Fue Elvis contra Elvis cuando comenzó a morir, 40 años atrás, un día como hoy
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A cuatro décadas de la muerte del 'Rey del Rock and Roll', echamos un vistazo al origen de la leyenda y su eterna lucha contra sí mismo
Era como si su alma hubiese nacido de una canción, y como si sus rolas hubiesen surgido de otro tiempo, de otro lugar. Era como si le hubiera robado la voz a un negro, en los tiempos en los que se les decía negros.
Era como si su nombre, Elvis Aaron Presley, hubiera estado condenado a desaparecer entre las carreteras por las que conducía un enorme camión cargado de ropas, sábanas y almohadas, y era como si su porvenir hubiese sido como el de su padre, Vernon Presley, un hombre como todos, un poco ladrón como todos, un tanto santurrón y algo cobarde. Era como si en su pueblo, Tupelo, Tennessee, jamás fuese a ocurrir nada especial, más allá del hastío, de la siesta, del calor, del acento sureño, muy cantado, muy dejado, y mucho más allá del tenue silbido de un lejano jazz, y era como si él jamás hubiera sido parido allí por Gladys Love Smith, el 4 de enero de 1935, o como si hubiera sido traído al mundo como uno más. Un número, un nombre. Era como si el tiempo y su tiempo hubiesen sido prestados, como si no hubiera nada por descubrir, como si ya se hubieran dictado las reglas de la vida, los mandamientos, y como si las canciones tuvieran que ser como eran.
Era como si su vida fuese a ser siempre un simple existir.
“Sea lo que sea en lo que me convierta, será en lo que dios ha elegido para mÍ”
El 3 de octubre del 45, viviendo ya en Memphis, se subió por vez primera a una tarima para cantar en un concurso de jóvenes talentos patrocinado por una casa de almacenes, la Black and White. Cantó “Old Shep” subido a una silla. Esa tarde-noche ganó cinco dólares por su segundo lugar en el certamen y un pequeño trofeo que no se cansaba de admirar todos los días. Su nombre, Elvis Presley, había quedado grabado con letras indelebles.
Memphis fue su adolescencia, sus primeros amores, sus primeros tragos, escaparse a escondidas de su madre, volver a casa de madrugada, pelearse con los profes. Memphis fue encerrarse con llave en su cuarto para oír a Ernest Tubb y a Sister Rosetta Tharpe, John Lee Hooker y B.B. King, y su cuarto y la radio y aquellas canciones fueron vivir y delinear su vida, imaginarla, diseñarla.
Memphis fue juntarse con Red West y otros tipos duros, y empezar a hablar de la Mafia de Memphis, una banda de diez o doce amigos a los que se llevó a vivir con él tiempo después, cuando ya era “El Rey” y había comprado Graceland, y cuando tenía permiso para vivir, matar o morir. Memphis fue donde West dijo: “Elvis jamás llegó a tener amigos de verdad. En realidad nunca llegó a encajar con nadie”.
“No podemos construir nuestros sueños en mentes suspicaces”
Allí fue de todo: portero, mensajero, torero, vigilante, y entre trabajo y trabajo se fue enterando de concursos para nuevos cantantes, y de que había un lugar, la Memphis Recording Service, cuyo lema era “Grabamos lo que sea, donde sea y cuando sea”.
Cuando llegó al estudio, Marion Keisker, la secretaria de la Memphis Recording, pensó que había ido a curiosear. “Le pregunté qué estilo cantaba y él me respondió que podía cantar cualquiera: canciones populares, country, rhythm and blues… cualquier estilo”. Elvis Presley podía cantar cualquier estilo, por aquel entonces y mucho después.
“Decidí escucharlo —recordaría Keisher—, y tan pronto empezó a cantar me pareció poco común. Parecía reunir todos los estilos musicales en uno solo. Es curioso, porque Sam (Sam Cornelius Phillips, el dueño de la empresa) llevaba años diciendo: ‘Si pudiese encontrar un blanco que tuviese el sonido y el sentimiento de los negros podría ganar un millón de dólares’. En ese momento me di cuenta de que Elvis los tenía”.
“Desde que era un niño, siempre supe que algo me iba a ocurrir. No sabía qué exactamente”
Elvis Presley pasó a ser sólo Elvis. Cantó en algunos festivales, y en el Overton Park Shell empezó a bailar sobre el escenario y a mover la pelvis. “Empecé a hacerlo durante una actuación en Memphis. Lo añadí al show un poco como reacción al miedo que sentí al salir ante el público”.
Esa noche vislumbró el futuro que había imaginado en su habitación, ocho y nueve años atrás. Los aplausos frenéticos del público y los gritos histéricos de las mujeres, las felicitaciones de quienes estaban tras la tarima, las palmadas en la espalda de los músicos que lo habían acompañado, algunos empresarios que lo adulaban, algunos periodistas que lo buscaban, eran el presagio de lo que vendría.
“La música debería ser algo que te haga moverte. En el interior o en el exterior”
El miedo empezaba a evaporarse. La miseria, a diluirse. Elvis comenzaba a ser él, libremente él, y a dejar de ser Elvis Presley. Empezaba a marcar la historia con su manera de cantar, con sus movimientos, con su fuerza y aquel complejo y profundo no importarle nada en la vida más allá de él.
“He llegado demasiado lejos y no sé cómo volver”
Probaba y tomaba drogas para dormir, para despertarse, para el dolor, para la ansiedad. Al final, su preferida era el Dilaudid, cinco veces más fuerte que la morfina, una droga para aliviar el dolor en los enfermos terminales de cáncer. El día de su muerte, 16 de agosto de 1977, 3:45 p.m., según el dictamen oficial médico del hospital Baptista de Memphis, Elvis Presley jugó squash en la madrugada, tocó piano, cantó algunas de sus rolas preferidas, se enojó, rió, maldijo y se encerró en el baño de su mansión, Graceland, para descansar de todo y de todos.
“Haz algo que merezca la pena recordar”
Elvis Presley fue uno contra el mundo. Fue su música y su voz contra miles de personajes que le chuparon la sangre. Fue su soledad contra el arrastre. Fue su convicción de hacer patria y enrolarse en el Ejército para prestar servicio militar contra los coroneles y generales que lo usaron para decirles a los jóvenes que él era el ejemplo a seguir. Fue su ritmo contra los conservadores que lo censuraron y obligaron a las cámaras a grabarlo de la cintura para arriba. Fue su carisma contra la envidia. Fue su querer hacer contra los que se oponían a cualquier cambio. Fue su vitalidad contra aquellos que lo acusaron de comunista o de agente de la CIA, como Ringo Starr. Fue Elvis contra Sinatra. Fue Elvis contra su propio círculo, y fue Elvis contra sus deseos de vivir.
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Las joyas del ‘Rey’
1.- ‘Suspicious Minds’
2.- ‘Blue Suede Shoes’
3.- ‘Jailhouse Rock’
4.- ‘Hound Dog’
5.-‘Love Me Tender’
6.-‘It’s Now or Never’
7.-‘Viva Las Vegas’
8.-‘In the Ghetto’
9.- ‘Always on My Mind’
10.- ‘Don’t Be Cruel’