La cigüeña de mariposas

Saltillo
/ 1 noviembre 2015

La historia de una mujer que ama tanto las monarcas que convirtió el jardín de su casa en un pequeño hábitat para que se reproduzcan. Se llama Laura y ha traído al mundo a las primeras 13 mariposas cien por ciento saltillenses. El equipo de Semanario estuvo ahí para capturar en fotografía y video el extraordinario momento.

                                               Texto: Elisa Hernández

                                               Fotografía: Daniel Bates Hurtado

                                               Video: Omar Saucedo,  Ernesto Cadena

                                               Edición: Kowanin Silva

                                               Diseño: Edgar De la Garza

Para Laura Acuña fue imposible contener la emoción cuando la primera Monarca extendió sus alas y elevó el vuelo. Tenía dos meses adaptando su jardín para hospedarlas y funcionó. El 15 de octubre, la primera mariposa emergió de su crisálida con unas alas perfectas en naranja y negro, con motas blancas. No sería la única, Laura vería nacer a 12 más.

Las  asclepias En cuanto las vio sobrevolar su casa, ubicada en una tranquila colonia del oriente de la ciudad, les tomó fotografías y se las envió vía Twitter a don Gera. Así le llaman con cariño a Luis Gerardo Moreno, hasta ahora el mayor productor de asclepias en el país y quien este verano le regaló a Laura 30 asclepias curassavica. 

Todo fue idea de Sergio Mora, el primo de Laura, que desde meses atrás prometió regalarle unas plantas que, según le contó, sirven a las Monarca para poner sus huevecillos, son a su vez el alimento para las orugas, lugar de resguardo para las crisálidas y finalmente donde nacerán las mariposas. A Laura le llamó tanto la atención que por su propia cuenta contactó a don Gera y viajó a Monterrey, la ciudad donde él vive y cultiva miles de asclepias que regala sin cobrar ni un centavo a cambio. 

Laura volvió a Saltillo con las nuevas integrantes de su jardín y a partir de aquel momento tendría un motivo más para despertar cada mañana. Las sembró y las regó cada día con esmero. Las limpió de plagas y alejó a otros insectos que pudieran dañarlas. Las asclepias no tardaron en adornarse con sus brillantes flores amarillas, naranjas y rojas, y por supuesto comenzaron a desprender el aroma que llamó a las mariposas.

Contrario a lo que muchos de nosotros pensamos, no todas las Monarca pasan el verano en el norte del continente y el invierno en los santuarios del sur de México. Muchas de ellas viven a lo largo y ancho de nuestro país y se les llama residentes o locales.  Es probable que alguna de estas Monarca que habitan en la región reconociera la presencia de asclepias en el jardín de Laura y se acercara a cumplir así el ciclo de la vida. 

De acuerdo a los especialistas, estas plantas, denominadas comúnmente algodoncillo, son las únicas en las que la mariposa más conocida de América deposita sus huevos y posteriormente sirven de alimento a la oruga de Monarca.

Existen más de un centenar de especies distintas de asclepias y por su amplia distribución son una fuente muy importante de néctar para las abejas, las mariposas y una gran cantidad de insectos.  Pero en México es la asclepia curassavica la elegida por estos animalitos voladores. Se le llama también algodoncillo tropical, platanillo, flor de sangre y algunos otros nombres regionales como ‘mata ganado’ porque resulta venenosa para ciertos animales lo que a su vez sirve de protección a las Monarca.  

Atraídas por las curassavica, las mariposas llegaron a casa de Laura donde el jardín, cabe hacer mención, no es un espacio cualquiera. A sus 45 años de edad, Laura Acuña es una mujer casada y madre de tres hijos que trabaja como reclutadora de personal, lo que le permite estar más tiempo en casa. En su tiempo libre le gusta hornear galletas y mantener el jardín frontal de su hogar semejante al de un cuento de hadas.

“Mi jardín es pequeño, pero te juro que me puedo pasar todo el día aquí afuera”, expresa confirmando lo que a los ojos es evidente. 

