Arriba caravana de madres centroamericanas; buscan en Saltillo a sus desaparecidos
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Piden respeto para los migrantes y advierten que la falta de empatía no las detendrá
La Caravana de Madres Centroamericanas en Busca de sus Hijas e Hijos arribó a Saltillo como parte de sus actividades de búsqueda de los miles de migrantes que han desaparecido en su tránsito por México.
El contingente, compuesto por 65 madres y familiares, llegó proveniente de Monterrey desde donde fue escoltado por autoridades de la Policía Federal y posteriormente recibido por el Instituto Nacional de Migración.
A su llegada al Tecnológico de Monterrey, donde iniciaron las actividades, la activista Martha Sánchez del Movimiento Mesoamericano Migrante y el obispo de Saltillo, Raúl Vera, recordaron que en el País hay por lo menos 70 mil migrantes, y reconocieron que por su ardua labor han puesto en análisis y permanente observancia el panorama de sus derechos humanos en México así como sus urgencias.
Asimismo, tanto el obispo como la activista, recordaron el calvario de los migrantes en México, donde atraviesan por violaciones como la trata, el secuestro, el trabajo sexual forzado, la desaparición e incluso la muerte.
Sofía, proveniente de Guatemala y quien está en busca de Édgar Rodolfo, recalcó ante los estudiantes que su llegada al País también es para exigir respeto y alto a los malos tratos a la población migrante, asegurando que el único motivo de la salida de esta población de sus respectivos países obedece a situaciones críticas en sus naciones.
Mencionó que la falta de empatía no detendrá la búsqueda de sus familiares y, junto con otra madre, recordó que aunque pase el tiempo la espera al teléfono y a las buenas noticias no cesan.
“¡Vivos se vinieron! ¡Vivos los queremos!”, expresaron en conjunto las madres.
El padre Pedro Pantoja, asesor religioso de la Casa del Migrante, resume el objetivo de la Caravana de la siguiente forma: “las personas abandonaron sus países donde había violencia y pobreza. Y hace más de 14 años estas mujeres decidieron iniciar su viaje para buscar a sus hombres y a sus familiares que las iban a sacar de la pobreza, ahora para buscarlos incluso en panteones”.
EN CADA RINCÓN
La Caravana, arribó por la frontera de Chiapas el pasado 18 de noviembre, donde se reunieron con organizaciones civiles defensoras de los derechos humanos de los migrantes y quienes ayudaron en la gestión de la búsqueda en vida que pretenden realizar en los diversos rincones del País.
Además de exigir respuestas en las investigaciones, las madres han realizado búsquedas en cárceles, Semefos, albergues, centros nocturnos, panteones e instituciones de los diversos niveles de gobierno.
El contingente que ya sostuvo una reunión con autoridades en San Cristóbal de las Casas, está integrado por mujeres que provienen de Honduras, El Salvador, Guatemala y Nicaragua.
A lo largo de los 15 años que la Caravana ha recorrido los diversos rincones de México, la insistencia de las madres ha logrado identificar a por lo menos 310 migrantes, vivos y muertos, que habían sido reportados como desaparecidos.
La Caravana de Madres sostuvo un encuentro con la organización Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila con quienes compartieron su experiencia de búsqueda; también se reunieron con el fiscal de Atención a la Población Migrante, Vidal González.
65 madres y familiares integran el grupo este año.
15 años de labor de búsqueda suma la Caravana.
310 migrantes han localizado entre vivos y muertos.
Comparten madres el mismo dolor Rosa Edith Mata, busca a Lilian Korina. Fue un día viernes cercano al 28 de junio del 2017, cuando alrededor de las 8 de la noche recibió la última llamada de Korina.
“Me dijo ‘mamá, dicen que estamos por cruzar ya, oré bastante porque ya vamos a pasar y me han dicho que vamos a cruzar Texas; que es un pedacito y ya vamos a estar allá’. Resulta que ya el día sábado escuché que mi hija había quedado muerta”, recuerda Rosa Edith, quien arribó con la Caravana desde El Salvador para dar con el paradero de su hija.
Las llamadas al Instituto Nacional de Migración por parte de la expareja no fueron suficientes. No hay rastro de Lilian, y hasta hoy las autoridades mexicanas no han dado con ninguna pista pese a que el caso es uno de los tantos recientes.
Las historias son parecidas; los testimonios cuentan el mismo dolor que se mezcla entre la ausencia, el silencio y la incertidumbre generada por las autoridades.
De acuerdo con el Movimiento Mesoamericano Migrante, en todo México hay por lo menos 70 mil migrantes desaparecidos, no se sabe si murieron en un intento de cruce, si el crimen organizado los desapareció, si son víctimas de trata o trabajo sexual forzado, si fueron asesinados por las autoridades, si fueron desaparecidos por el “pollero” en el territorio mexicano o si son víctimas de alguna violación a sus derechos humanos.
Aunque la gran mayoría de la caravana busca a su familiar con vida, también acudieron a la fosa común del Panteón La Paz en Saltillo, donde se realizan labores de exhumación masiva de cuerpos no identificados que fueron sepultados sin el debido proceso; el objetivo es confrontar los perfiles genéticos con los de alguna denuncia de personas desaparecidas.
‘TENDEDERO’
En el patio de la Casa del Migrante, las familias colgaron un megatendedero con fotos en espera de que sus seres sean reconocidos por la población migrante que se encuentra de paso.
Algunas de las imágenes tenían el rostro de personas que habían sido reportadas como desaparecidas desde el 1981.
“Nunca pensaron que dejaríamos de buscarlos”, dice una de las madres que se encontraba colocando las fotografías protegidas con mica.
Otra de las historias que de ahí cuelgan es la de Marvin Álvarez Portillo, quien es buscado desde hace 10 años por su madre Reyna Isabel Portillo.
Ella recuerda que la última vez que tuvo noticias fue el 4 de agosto del 2010, luego de 20 días de haber dejado El Salvador en busca de una vida mejor para su familia.
“Sé que desapareció en el río de Reynosa porque iba con un sobrino mío; él lo que cuenta es que iban en una balsa y a todos los que iban ahí los tiró un helicóptero. Ahí a ese sobrino le dijeron que ya lo había agarrado la migra, que no se preocupara. Pero no llegó. De ahí empezó mi martirio”, recuerda Reyna de unos 58 años.