"España sigue ignorando la literatura juvenil”, dice Juan José Millás

Vida
/ 20 mayo 2017

"Mi verdadera historia" (Seix Barral) el ganador del Premio Planeta y el Nacional de Narrativa por "El mundo" vuelve a uno de los temas que han vertebrado su obra: la identidad.

Vivimos con la impresión de que nuestros actos y nuestra vida son el resultado de una planificación porque sería insoportable hacerlo pensando que somos marionetas del azar"...

Dice Juan José Millás que de la adolescencia no se sale nunca, sino que ésta a veces se encapsula para abrirse luego paso cuando uno menos se lo espera. Y eso mismo le ocurrió a él al escribir "Mi verdadera historia" (Seix Barral), una novela de iniciación con la que el escritor y periodista español reivindica ese género tan olvidado en los países latinos como es la literatura juvenil.

En esta ocasión, el ganador del Premio Planeta y el Nacional de Narrativa por "El mundo" vuelve a uno de los temas que han vertebrado su obra: la identidad. Y lo hace relatando en poco más de un centenar de páginas el arduo camino hacia la madurez de un adolescente de 12 años que guarda un secreto atroz: el día que iba a acabar con su vida tirándose desde un puente decidió lanzar antes una canica, lo que causó un trágico accidente de tráfico.

"Vivimos con la impresión de que nuestros actos y nuestra vida son el resultado de una planificación porque sería insoportable hacerlo pensando que somos marionetas del azar", afirmó hoy Millás (Valencia, 1946) durante la presentación a los medios en un céntrico hotel de Madrid. Y es que la fatalidad y la culpa que corroe al protagonista sobrevuelan toda la novela, aunque con un matiz: "No se puede cambiar lo que ha ocurrido, pero sí la relación con lo ocurrido, en parte porque se puede verbalizar”.

Millás, cuya personal mirada y sentido del humor han cautivado a lectores en 23 idiomas, lamentó la escasa tradición de obras para niños y jóvenes en los países latinos. Aquí, a los adolescentes se los ha considerado "proyectos de hombre", por lo que, salvo excepciones, escasea la literatura dirigida a este público. Además, añadió, para los novelistas siempre ha sido un género menor. "Y veo que en España seguimos sin que eso se haya debatido ni resuelto”.

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En su opinión, más que una literatura juvenil hay una literatura transversal de la que a veces se apropian los adolescentes, como sucedió con "El guardián entre el centeno" (J.D. Salinger). O como "Las brujas" de Roald Dahl, "una gran novela de iniciación por la que igual se quita el sombrero un niño de diez años que un señor de 70". El problema, sostiene, es que cuando los escritores de novela general ignoran este género, surgen "especialistas que hacen un cliché del niño fijándolo en una posición". Y eso, añadió, "es terrorífico”.

No en vano, si hay una palabra que al ganador del Premio Nadal por "La soledad era esto" le produce urticaria es "normalización": "A lo largo de mi vida había un margen en el que se vivía confortablemente cuando no eras normal, homologable. Y además, ese margen acababa cambiando el centro, las vanguardias finalmente cambiaban la ideología dominante". Ahora, sin embargo, "es muy difícil ser un marginal". El mainstream "te atrapa enseguida, los márgenes se han estrechado muchísimo".

Esa "globalización del gusto" hace que el centro se fije. "Y nos quedamos tan contentos leyendo novelas y viendo películas que nos dan la razón". Por eso es tan peligrosa la "normalización" en los colegios, que ignora las inteligencias singulares de los niños que no entran en sus cauces condenándolas muchas veces a perderse en el camino. Y en esa edad tan frágil y tan llena de sufrimiento y oscuridad como es la adolescencia, la novela de iniciación puede ser un gran espejo en el que mirarse.

"Cuando un adolescente lee, no busca gratificación formal, sino identificarse con el héroe o el antihéroe", explica Millás. "Y eso tiene una ventaja fantástica en los años de formación, que es disfrutar de un sinfín de experiencias reversibles frente a las que proporciona la realidad". Uno puede ser asesino, buscar tesoros o ser capitán de barco a través de las páginas de un libro, con la intensidad en que se vive todo en la adolescencia pero sin correr peligro. Porque al fin y al cabo, "aprender a leer es aprender a leerse".

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