Octubre, por ejemplo, lo recibió con las clásicas calabazas, fantasmas, gatos negros, espantapájaros y demás ornamentación que ameritan las celebraciones del mes, lo que junto al nogal, el jazmín de Arabia, los geranios y la enredadera, envuelven en un mágico ambiente a cualquier visitante de su casa. Seguramente las mariposas también quedaron encantadas con el sitio que habría de resguardar a una nueva generación de su especie. 

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Quiero llorar, se me hace tan maravilloso, muchas veces pasan tantas cosas alrededor desapercibidas, nos la pasamos checando celulares"

La espera En pocos días Laura empezó a observar los primeros huevecillos. Los encontró adheridos sobre las hojas de las plantas.. Los describió como unos diminutos balones de futbol americano por su forma ovalada, pero de color blanco. Pronto los huevos se convirtieron en larvas y en un santiamén las larvas en orugas. Como regalo del destino la primera oruga la encontró en su cumpleños. 

“Recuerdo que cuando vi la primera oruguita le mandé un twitt a don Gera y le dije hasta quiero llorar, ¡fue una emoción!”, exclama. 

Contó trece orugas en total y todas ellas se convirtieron como en sus hijas. Las vio crecer con asombro hasta que todas se convertieron en ese hermoso animal de líneas negras, amarillas y blancas con sus enormes y graciosas antenas. 

Las orugas Monarca se alimentaron día y noche de las asclepias mientras Laura las observaba y las fotografiaba para enviar cada registro a don Gera, quien diariamente la orientaba para que pudiera prevenir cualquier accidente o tropiezo en el desarrollo de estas criaturas.

El sembrador de mariposas Desde hace dos años Gerardo Moreno, cirujano dentista de profesión y horticultor de corazón, se dedica a promover los jardines de asclepias como una forma de revertir la inconmesurable pérdida de mariposas Monarca. 

Hace dos décadas, durante la temporada de migración, estos insectos llegaban a ocupabar cerca de 20 hectáreas en los santuarios del sur de México. En el 2013 no superaron siquiera una sola hectárea. 

Por mucho tiempo se habló de que esta catástrofe podría ser consecuencia de la poca protección de la Monarca en su trayecto por México, así como de la deforestación en sus sitios de resguardo.

Sin embargo, recientemente los vecinos del norte, particularmente Estados Unidos, han reconocido su responsabilidad en la realidad que amenaza a esta especie.

La principal causa de su disminución es el uso de herbicidas y pesticidas en los campos agrícolas de ese país, sobre todo en el llamado Cinturón del maíz (Corn Belt), una región del medio oeste de Estados Unidos, según explicó la bióloga Eglantina Canales, Secretaria de Medio Ambiente en Coahuila. 

Para don Gera también son los vecinos americanos los responsables de que cada año veamos un menor número de mariposas volando por el cielo mexicano. 

El uso de estos productos químicos utilizados para eliminar plagas o plantas indeseadas, ha ocasionado la disminución de distintas especies vegetales que sirven de alimento a las mariposas, incluyendo las asclepias.

Gerardo Moreno y la señora Bertha Garza unieron sus conocimientos, experiencia y entusiasmo para empezar a sembrar estas plantas y reestablecer de esta manera parte del hábitat de las Monarca desde que son unas orugas. 

En el 2014 ‘Ballena feliz’, como se hace llamar don Gera en Facebook y en Twitter, obsequió 7 mil plantas de manera directa. Este 2015 suma ya 24 mil asclepias con el apoyo de un intermediario, distribuidas principalmente en Monterrey, pero también en Reynosa y ahora en Saltillo gracias a Laura.

“Surge de la inquietud de Bertha Garza, como ella tenía semilla, pero no sabía sembrar y yo sé sembrar, entonces salió la idea de echarle la mano con eso. Nunca pensamos que fuéramos a tener tanto éxito porque ha sido muy bien aceptada la planta y sobre todo en las familias”, expresa Gerardo Moreno.

