pintor encontró la manera de atrasar las entregas para que el texto pudiera llegar de EU y luego reenviarlo. Pero en el camino, Cuevas se arriesgó varias veces a ser descubierto, ya que para acortar tiempos mandaba cartas en blanco con su firma para que Gómez Sicre las redactara a máquina y las enviara desde Estados Unidos.
Así lo documenta la carta del periódico británico The Times, fechada el 7 de marzo de 1969, que reenvió Cuevas a Gómez Sicre con una nota manuscrita pidiéndole que responda desde Washington para ganar tiempo.
“Pepe: Me han pedido este artículo sobre arte mexicano. Es breve. Ojalá puedas hacerlo, pues tendrá magnífica circulación. Te agradecería que antes que nada contestaras (adjunto hoja con firma) aceptando o... no. En caso de aceptar se puede mandar desde Washington para ganar tiempo y decir que me encuentro de paso por esa ciudad”.
Cuevas necesitaba tanto de Gómez Sicre, que le pedía que escribiera textos para libros en los que el crítico de arte cubano también se le habían pedido un escrito bajo su nombre. Así ocurrió en 1979 con el libro de fotografía Revelando a José Luis Cuevas, de Daisy Ascher, donde uno de los tres prólogos estaba comisionado a Gómez Sicre (el cual no se publicó finalmente), pero además Cuevas le pidió que hiciera los textos introductorios de cada uno de los temas que desarrolló la fotógrafa.
En una carta sin fecha, Cuevas le pide a Gómez Sicre: “Querido Pepe: Para el libro de fotografía de Daisy Ascher, que ya está a punto de salir en México y para el que a ti también se te ha pedido un breve texto, requiero escribir breves introducciones para cada uno de los temas que se desarrollan fotográficamente. Son algo así como viñetas literarias, brevísimas, de media cuartilla cada una, en la que debo dar mi personalísimo opinión sobre los siguientes tópicos: Las mujeres, la enfermedad, la carne, la prostitución, la muerte, el desnudo”.
Con cierto humor involuntario en la misma carta el artista mexicano asegura: “Yo podría escribirlo, pues, como sabes, la literatura también es mi oficio... pero estoy agobiado de trabajo y y por eso me veo obligado a recurrir a mi ghost writer de cabecera con la esperanza de que en una sentada me escriba estas minucias sobre temas tan trascendentes. Es trabajo urgente, eso sí. En el libro aparecerás conmigo viendo con glotonería los pasteles que descubrimos en la pastelería de la calle 16 de Septiembre en México.”
Al leer el grueso de las cartas de Cuevas, en ninguna aparecen referencias a las implicaciones políticas que estaba teniendo al ser usado por Gómez Sicre para combartir bajo su firma un arte político y nacionalista.
En todas las misivas Cuevas insiste en pedirle textos que le sirvan para autopromoverse, lo cual no sólo marcó su relación con Gómez Sicre, sino también una de sus acciones más famosas: El mural efímero, que Cuevas describe en una carta del 10 de junio de 1967 como un escándalo publicitario.
“Acabo de provocar el más grande escándalo publicitario. Te enterarás por los recortes que te adjunto. Pinté un mural de 10 mts por 8 mts en un sitio destinado a poner anuncios comerciales. Logré reunir 5000 gentes en plena calle, en la colonia Juárez (frente al restaurante donde comimos). Intervinieron bomberos, (ilegible), policías. Se me han hecho reportajes para LIFE, Look, etc. El mural me salió bastante bonito. La televisión sólo habla de mí. Dicen que desde Diego Rivera no se había provocado una cosa igual”.
Esa exposición mediática fue la que siempre sedujo a Cuevas. En otra carta del 6 de octubre de 1965 comenta complacido a Gómez Sicre: “Por aquí la publicidad, como bola de nieve, crece, crece. Yo no la busco: me la hacen. Ya hasta cuando salgo a la calle me piden el autógrafo o me llama la gente por mi nombre. Ni Rivera...”.