"¿Por qué ser explotados por otros?”, le preguntaba Robert Capa a la fotógrafa Gisèle Freund. “Explotémonos nosotros mismos”. La idea que el fotógrafo húngaro venía barajando desde hacía ya una década resultaba completamente revolucionaria; a partir de ese momento serían los propios fotógrafos los que venderían directamente su trabajo al cliente. Conservarían los negativos de su obra, así como el copyright y el derecho a controlar el corte de la imagen y el pie de foto, aquello que hasta entonces había quedado en manos de las publicaciones para las cuales colaboraban. De ahí surgió la más célebre de las cooperativas de fotógrafos: Magnum.
Su nombre hace referencia no solo a las grandes, nobles y generosas ambiciones con las que nacía la agencia, sino también a un tipo de cartucho (evocando el espíritu intrépido del reportero de guerra) y a las botellas de champán de litro y medio (bebida favorita del carismático Capa) con las que los fotógrafos celebran sus reuniones anualmente y bautizan a los nuevos miembros, bebiendo directamente de la botella. Han pasado ya 70 años desde que se descorchó la primera en 1947. Desde entonces han sido 92 los fotógrafos que han contribuido a la historia de la agencia, y a la de todos nosotros, haciéndonos partícipes de los acontecimientos más cruciales de dicho periodo, a través de un discurso visual que ha sabido mantener su idiosincrasia como una mezcla de periodismo, arte y narrativa. Dos exposiciones y un libro lo celebran.
La exposición Magnum Analog Recovery, en el centro Le Bal de París, exhibe por primera vez las copias enviadas por Magnum a sus distintos agentes europeos para ser distribuidas a la prensa. Las imágenes van acompañadas de las declaraciones de los propios autores en las que indagan sobre su cometido, tanto ético como estético. “La labor de un fotógrafo no consiste en demostrar nada acerca de un hecho humano. No somos propagandistas, somos testigos de lo efímero”, decía Cartier-Bresson. “Los fotógrafos de Magnum siguen siendo hoy en día un símbolo de ética, autoría que es fundamental en un mundo donde las imágenes están presentes en todas partes. Los fotógrafos de Magnum ofrecen una visión, una coherencia”, destaca Julie Hèraut, una de las comisarías de la exposición.
Fueron cinco los fotógrafos fundadores: Robert Capa, David (Chim) Seymour, Henri Cartier- Bresson, George Rodger y Bill Vandivert, junto con dos fotógrafas fundadoras, Rita Vandivert y Maria Eisner -rara vez citadas en el proceso constitutivo-, que se hicieron cargo de las funciones administrativas. Fue en el concepto fotográfico, diametralmente opuesto, de sus dos fundadores más célebres, Capa y Cartier-Bresson, donde se vertebró una de las particularidades más definitorias de la agencia: la convivencia entre la tendencia documental y la tendencia artística. “Capa defendía un enfoque que requería el contacto directo con los acontecimientos y contribuyó a crear el fotoperiodismo moderno. Cartier Bresson propugnaba una forma de distanciamiento que se convirtió en un modelo de creatividad para generaciones de fotógrafos”, escribe Clément Chéroux, en Magnum Manifiesto, un libro publicado en España por la editorial Blume. La publicación sirve de catálogo para la exposición que lleva su mismo nombre y que se exhibe en el International Center of Photography (ICP) de Nueva York, de la que Chéroux es también comisario.
La exposición recorre la segunda mitad del siglo XX a través de la mirada de 75 fotógrafos, entre los que encontramos a Christopher Andersen, Eugene Smith, Raymond Depardon, Elliot Erwitt, Martine Franck, la española Cristina García Rodero, Alec Soth, Paula Fusco y Josef Koudelka, entre otros muchos grandes de la fotografía. “La agencia es un hervidero de egos”, destaca Chéroux. “Los fotógrafos han desarrollado su propio carácter recio, su estilo original y una resistencia a la crítica que en algunos casos puede llegar a ser muy vehemente”. El debate y la división dentro de la organización son otras de sus características. “Magnum está en un proceso de constante cambio y renovación gracias a estos debates y evoluciona en un estado de crisis permanente movida por la misión de cumplir con el ideal de sus aspiraciones fundacionales”, señala Clara Bouveresse en el libro, autora de la primera tesis doctoral sobre la cooperativa.
Desde sus comienzos los fotógrafos de Magnum no dudaron en desafiar a las normas editoriales de las revistas, pero para sobrevivir también hubo de adaptarse a sus clientes. Así la agencia contrató a editores graficos, entre los que se encuentra el legendario John Morris, para desempeñar la difícil tarea de mediar entre el cliente y el fotógrafo y llevar a cabo una concienzuda labor de edición que reforzaba el estatus de autor del fotógrafo. “Magnum se adjudicó el género del ensayo fotográfico, ofreciendo a sus clientes reportajes completos, en lugar de fotos aisladas cuyo uso quedaba a la discreción arbitraria de lo editores externos”, señala Bouveresse.
A lo largo de su existencia Magnum ha logrado mantenerse como una referencia de calidad, manteniendo una visión fotográfica comprometida socialmente. Para ello ha tenido que afrontar sus endémicos problemas financieros, sometiéndose a una continua renovación, la cual ha implicado explorar nuevos mercados como el cine, la publicidad, los libros y la venta de impresiones. Ha superado las fuertes disensiones entre sus miembros, cuya selección pasa por un proceso de cuatro años, y ha conseguido adaptarse a los cambios que ha traído consigo el mundo digital e Internet, conservando su independencia frente a la amenaza de ser absorbida por poderosos grupos como Getty. Para hacer frente al declive del tradicional mercado de la prensa, esta semana se anunciaba la primera inversión externa en siete décadas: Nicole Junkermann y Jörg Mohaupt crearán una nueva subsidiaria, Magnum Global Ventures, que se encargará del control de la empresa en busca de nuevas oportunidades. Los fotógrafos miembros continuaran como propietarios mayoritarios de la marca y de sus copyrights.
Bouveresse se plantea en Magnum Manifiesto dos cuestiones fundamentales: "¿Representa en la actualidad la cooperativa la excelencia fotográfica? ¿El poder de 'consagración' de los fotógrafos, adquirido mediante a su derecho a elegir a sus compañeros, los capacita realmente a reconocer todos los tipos de talento?”. La controversia surge al comprobar que son solo 12 las mujeres miembros, y que la mayoría de sus miembros son europeos o estadounidenses. “En Magnum, como en todas partes, la pertenencia, que teóricamente debía basarse tan solo en el mérito, había llevado a una reproducción social, en el sentido de que los hombres blancos habían escogido en un principio a lo más parecido a ellos mismos”, escribe Bouveresse.
Pese a todo la descripción que John G. Morris realizó en 1953 sigue vigente: “Pero Magnum es un modelo de vida. Ha hecho posible que sus miembros fotógrafos realicen sus sueños independientes al compartirlos. Colectivamente defiende el individualismo extremo... Ningún fotógrafo de Magnum es modelo para los demás”.