Sabe que los esfuerzos que hace nadie va a recompensárselos económicamente y llama a su titánica tarea “un remedio paliativo” porque reconoce también que la solución debe ser mucho más integral y debe venir desde distintos frentes. 

 

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La pólemica En el camino, además, se ha enfrentado a fuertes críticas de quienes desconfían de su labor, de personas que buscan aprovecharse y hacer negocio con el cultivo de las asclepias, y también por parte de otros conservacionistas que dudan de la efectividad de su proyecto porque no existe hasta ahora una investigación que lo respalde. 

“Yo tengo en realidad una gran disyuntiva con esa gente que está sembrando asclepias”, declara Rocío Treviño, bióloga y coordinadora del Correo Real, un programa de la asociación civil Protección de la Fauna Mexicana (Profauna) para la conservación de la mariposa Monarca. 

“Falta mucho que estudiar todavía, pero es algo que nosotros hemos peleado con Nuevo León, de que tengan más precaución con eso, pero la gente está enloquecida con la siembra de asclepias en Nuevo León”, asegura.  

La bióloga expone dos razones principales por las que “no lo promovemos en Coahuila”. La primera tiene que ver con la diapausa reproductiva de la Monarca.

Según explica ella, al terminar el verano y descender las temperaturas, la mariposa que está a punto de nacer y se encuentra en su fase como crisálida no madura sexualmente y en cambio desarrolla el instinto migratorio. 

Es esta la mariposa que podrá vivir durante cerca de nueve meses, tiempo que ocupa en viajar hacia el sur para hibernar en los santuarios. Y será hasta la primavera cuando esté lista para aparearse y reproducirse camino hacia el norte del continente. 

Rocío Treviño cuestiona entonces la presencia de asclepias en su paso por México como una amenaza que podría distraer a la generación migratoria interrumpiendo la diapausa, acelerando su reproducción y por consiguiente su muerte sin cumplir con su viaje hasta el sur de México. 

Otra razón es que la asclepia curassavica que florece en esta región puede desarrollar un protozoario capaz de infectar a la mariposa. 

“Es una asclepia que no se muere durante el invierno, entonces las mariposas a veces vienen infectadas con un protozoario que deja esporas, entonces si las mariposas llegan a comer pueden dejar las esporas en las asclepias, luego vienen las migratorias y se pueden llegar a alimentar, porque tienen mucho néctar, y se pueden contaminar y pueden llegar enfermas a los santuarios y ahí sí sería un desastre que se contaminaran todas”, resume Rocío Treviño. 

Sin embargo, no existe hasta ahora ninguna investigación que respalde su opinión. Tampoco existen estudios científicos que apoyen la siembra de jardines de asclepias en México como una forma de contribuir a la conservación de la Monarca. 

“El tema de hacerlas reproducirse en medio del camino es un tema de discusión entre los científicos, todavía no podríamos opinar nada, hasta que haya algo concluyente, por lo pronto creo que si no sabemos el principio de precaución es el que debe de imperar, no lo hagamos, si no estamos seguros de que es bueno no lo hagamos”, manifestó Eglantina Canales, Secretaria de Medio Ambiente. 

A pesar de la falta de sustento científico, grandes organismos medioambientales como Greenpace, incluso el canal de televisión Animal Planet, promueven los jardines de asclepias como una de las alternativas para salvar esta especie de la amenaza de extinción. 

 

El nacimiento En pocos días, luego de alimentarse de las asclepias del jardín de Laura, las orugas alcanzaron el tamaño y la maduración adecuadas. Se calcula que la pequeña larva aumenta hasta 300 veces su tamaño y muda cinco veces de piel. 

Luego, siguiendo su propio instinto, dan el siguiente paso en su fantástico desarrollo. Dejan de comer y buscan el lugar ideal para pasar las siguientes dos semanas en forma de crisálida. 

