Coronavirus: Pocas cosas se añoran más que la peluquería en tiempos de la pandemia por el COVID-19
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Ahora que todos estamos confinados en nuestras casas debido a la cuarentena por el COVID-19, cosas cotidianas como ir a cortarse el pelo se vuelven complicadas por el hecho de mantener la sana distancia.
A la hermana le encanta jugar a la peluquera en la sala de estar. Un teñido fallido con un lado positivo. Peluqueros que le mandan por correo los materiales a sus clientes con la promesa de que los guiarán en algún arreglo a través de FaceTime.
A medida que el coronavirus obliga a aislarse a más gente, se suspenden las escapadas a las queridas peluquerías en busca de cortes y de charla que levanta la moral.
Mientras que algunas se cortan ellas mismas nuevos flequillos, compran tinturas o ensayan sus dotes con las tijeras en las cabezas de sus seres queridos, hay quienes dejan que la naturaleza siga su curso.
Abundan los memes y las historias de la vida real acerca de cortes que salieron mal y la salida de canas, de cejas que crecen desmesuradamente, de pestañas desprolijas y de uñas que necesitan una manicura urgentemente. Si bien todas estas cosas pueden parecer frivolidades en medio de la pandemia, mucha gente añora los rituales que les dan consuelo y una conexión con su vida de siempre.
Mary Beth Warner, de Syracuse, Nueva York, transmite alegría durante su encierro con su esposo y su hijo de 17 años, pero por dentro no disfruta nada.
“Me acuerdo que mi madre solía decir que durante la guerra, mientras tuviesen lápiz labial estaban contentas”, comentó. “Ahora me siento así con mi cabello”.
Warner, de 63 años, hace el viaje a Manhattan para teñirse el cabello cada cuatro semanas con Frank Friscioni en el Oon Arvelo Salon. Se tiñe de rubio desde hace 25 años en el mismo salón.
Ya se pasó la fecha de su nueva cita, pero por ahora no quiere hacer nada y lucirá una gorra de béisbol cuando sale a pasear con su perro hasta que Friscioni pueda visitarla, como está haciendo con otras clientas que viven más cerca de la ciudad.
“Adoro a Frank”, dijo Warner. “No confío en nadie más. En estos momentos me siento desolada. Mi cabello es muy importante en un plano emocional. No me importa si me muero en tanto y cuando me vea rubia en el ataúd”.
Otras personas aceptan más la idea de dejar que afloren las canas. Gente como el comediante Kevin Hart, que difunde videos por Instagram hablando de su vida con cabello y barba grisáseos. Con el hashtag #GreyHairDon'tCare (cabello gris, no me importa).
“Todo el mundo se está dejando las canas. Lo voy a hacer yo también. Me veo como el sobrino de Morgan Freeman”, le dijo a Elen DeGeneres en uno de los chats que la comediante está publicando en Instagram desde su casa de Los Ángeles.
Muchas mujeres están redescubriendo las colitas, los rodetes, las bandas y los adornos para la cabeza.
No las hermanas Hind.
Sophia, de 18 años, leía un libro mientras su hermana Fiona, de 20, recortaba unos 20 centímetros (siete pulgadas) de su largo cabello rojizo en su casa del Upper West Side de Manhattan, creando un adorable corte por encima de los hombros.
Fiona dijo que se armó de valor viendo “un video de YouTube que ni siquiera terminé. Vimos los primeros cinco minutos”.
En Fayetteville, Arkansas, la estilista Scarlett Howell canceló voluntariamente todas sus citas por al menos dos semanas. Está usando sus ahorros para pagar las cuentas.
“Hay muchos dueños de salones de belleza y peluqueros que se niegan a cerrar hasta que los obliguen y ponen a mucha gente en peligro”, comentó. “Es increíblemente frustrante”.
Howell no recomienda que la gente se corte ella misma o se tiña usando productos profesionales más fuertes que los de venta libre.
“Es muy difícil cortar tu propio cabello”, manifestó.
Algunos de sus clientes le están pagando como si hubieran acudido a las citas.
“Mis clientes son mi familia”, dijo Howell, conteniendo las lágrimas. “Es realmente lindo que la gente se preocupe por una”.
Kelly Cárdenas, quien cerró los salones que tiene en Las Vegas, Chicago y Carlsbad (California) dice que los experimentos que la gente hace con su cabello en su casa son algo que “los hace sentir bien 15 minutos y que al peluquero podría tomarle hasta un año arreglar”.
Mylena Sutton, de 43 años, de Haddonfield, Nueva Jersey, no piensa meterle mano a su cabello.
“Soy una afroamericana con un cabello muy rizado, más bien seco. Por nada en el mundo pienso tocármelo en casa”, afirmó.
Por ahora, se oculta las raíces con sombreros y bandas.
Kody Christiansen, estudiante de la Universidad de Nueva York, decidió probar fortuna en su casa y tuvo un pequeño traspié al teñirse el cabello, pero no se arrepiente. El hombre treintañero quería un color plateado como el de la caja, pero terminó con algo medio amarillento. Se aplicó entonces un spray plateado y quedó con dos tonos, satisfecho.
“Es una metáfora de mi vida”, dijo el actor y autor del Bronx, que hasta hace pocos años vivía en la calle, adicto a las drogas y el alcohol. “Hasta hace poco, mi vida no era como la pintaban en la caja”.