Su trabajo es ayudarte a lidiar con la muerte de tu mascota
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Las mascotas ya no están relegadas a la periferia de la familia humana.
Por: Katie Thomas
Amy Conroy estaba sentada sola en una sala de examen veterinario aferrada a una botella de agua y conteniendo las lágrimas. Su gata de 16 años, Leisel, tenía problemas para respirar. Conroy esperaba una actualización sobre su estado. La puerta se abrió y entró Laurie Maxwell.
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Maxwell trabaja para MedVet, un hospital veterinario de urgencias abierto las 24 horas en Chicago. Pero cuando Maxwell se sentó frente a Conroy un lunes de mayo por la tarde, explicó que no estaba allí por la gata, sino por Conroy.
Maxwell es una trabajadora social veterinaria, un trabajo de un área poco conocida del mundo de la terapia que se enfoca en aliviar el estrés, la preocupación y el dolor que pueden surgir cuando una mascota necesita atención médica.
Las mascotas ya no están relegadas a la periferia de la familia humana: por ejemplo, una encuesta realizada en 2022 reveló que casi la mitad de los estadounidenses duermen con un animal en su cama. A medida que esa relación se ha intensificado, lo mismo ha sucedido con el estrés cuando algo sale mal. Esas emociones pueden desbordarse en los hospitales veterinarios, donde los trabajadores sociales pueden ayudar a los dueños de mascotas en el proceso de la toma de decisiones difíciles, como sacrificar a una mascota o ponderar si pueden permitirse pagar miles de dólares por su atención médica.
Aunque todavía es algo inusual, la cantidad de trabajadores sociales en los hospitales para animales está aumentando. Grandes cadenas como VCA están empezando a emplearlos, al igual que los principales hospitales veterinarios académicos. El servicio por lo general se ofrece de forma gratuita. Alrededor de 175 personas han obtenido una certificación en trabajo social veterinario de la Universidad de Tennessee, campus Knoxville, un centro fundamental para este campo.
Maxwell, quien supervisa el trabajo de cinco trabajadores sociales en cinco sedes de MedVet, también ayuda en turnos con mucho trabajo.
En la sala con Conroy, la dueña de Leisel, Maxwell le hizo una de sus preguntas habituales: “¿Qué papel juega ella en tu vida?”.
Conroy sonrió. “Bueno, es terrible decirlo porque he tenido otros gatos, pero ella siempre será mi gata favorita”, confesó.
Conroy contó que cuando llevó a Leisel de un refugio a su casa en 2010, la gata tenía tanto miedo que pasaron dos años antes de que Conroy pudiera siquiera tocarla. Ahora las dos están estrechamente unidas.
“Tengo ansiedad social, y a veces puede llegar a ser bastante debilitante”, le dijo Conroy a Maxwell. “Siento que ella también tiene ansiedad social. Compartimos eso, ¿sabes?”.
“Tu gata gemela”, dijo Maxwell. “Creo que es una gata única”.
A pocos metros de allí, Dani Abboud, estudiante de trabajo social, se sentó en el suelo para hablar con Gloria Reyes, su hijo Jesreel, de 11 años, y su nieta Janiah, de 8 años. Estaban visitando a Sassy, su pitbull de 12 años, que presentaba algunas complicaciones críticas por una cirugía de vejiga.
“¿Dónde habías estado todo este tiempo?”, le preguntó Reyes a Abboud entre risas. Horas antes, Reyes había estado tratando de decidir si sacrificar a Sassy o autorizar que le realizaran una segunda cirugía. “Si no hubiera visto vida en sus ojos, entonces quizás”, dijo. “No puedo sacrificarla”.
“Sabes lo que hay en su corazón”, señaló Abboud.
La principal tarea de los trabajadores sociales es atender a los dueños de las mascotas, pero los veterinarios y técnicos, que son en esencia enfermeros, dicen que también les ayuda su presencia.
“Solía llegar a casa y estar preocupada pensando cómo estaría algún cliente”, afirmó Amy Heuberger, jefa del departamento de urgencias de MedVet en Chicago. Ahora, dijo, “puedo atender más animales en un turno porque sé que alguien se está ocupando de los clientes”.
Elizabeth Strand, directora del programa de trabajo social veterinario de la Universidad de Tennessee, dijo que tener un terapeuta en el personal se estaba convirtiendo en un buen argumento para atraer veterinarios y otros trabajadores. Esta industria es un área de mucho estrés, y las tasas de suicidio entre los médicos veterinarios son más altas que el promedio.
Después de dejar a Reyes y a los niños, Abboud fue a atender a Evrim Topal, a quien había estado ayudando antes ese día. Topal había llevado al perro de su familia, Zorro, un cockapoo de 16 años, porque tenía problemas para respirar. Un examen reveló que el estado de Zorro no iba a mejorar.
Abboud se reunió con Topal en una “sala de consuelo”, un lugar que MedVet reserva para la eutanasia. Topal dijo que tenía una mezcla caótica de sentimientos cuando entró a la sala. “Creo que no estaba preparada para tomar esta decisión”, mencionó. Pero después de hablarlo, se sintió en paz.
Poco después, una asistente llevó a Zorro en un carrito. Una máscara de plástico le suministraba oxígeno. Topal puso a Zorro en su regazo mientras Abboud movía el tubo de oxígeno para que pudiera respirar mejor. “Está bien, está bien”, le susurraba Topal a Zorro.
Luego de que Topal pasó un tiempo a solas con Zorro, tocó un timbre para informarle al personal que estaba lista. Heuberger se unió a Abboud en la sala.
“Gracias a todos por estar aquí”, dijo Topal.
Heuberger se arrodilló en el suelo y le administró los medicamentos letales a Zorro. Tras unos segundos, la respiración de Zorro se detuvo.