Pedro Lemebel, dejó una ausencia inabarcable

Vida
/ 31 mayo 2016

Pedro Lemebel, un escritor desmesuradamente transgresor para ser hombre y cuya muerte dejó una ausencia inabarcable.

Mardones Lemebel nació en 1952, el año en que fue elegido presidente Carlos Ibáñez del Campos, un militar demagogo que ya había gobernado el país y que tuvo que huir de Chile tras sucumbir en su propia dictadura.

La particularidad de aquellos comicios es que, por primera vez, las mujeres chilenas pudieron sufragar para elegir a un presidente; Lemebel llegó al mundo con la bandera de la lucha y las transformaciones sociales -y sexuales- bajo el brazo.

En una población “callampa”, en medio del barro y el hambre que le abrazaron desde su nacimiento, el escritor sufrió en  cuerpo y alma la realidad de un Chile que nadie quería narrar.

En su libro de crónicas titulado “Zanjón de la Aguada” (2003), a través de una prosa vivencial que escribió con el mismo celo con que un cocinero va eligiendo sus ingredientes, Lemebel escudriñó la arqueología de la pobreza y la marginalidad como ningún otro lo hizo antes.

"En ese revoltijo de olores podridos y humos de aserrín 'aprendí todo lo bueno y supe de todo lo malo', conocí la nobleza de la mano humilde y pinté mi primera crónica con los colores del barro que arremolinaba la leche turbia de aquel Zanjón", relató Lemebel.

TRANSGRESOR EN LA FORMA Y EN EL FONDO

Pese a que el contenido de sus innumerables crónicas y su única novela publicada (“Tengo miedo torero”, 2001) navegan entre la cotidianeidad y el amor, su lectura no es fácil. El chileno escribió como habló, a veces pasando por alto las estructuras gramaticales.

Lemebel diría que "el habla y la risa son el rumoroso tumbar del corazón andino; la oralidad y el llanto son el entrechocar de la sangre por los acantilados arteriales, hasta que llegó la letra, y con ella, el alfabeto español, que amordazó su canto". Un transgresor en la forma y el fondo.

Pero su mayor lucha fue en la política. A través de esta tribuna hizo visible la homosexualidad.

Durante el Gobierno de la Unidad Popular encabezado por Salvador Allende (1970-1973), los gais, sin importar su raigambre social, se reunían en la explanada del edificio que fue construido para acoger la Tercera Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas (UNTAD).

Allí Lemebel cimentó amistades y amores que se azotaron contra el piso y el olvido tras el golpe de Estado que terminó con la vida de Allende y el sueño de “la revolución con sabor a vino tinto y empanadas”, tal y como describe en el libro "Loco afán: crónicas de sidario", publicado en 1996.

El escritor chileno se tituló por la Universidad de Chile como profesor de Artes Plásticas, oficio que lo llevó a impartir clases en colegios periféricos de Santiago.

Fue despedido en dos ocasiones por su indisimulada apariencia homosexual, una actitud que era castigada en la mojigata sociedad chilena de la época.

Mi hombría fue la mordaza/no fue ir al estadio/y agarrarme a combos por el Colo Colo/el fútbol es otra homosexualidad tapada/como el box, la política y el vino/mi hombría fue morderme las burlas/comer rabia para no matar a todo el mundo/mi hombría es aceptarme diferente"...

Durante la dictadura de Pinochet (1973-1990), vivió la homofobia como profesor y como activista político. Y, pese al rechazo, coqueteó permanentemente con el Partido Comunista.

Durante un acto político de la izquierda chilena realizado en septiembre de 1986, en Santiago, Lemebel leyó un discurso que tituló "Manifiesto (hablo por mi diferencia)".

"Aunque después me odié/por corromper su moral revolucionaria/¿tiene miedo que se homosexualice la vida?/y no hablo de meterlo y sacarlo/y sacarlo y meterlo solamente/hablo de ternura, compañero/usted no sabe/cómo cuesta encontrar el amor/en estas condiciones", dijo.

CONDICIÓN DE ACTIVISTA POLÍTICO

El poeta chileno  Sergio Parra, amigo de Lemebel por más de 30 años, comenta a Efe que muchos padres y personas entendieron la homosexualidad de sus hijos, sobrinos y primos a través de la obra del literato.

"Él habló del Chile homosexual, del Chile desclasado, del Chile golpeado, del Chile que ha sido dejado a un lado, del Chile de la desigualdad, el Chile que el neoliberalismo no mira.
 Una cosa suya muy importante era su condición de activista político", sostiene Parra.

