¿Por qué los 'piropos' son una forma de abuso sexual?

Vida
/ 13 octubre 2015

Las mujeres no son cuerpos expuestos para la evaluación de los hombres, son personas.

Todas las mujeres lo hemos experimentado y sufrido alguna vez pues sin importar la edad que tengas siempre habrá un hombre en la calle que piensa que es un "halago" decirte algún piropo y mirarte una y otra vez como si algo se le hubiera perdido. Nada más alejado de la realidad.

Desconocemos si los hombres estan conscientes de que a nosotras nos molesta o si saben de la tremenda repercusión en violencia sexual que estas acciones tienen. Ojalá sea más una cuestión de poca inteligencia emocional.

La verdad es que los 'piropos' constituyen abusos y transgresiones a la dignidad y sexualidad de quienes los reciben, y ya son muchas las campañas que se han propuesto denunciar y terminar con esta irresponsable práctica. Para comprender esto, retomaremos algunas ideas del blog Mujer Palabra.

¿Qué es un piropo?

Es una palabra o frase que un hombre le dice a una mujer que no conoce (no hay relación afectiva de ningún tipo) y para mayor gravedad, en público. Por incomprensible que parezca, al hombre que dice el piropo no le importa nada que la mujer desconocida que lo recibe no le haya pedido opinión (ella debería sentirse halagada de que un hombre evalúe su físico en público).

¿Es machista el piropo?

La situación en que una persona evalúa públicamente el cuerpo de otra es producto de un sistema patriarcal machista, según el cual los hombres, por ser hombres, tienen un derecho, consolidado por una tradición de siglos, sobre las mujeres: el de evaluarlas (en especial su físico) en público, sin consideración a si a ellas puede o no apetecerles oír esa evaluación.

Es machista “piropear” a una mujer porque la mujer no te ha pedido opinión sobre su cuerpo, y por lo tanto, es ilegítimo que se le imponga escucharlo. Las mujeres no son cuerpos expuestos para la evaluación de los hombres, son personas.

Los piropos se usan para consolidar la masculinidad de quien los dice y mantener la tradición de que las mujeres están ahí para alegrarle la vida a los hombres, así, como grupo al que le ha tocado el “premio”. 

El machista piropeador se siente en la necesidad imperiosa de ordenar el mundo entre “bellas” y “feas”, y cuenta con el que las que sean bendecidas con sus sacrosanta palabra se sientan halagadas y así le refuercen.

Y, por último, el machista no puede entender por qué piropear está mal, pues es incapaz de respetar que la mujer tenga una opinión también, una mente; no puede ni imaginar que quizá a esa mujer no le guste que vayan por ahí desconocidos diciendo cosas de su cuerpo, y se siente ofendido si le respondes que no le has pedido opinión.

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