Antes de la mágica transformación y aconsejada por don Gera, Laura tejió una especie de fundas con tul para cubrir con ellas las asclepias de manera que las orugas se mantuvieran en las plantas cuando se convirtieran en capullos. 

Esto con el fin de protegerlas de otros insectos y de las aves, así como evitar que aparecieran en otros rincones de la casa. 

Solo una oruga descarriada fue hallada días más tarde ya convertida en crisálida sobre un pantalón que se encontraba en la lavandería de la casa. 

Por su parte, Laura trasplantó una de las asclepias a una maceta y la metió en la sala de su hogar para no perderse el siguiente capítulo de su propio documental estilo Discovery Channel. 

Y tal cual le habría narrado don Gerardo que ocurriría, un buen día la oruga comenzó a tejer una especie de tela muy delgada, parecida a una telaraña, de la cual se sujetó para luego colgarse de cabeza. 

Así permaneció por muchas horas hasta que de pronto... “ese día me desperté y fui a verla y seguía colgada, y en lo que yo estaba viendo empieza como de abajo hacia arriba a abrirse y a salir como un globito”, describe Laura emocionada. 

El animal se balanceaba cadenciosamente mientras iba desprendiéndose de su antiguo cuerpo para dar paso a su nuevo refugio, al capullo dentro del cual se convertiría más tarde en uno de los insectos más admirados del planeta. 

“¡Es increíble!” expresa ella. 

La transformación de oruga a crisálida tardó alrededor de diez minutos. Laura captó la escena completa con la cámara de su ipad. Estaba atónita. La emoción era tal que no pudo evitar las lágrimas. 

Una a una el resto de las orugas fueron tomando su nueva forma en las asclepias del jardín. En los siguientes días la quietud reinó entre las plantas de las que solamente colgaban las pupas color verde claro con una corona de puntos dorados. 

Pero el corazón de Laura estaba más inquieto que nunca. Mientras en su jardín ocurría la metamorfosis, uno de los fenómenos biológicos más extraordinarios de la naturaleza, la emoción crecía dentro de ella, pero también la preocupación al pensar que algo pudiera impedir que las pupas llegaran a ser mariposas.

“No te imaginas lo estresada que estaba”, confesó Laura días después. 

Con el mayor cuidado y delicadeza supervisaba cada día las fundas de tul, las asclepias y las crisálidas colgando de ellas. Y todos en su casa sabían que debían procurar tener cuidado de no hacerles daño. 

Pasaron los días y los primeros frentes fríos de la temporada trajeron lluvia a Saltillo e hicieron descender drásticamente la temperatura. Eso preocupó a Laura que estaba cada vez más ansiosa por el inminente nacimiento de las mariposas.

Pero como suele ocurrir en el otoño a los pocos días el sol estuvo de vuelta, y de nuevo como una auténtica coincidencia con el día del cumpleaños de su esposo Mauricio, una de las pupas amaneció de un tono oscuro.

En realidad la capa del capullo se había tornado transparente y era la Monarca en su interior lo que la hacía tomar ese color entre azul marino y negro. El momento culmen había llegado, Laura no cabía ya de la emoción.

 

El sol estaba cerca del cenit cuando la mariposa rompió el capullo. En cuestión de segundos salió de su viejo cascarón y lentamente fue extendiendo su cuerpo. 

Sus alas, que en un principio aparecieron arrugadas como una especie de acordeón, fueron creciendo conforme el insecto bombeaba desde su tronco un fluido que las iba inflando e inflando hasta que resultó increíble cómo pudo caber en el pequeño capullo una mariposa ahora tan grande. 

En poco menos de una hora las alas se extendieron suficiente y la Monarca empezó a moverlas suavemente hasta que estuvo lista para empezar a volar. 

Primero fue pasando de una planta a otra elevándose cada vez más alto hasta alcanzar la copa del nogal del jardín de Laura. 

Ahí permaneció volando de un punto a otro durante el resto del día, hasta que ya cerca del ocaso se perdió en el horizonte. 

