Café Montaigne 214
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¿Es un mito lo siguiente? Los gordos son felices y los secos como yo, somos una amargura andando. ¿Es correcto? Seguramente no, pero la imaginería popular lo ha hecho una leyenda urbana. Pero, en honor a la verdad, hay mucho de cierto en ello. Al menos en mi vida sobre la tierra, largos 56 años, no he conocido gordo infeliz. En cambio, mis pares intelectuales, escritores, pintores, músicos, los cuales estamos en el puro hueso, por lo general y todos, estamos amén de atormentados, atiriciados. No todos, claro.
Lo vuelvo a escribir, un día quiero ser gordo. Hay muchas desventajas en estar seco como un palo de ocote. En textos pretéritos le esbocé algunas de las terribles incomodidades de estar ñango. ¿Por qué hay hartos libros para adelgazar y no hay ni un uno para engordar? Hay muchas desventajas en estar flaco. Le repito una la cual usted y yo comentamos en la tertulia pasada: a las mujeres les gustan las nalgas de los varones. Un 99 por ciento de ellas se fija en si usted tiene nalgas o no. Dos, en mi caso, sufro y batallo harto para encontrar zapatos que se amolden a mis enjutos pies. Tengo que ponerme doble calcetín o bien, comprarles plantillas. Cuando no lo hago, tengo que abrocharme las agujetas más fuerte o rudo de lo normal… provocando escozor, irritación y de plano, bolas en ese lado del pie. Puf.
Fui a comer al restaurante/bar de Claudia Mota S., siempre lo hago, aunque quiera dejar de hacerlo. Tal vez no voy a poder dejar de hacerlo. Me conozco, soy débil, demasiado débil y estoy padeciendo esta pasión juvenil llamada “amor”. En fin. Fui a ver a Claudia cualquier día. So pretexto de haber ido por un lote de libros los cuales llegaron a buen precio a la “Librería Monterrey” en Avenida Madero. De paso, adquirí un par de ellos para Claudia. A la niña flaca y espigada como nardo, pero de caderas redondas, respingadas como llama viva y con unos muslos torneados y perfectos, le gusta la lectura de temas históricos, novelas y películas ambientadas en la Segunda Guerra Mundial y la Alemania Nazi de Adolf Hitler.
Muchas, hartas desventajas de estar flaco. ¿Por qué nadie, ni el mismísimo y multipremiado reportero, don Jesús Peña Sánchez, hacen un reportaje sobre las desventajas de los flacos? Si yo lo dejo por escrito, sería el siguiente título: “Don Flacuras. Penurias, desventuras y sinsabores de estar flaco”. Si usted le pregunta a internet cuántos libros hay de dietas para adelgazar, por ejemplo, cuántos libros hay disponibles en Librería Gandhi aquí en la vecina Monterrey, le arroja un resultado de más de 230 títulos disponibles. ¿Y para engordar al menos un par de kilos? Nada. Otra de las desventajas de estar flaco y lombriciento (así me decían cuando era niño y joven y me querían insultar, eso hoy llamado “bullying”. Por cierto, no tengo gusanos en mi panza) es que yo en lo particular, no tengo ni un gramo de músculos. Fin.
ESQUINA-BAJAN
Saqué de mi mochila un par de libros con temas de la Segunda Guerra Mundial y a la curvilínea Claudia Mota le brilló la cara de gusto. Me agradeció los materiales y depositó en mi mejilla un beso alucinante. Me ruboricé como un adolescente. Luego, ella, dueña de la situación y del restaurante, me hizo cosquillas en mi barba ya casi completamente cana con sus puntiagudos dedos. Espetó como niña de colegio: “Ja, ja. Discúlpame, Jesús, pero tenía muchas ganas de acariciar tu barba. ¿No te molestó?”. Ese día, Claudia traía un short negro. Bueno, lo que alcanzaba a traer de short. Un short de piel negro. De infarto. Sus tacones eran negros y sus piernas simplemente brillaban como oro bruñido, tostadas al sol de este verano…
El tema de la gordura y flacura, contra lo que usted pueda pensar, estimado lector, no es baladí ni es cualquier cosa. Está inmerso y tatuado en nuestro ADN. No por algo México es el país al parecer el primero o segundo, con más gordos y obesos en el mundo. Una pandemia silenciosa y letal. Una enfermedad crónica y mortal, sin duda. Usted lo sabe, la gula es un pecado de los siete capitales inventados por Dante Alighieri que no por Biblia alguna ni por la Iglesia Católica. Como casi todo en esta vida, fueron inventados por un escritor y sin duda, de los mejores poetas de la humanidad.
Ese día, Claudia Mota de plano, se apropió de mí y de mi enjuto cuerpo. Sólo afirmaba, ojo, nunca me preguntó. “Oye, Jesús, aquí está tu cerveza oscura y ya te pedí unos tacos de pollo. Pero el cocinero no sabe cómo prepararlos bien y que queden ricos. Cuando te los traiga, yo te los aderezo uno a uno”. La ingrata y bella Claudia así lo hizo. Trajo el platón y a continuación hizo lo siguiente. Sin cubiertos ni nada de eso, la mejor herramienta para preparar y comer, sus dedos de filigrana: agarró un taco, luego agarró el tomate y lo partió a la mitad. Luego, un pedazo de aguacate. Igual la rodaja de cebolla, la partió con sus dedos de musa y al final, agregó una cucharada de salsa. Lo cerró y me dijo con voz melosa: “Anda, come porque estás muy flaco, Jesús. Te va a gustar”...
¿Usted como se imagina que es Dios? ¿Flaco o gordo? Eso de que sea sólo una entidad, una luz cegadora, un disparo de nieve (para decirlo en metáforas del eterno trovador Silvio Rodríguez), un sol vivo y ardiente, pues no me late mucho. Lo prefiero como varón, para estar frente a frente a él un día. Al parecer, Dios es gordo. Al menos eso dijo el escritor Jorge Amado: cuando Vadinho muere y resucita un instante en la obra “Doña Flor y sus Dos Maridos” dice literal, “Dios es gordo”. Yo quiero ser gordo para ser feliz antes de morir.
LETRAS MINÚSCULAS
Claudia Mota me dijo: “Préstame tu mano, Jesús” se la llevó al nacimiento de su seno izquierdo y espetó: “¿Sientes algo? Fíjate que aquí me anda doliendo un poco...”. Continuará…