Ya alejado de la docencia, el escritor se abocó en plena dictadura a defender los derechos humanos y sociales frente a tanto crimen de lesa humanidad como hubo durante la dictadura de Pinochet.

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En los años 80 creó junto a Francisco Casas el colectivo de arte "Las Yeguas del Apocalipsis", personificando la versión femenina de los bíblicos jinetes del Apocalipsis.

Las "Yeguas" fueron el terror de todas las presentaciones de arte y lanzamientos de libros en Chile, por sus audaces y transgresoras intervenciones.

En 1988 aterrizaron en la ceremonia de entrega del premio de poesía Pablo Neruda, otorgado ese año a Raúl Zurita. En el acto, Lemebel y Casas subieron de forma sorpresiva al escenario e intentaron poner una corona de espinas en la cabeza de Zurita, a lo que el vate se negó.

En una ocasión, el dúo bailó cueca (el baile típico chileno) descalzo y con el torso desnudo sobre un mapa de Sudamérica, que fue dibujado con vidrios rotos de botellas de Cola-Cola.

La sangre que goteaba de los pies de ambos representó las matanzas que se estaban perpetrando en las dictaduras sudamericanas apoyadas por Estados Unidos entre los años 70 y 80.

El escritor Roberto Bolaño dijo de Lemebel: "es uno de los pocos que no buscan la respetabilidad (esa respetabilidad por la que los escritores chilenos pierden el culo), si no la libertad".

Con palabras y acciones, Bolaño ayudó a internacionalizar la carrera del cronista chileno. "Sus colegas, la horda de mediocres procedente de la derecha y la izquierda, lo miran por encima del hombro y procuran sonreír", diría sobre Lemebel el autor de "2666", fallecido en 2003.

Como un choque con el poder, y un símbolo del fin de la dictadura de Pinochet, las "Yeguas" aparecieron en 1989 en un acto de proclamación de la candidatura presidencial de Patricio Aylwin, quien ganaría y asumiría el cargo al año siguiente.

En la ceremonia, Francisco Casas besó en la boca al que después también sería presidente Ricardo Lagos, y levantó junto a Lemebel una pancarta que decía "Homosexuales por el cambio".

ESCRIBIENDO CON LA VOZ

Lemebel siempre prefirió la realidad a la ficción; por eso escribió sólo una novela, a diferencia de las crónicas que amontonó por docenas.

En "Tengo miedo torero" cruzó sus experiencias con miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), el brazo armado de la ultraizquierda chilena que batalló contra Pinochet.

El 7 de septiembre de 1986, miembros del FPMR atacaron a la comitiva de Pinochet en el Cajón del Maipo, una localidad que se levanta en los exteriores de Santiago, en las faldas de la Cordillera de los Andes.

En ese atentado, que se perpetró con lanzacohetes, murieron cinco policías y Pinochet salió ileso. El único lanzacohetes que falló fue el que iba en dirección al dictador.

Por esos días, Lemebel recibía en su departamento un tubo de acero enorme. Un "condón de dinosaurio" como lo llamó. Ese tubo, que dejó en un rincón y adornó con flores, fue unos de los rocket que se utilizaron en el atentado. El escritor siempre especuló con inocencia si ese lanzacohetes fue el que falló "por su culpa".

Quién siempre auguraba que iba a morir de sida, como muchos de sus amigos, murió de un cáncer de laringe, una enfermedad que durante sus últimos años le robó la voz, pero no el afán de luchar. Con o sin cáncer, Lemebel siempre escribió con la voz.

Sólo un “poco hombre” como él se atrevería a decir que el Premio Nacional de Literatura -que nunca ganó- estaba más arreglado que cara de travesti. Su transgresión duró hasta sus últimos días.

"Mi hombría fue la mordaza/no fue ir al estadio/y agarrarme a combos por el Colo Colo/el fútbol es otra homosexualidad tapada/como el box, la política y el vino/mi hombría fue morderme las burlas/comer rabia para no matar a todo el mundo/mi hombría es aceptarme diferente".

DESTACADOS:

+++ Pese a que el contenido de sus innumerables crónicas y su única novela publicada (“Tengo miedo torero”, 2001) navegan entre la cotidianeidad y el amor, su lectura no es fácil. El chileno escribió como habló, a veces pasando por alto las estructuras gramaticales.

+++ En los años 80 creó junto a Francisco Casas el colectivo de arte "Las Yeguas del Apocalipsis", personificando la versión femenina de los bíblicos jinetes del Apocalipsis.

+++ Lemebel siempre prefirió la realidad a la ficción; por eso escribió sólo una novela, a diferencia de las crónicas que amontonó por docenas.

Por Cristóbal Chávez Bravo/EFE-Reportajes

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