San Esteban de la Nueva Tlaxcala; las raíces de Saltillo

Saltillo
/ 12 septiembre 2016

Mañana se cumplen 425 años de que se fundó San Esteban de la Nueva Tlaxcala, que junto con Villa de Santiago dieron vida a la capital de Coahuila

Texto: Armando Ríos
Fotos: Omar Saucedo

Con información de Carlos Recio y Esperanza Dávila / UNAM-MX

 

Antes de la colonización de Saltillo, había una gran cultura indígena en la región, los indios huachichiles y rayados o borrados, conformaban sólo dos de las tribus asentadas sobre estos suelos. Más tarde los llamaron chichimecas, conjuntando todas las tribus del norte del País. 

En nuestros días, esta tierra está reconocida como la Mejor Ciudad para Trabajar, la segunda Mejor Ciudad para Vivir y su más reciente logro fue ser nombrada la Ciudad más Competitiva del País... Esta es la historia: 

La Catedral y la Plaza de Armas conservan la gentileza del pasado que se vuelve presente en cada detalle de las casas antiguas, los templos, el Santo Cristo y las “conchitas con queso”, detalles que componen y caracterizan los cimientos de nuestro confuso, pero inigualable Saltillo.

El poniente de la ciudad albergó a cientos de indios tlaxcaltecas que repoblaron la zona, quienes “heredaron” parte de la identidad de los saltillenses.

¿Por qué?

Esta es la historia de la villa. Un cuento sin hadas, pero con indios, sarapes, casacas, reyes y arcos de flecha. La mezcolanza entre españoles, chichimecas y tlaxcaltecas en la disputa por un pueblo que más tarde formara parte de lo que hoy es Saltillo, que amurallado por la Sierra Madre Oriental, se fundó hace 425 años, un 13 de septiembre bajo el nombre de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, la verdadera tierra sarapera.

Saltillo fue conquistado hacia el año 1577 por un grupo de 15 colonizadores españoles al mando del portugués Alberto do Canto e Dias de Vieira. No estando habituados a la actividad agrícola, tenían como propósito principal, al igual que en otros lados, esclavizar a los indios de la región para convertirlos en entes productivos del campo, dentro de la villa que pertenecía en aquél entonces a la Nueva Vizcaya: reino que unía a los estados de Chihuahua, Sinaloa, Durango y una pequeña parte de Coahuila. 

La sorpresa fue que los indios huachichiles, en su condición de nómadas, no accedieron fácilmente a la imposición y el saqueo, y por el contrario, duraron décadas luchando por su territorio.

Catorce años después de la fundación de Villa de Santiago, los colonizadores pensaron desistir. “Queremos irnos, los ‘chichimecas’ nos atacan’’, fue el mensaje enviado al virrey don Luis de Velasco por los conquistadores que pisaron la tierra norestense con una esperanza distinta. Uno de los momentos que, para los historiadores de la ciudad decidió el rumbo de nuestros días.

La solicitud fue aceptada para repoblar y aprovechar varias de las zonas de la Nueva España que fueron descubiertas antes de la caída de Tenochtitlan; 400 familias de tlaxcaltecas fueron enviadas a las regiones invadidas por los españoles. Fue así como los tlaxcaltecas llegaron al norte.

Una página al pasado

- El 13 de septiembre de 1591 fue fundado el pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala.

- La Villa de Santiago del Saltillo fue conquistada en 1577.

- 15 colonizadores, al mando de Alberto do Canto e Dias de Vieira, dominaron a las tribus chichimecas.

- La villa pertenecía en aquel entonces a la Nueva Vizcaya, reino conformado por Chihuahua, Sinaloa, Durango y una pequeña parte de Coahuila. 

- En 1591 el pueblo tlaxcalteca, en su totalidad había sido evangelizado y ya dominaba perfectamente el español.

- El pueblo de la Nueva Tlaxcala fue dividido en cinco barrios: San Esteban, Santa Anita, San Buenaventura, La Inmaculada Concepción, La Purísima. 

- En 1831 ambos pueblos fusionaron sus ayuntamientos.

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La llegada de Tlaxcala a la región

Carlos Recio, historiador de Saltillo y académico, dice, aunque la mayoría de las tribus mexicas que habitaban en lo que hoy es Saltillo se opusieron a la conquista y la imposición del cristianismo, los tlaxcaltecas, por otro lado, fueron de las pocas sociedades que, aunque no estuvieron de acuerdo, tampoco lograron luchar contra el Ejército español. El olvido de Quetzalcóatl y Huitzilopochtli se había convertido en una realidad después de 10 años, lo que ayudó a los españoles a partir de 1531, a dejar el sur y el centro de la Nueva España, para empezar a saquear rumbo al norte y parte de El Bajío.

Los tlaxcaltecas fueron juzgados en aquel entonces por haber dado vuelta a la página rápidamente; pronto siguieron las normas laborales de los virreyes y trabajaron durante años como esclavos.

El propósito de traerlos funcionaba como un arma de doble filo para el virreinato. Por una parte, ayudarían a la siembra y las cosechas de la tierra, que abundaban en la villa, y por otro lado se encargarían de la sedentarización de los indios chichimecas que habitaban algunos tramos desde Zapalinamé hasta el Cerro del Pueblo. Para 1591, el pueblo tlaxcalteca en su totalidad había sido evangelizado y ya dominaban perfectamente el español, sin olvidar en secreto su lengua náhuatl.

Después de repoblar zonas de Mazapil y sus minas, la capital de Zacatecas, el norte de Querétaro, Durango y San Luis, fue como a finales de agosto de 1591, 90 familias tlaxcaltecas retomaron la caravana rumbo a la Villa de Santiago.