“Quiero llorar porque se me hace tan maravilloso, muchas veces pasan cosas alrededor tan desapercibidas, nos la pasamos checando celulares, hay que voltear alrededor y prestarle atención, es una maravilla”, dice.

Recuerda también que desde que don Gera le obsequió las asclepias le dijo siempre “lo mejor está por venir”. Cuando las plantas florearon, cuando llegaron las Monarca a dejar sus huevos, cuando nacieron las orugas, en cada etapa del proceso don Gera le repitió siempre “lo mejor está por venir”. 

Ahora que las Monarca se han ido Laura está segura de que lo mejor está por venir, porque a su jardín seguirán llegando mariposas en los próximos meses y años.

Además ha seguido el ejemplo de Gerardo Moreno y ha empezado a regalar algunas de sus asclepias a otras personas que están interesadas en sembrarlas en sus casas para recibir a las mariposas. 

Tiene también el proyecto, junto a uno de sus hijos que es boy scout, de promover un jardín de asclepias en el Parque Ecológico La Aurora donde planean sembrar hasta 3 mil nuevas plantitas. 

Laura no es ninguna ambientalista, pero además de su gusto por las plantas siempre ha sentido amor y compasión por los animales. En su casa vive un perro que salvó de ser sacrificado, por ejemplo, y en general trata siempre de cuidar su entorno.  

“Son mis creencias, es mi gusto y lo hago de forma personal. Me gusta que lo que me rodea esté en armonía”. 

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Llaman a cuidar la monarca La mariposa Monarca es el insecto que lleva a cabo la migración más grande del mundo. En un año esta especie suele dar vida a cuatro generaciones, pero una de ellas, la llamada “Matusalén”, nacida a finales del verano o principios de otoño, llega a vivir hasta nueve meses. Recibe este apelativo en alusión al personaje bíblico que vivio 969 años. 

Esta generación de Monarca realizará el gran viaje de más de 4 mil kilómetros desde el sur de Canadá hasta los bosques de oyamel en el sur de México donde pasará el invierno, y esta misma mariposa, es decir, el mismo individuo, emprenderá el regreso y volará gran parte de ese viaje de nuevo hasta el norte del continente. 

Las mariposas que nacieron en el jardín de Laura, las primeras Monarca registradas en Saltillo, podrían ser parte de la generación Matusalén.

Que si bien no viajarán desde Canadá, es probable que su instinto las una a la gran migración que coincidentemente a mediados de octubre atraviesa territorio coahuilense en su trayecto hacia Michoacán y el Estado de México donde se refugian del invierno. 

Mucho menos probable, pero también posible, es que se trate de una Monarca residente y que su ciclo de vida se limite a poco menos de 30 días como sucede en el caso de las otras tres generaciones de esta especie que de forma natural nacen a lo largo del año y no desarrollan el instinto de la migración. 

Por ahora nadie puede saberlo con certeza, porque ni Laura ni don Gera cuentan con la tecnología para monitorear a las mariposas que nacen en los jardines de asclepias de la región en esta época.

Por otra parte, la preocupación de la coordinadora del Correo Real en Coahuila, Rocío Treviño, tiene que ver también con que parte de las mariposas de la gran migración se detenga en la región debido a la presencia de los jardines de asclepias, aunque a la vez considera que podría no ser una situación tan grave. 

“A lo mejor el que algunas pocas se queden no es problema, que rompan la diapausa, pero lo que a mí me preocupa más es lo de la posible enfermedad”, y por eso recomienda a quienes tienen estas plantas en sus hogares o escuelas, que las poden al menos dos veces al año para mantenerlas libres de plagas y otras enfermedades. 

También llama a los impulsores de esta práctica a reportar a los programas oficiales de la mariposa Monarca, como es el caso del Correo Real, todos los cambios que observen en el comportamiento de este animal, es decir, a informar cuántas mariposas llegan a sus jardines, cuántos huevecillos depositan, el número y características de las orguas, de las crisálidas y por supuesto de las mariposas que nazcan. 

 

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