Llegaron el 4 de septiembre al mando del capitán Francisco de Urdiñola, un grupo de 72 hombres casados y 18 solteros, entre ellos sus líderes Buenaventura de Paz y Joaquín de Velasco. Venían a pie y sobre carretones jalados por caballos y bueyes, que cargaron en sus espaldas plantas frutales, semillas, trigo y materiales que ayudarían a la construcción de las chozas. 

A su llegada, entre el 2 y el 5 de septiembre, Alberto Do Canto, designó la cantidad de terrenos y el agua que dispondrían. Se les ubicó al poniente a partir de lo que ahora es la Alameda. Pero los allegados no estuvieron de acuerdo y decidieron poblar a un lado del arroyo de “El Saltío”, para estar más cerca de lo que sucediera en la villa y dejar oportunidad de que los cultivos crecieran hasta el Cerro del Pueblo. Los tlaxcaltecas marcaron una línea fronteriza con el arroyo “El Saltío” que bajaba directamente desde el Ojo de Agua hasta lo que hoy conocemos como la calle de Allende.

En 1582, el fraile Lorenzo de Gavira inició un convento que no logra sobrevivir, dejando los cimientos para la construcción del templo de San Esteban, como la primera piedra para la fundación del pueblo.

Lo dividieron en cinco barrios: San Esteban, Santa Anita, San Buenaventura, La Inmaculada Concepción, La Purísima. 

Los barrios con calles de tierra se disfrazaban con las modestas chozas construidas por los tlaxcaltecas con techos de carrizo y muros de adobe, donde se alojaban dos piezas; una estancia común para tareas del hogar y un dormitorio. La mayoría de las familias, tenía a su alrededor pequeñas huertas para el consumo personal. La vegetación era parecida a la de ahora, se podía fácilmente encontrar un fresno a un lado de un maguey.

Se dice, que el carácter de los tlaxcaltecas era fuerte. Gente concentrada, seria, honesta y que no les molestaba vivir en la rutina. Adoraban al campo y agradecían a Dios la oportunidad de aproximarse aún más a él. 

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Pronto se ganaron el respeto de los habitantes de la Villa de Santiago, por lo que, en los primeros años se respiró un ambiente de armonía. Los españoles, al ver que el sistema de repoblación dio frutos en gran parte de los territorios a los que enviaron familias de Tlaxcala, comenzaron a privilegiarlos a comparación de lo que se hacía con los indígenas de la zona sur del país. Les permitieron usar el artículo “don”, que se usaba para gente a la que se le tenía mayor respeto que a otra y con niveles de poder jerárquico. También les permitieron andar a caballo por las calles de la Villa, tal y como lo hacían ellos.

San Esteban de la Nueva Tlaxcala contaba con su propio cabildo y tomaba sus decisiones con temas a discutir sobre la siembra y la agronomía, y éste era independiente de la Villa de Santiago.

Los tlaxcaltecas trajeron consigo las recetas más primitivas de los dulces de leche y de fruta, y el Sarape cuando el frío no se apiadaba de la zona. El pueblo estaba lleno de parcelas, cultivaban los mejores coles de América, perón, manzana, durazno, chabacano y membrillo.

Más tarde, con el recelo y el éxito de la creatividad tlaxcalteca, los españoles amenazaron con quitarles los terrenos que les habían brindado los primeros pobladores de la villa, pero lograron defenderse con las prerrogativas que les dio el virrey y siempre estuvieron cuidándose de que la relación fuera demasiado cercana, aunque algunos de ellos impartieron clases de educación a los hijos de los empresarios españoles.

Las familias de “La Nueva Tlaxcala”, a comparación de la Villa de Santiago, tenían un nivel de vida humilde, aunque ya había clases de poder, y, prueba de ello se registra ante los testamentos en el Archivo Histórico de Saltillo, como dejaban reliquias para sus hijos que el día de hoy no tendrían gran valor; un azadón, un banco para sentarse o una tilma.

Las ferias de Saltillo se hicieron presentes desde los tiempos de la Nueva Tlaxcala, y en ella, se vendían conservas y objetos de cuero, había peleas de gallos e incluso hay documentos que mencionan que en ocasiones se vendieron esclavos en el mercado negro de la feria, traídos de Zimbabue y Mozambique. Fue aquí, cuando el sarape adquirió presencia.

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A los chichimecas se les replegó hacia el Cerro del Pueblo, presentaban muchos problemas de esclavitud para venderlos a las minas de Mazapil y hacia el norte también;  hubo enfermedades de sarampión. En 1690 sólo quedaron 5 chichimecas. ‘’A pesar de que les damos dos fanegas de trigo cada mes, se acaban todo’’. Los tlaxcaltecas les daban reses y comida.

Los tlaxcaltecas fundaron posteriormente Monclova, General Cepeda, Parras, Bustamante, (ubicada en lo que ahora es Nuevo León) e incluso San Antonio, Texas, de la mano de españoles.

San Esteban de la Nueva Tlaxcala, con una nueva mezcla entre españoles y tlaxcaltecas, y con la abundancia de mestizos, pasó a llamarse Villalongín en 1827, y los españoles decidieron al mismo tiempo, nombrar a la villa, Ciudad Leona Vicario.

Cuatro años más tarde, aunque conservaban su propio cabildo y las leyes eran distintas, Villalongín se une a Leona Vicario formando una sola ciudad, lo que terminaría con el imperio de la pureza tlaxcalteca y en 1831 terminaron por fusionarse los ayuntamientos de ambas comunidades.

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