Romper el silencio, una mujer intenta llevar al #MeToo a China

Internacional
/ 12 febrero 2018

Un estudio de dos profesores de la Universidad City de Hong Kong detectó que el 80 por ciento de las mujeres trabajadoras en China fueron agredidas sexualmente al menos una vez en el transcurso de su vida laboral.

"La agresión sexual es considerada una vergüenza o una desvalorización de la víctima o incluso como causada por la misma víctima"...

Cuando Sophia Huang Xueqin viajó en 2011 con un compañero a Shenzhen, en el sur de China, para realizar una investigación, para la joven periodista era la oportunidad de demostrar lo que valía en su primer trabajo.

El colega propuso escribir desde su habitación de hotel y ella aceptó, porque ambos tenían poco tiempo para mandar la nota. Luego el hombre comenzó a manosearla y a besarla. Huang, hoy de 29 años, pudo zafarse, golpearlo entre las piernas y salir corriendo de la habitación. Un mes después renunció a la agencia de noticias. Pero no dijo el verdadero motivo de esa decisión.

Salvo con algunos amigos íntimos, Huang no habló con nadie sobre el incidente durante cinco años. Tampoco denunció al agresor, al igual que la mayoría de las chinas que son víctimas de violencia sexual.

La razón de ello está en la presión social y cultural, explica Liu Furui, redactora en una iniciativa para mujeres en los medios. "Esa presión las hace sentirse deshonradas, avergonzadas, como algo que no está bien". Mantienen las experiencias traumáticas en secreto porque no creen que vayan a recibir apoyo o ayuda. Las mujeres muchas veces ni siquiera confían en la ley.

"La agresión sexual es considerada una vergüenza o una desvalorización de la víctima o incluso como causada por la misma víctima", dice Feng Yuan, cofundadora de la organización de mujeres Equality.

Y es que por mucho tiempo justamente la formación escolar no alentaba a las mujeres jóvenes de ninguna manera a hablar sobre las agresiones. El resultado: "Siempre la culpa es de la mujeres. ¿Cómo se comportó? ¿Cómo iba vestida?", relata Eva Lee, propietaria de un restaurante en Pekín.

"En China tenemos una cultura conservadora muy fuerte", dice Sophia Huang Xueqin. "Las mujeres chinas se sienten humilladas con respecto a todos los demás cuando padecen este tipo de agresiones. No nos sentimos bien exponiendo algo así en público. Tenemos miedo de una represalia y de desafiar a la autoridad”.

Cuando Huang oyó hace un año y medio que una periodista de 21 años había sido violada por un colega mayor y en las redes sociales predominó la opinión de que ella había tenido la culpa, algo dentro de ella se puso en marcha. En junio de 2016, publicó en la popular plataforma social WeChat un informe detallado de la agresión.

Cuando en octubre del año pasado finalmente dio la vuelta al mundo (occidental) el debate #MeToo, ella se sumó. Escribió #MeToo en una hoja de papel y posó con ella delante de un colorido decorado en Singapur. Su idea era que el debate se abriera también en China. Pero cuando llamó a las mujeres en redes sociales a compartir sus historias de agresiones sexuales, como ocurría en Estados Unidos y otros países occidentales, no tuvo éxito.

Los resultados de encuestas anónimas, sin embargo, demuestran que el debate es muy necesario en China. Un estudio de dos profesores de la Universidad City de Hong Kong detectó que el 80 por ciento de las mujeres trabajadoras en China fueron agredidas sexualmente al menos una vez en el transcurso de su vida laboral. Un estudio de la Universidad de Pekín demostró que el 35 por ciento de las estudiantes chinas ya experimentó violencia o acoso sexual en la universidad o antes.

No debe extrañar, por lo tanto, que los primeros pasos de un movimiento #MeToo en China se dieran justamente allí. Al menos seis ex estudiantes acusaron al profesor Chen Xiaowu de la Universidad Beihang de Pekín de haberlas acosado sexualmente durante años. Chen perdió su empleo. Las acusaciones desataron protestas en más de 40 casas de estudio, en las que se pidieron reglas más estrictas. El Ministerio de Educación reaccionó rápido anuciando un mecanismo que supuestamente actuará eficazmente en caso de acoso sexual.

Un primer paso, admite Huang, pero su meta es alentar a las mujeres a romper el silencio. Y eso a pesar de que su compromiso implica riesgo. Las autoridades comunistas chinas suelen proceder duramente contra cualquier tipo de activismo. En 2015, fueron detenidas las integrantes de un grupo que se llamaba "Las cinco feministas" cuando intentaban lanzar una acción de protesta en autobuses y trenes.

Según Liu Furui, el tema no es tanto un problema para el Gobierno. La igualdad entre hombres y mujeres no es un asunto delicado desde el punto de vista ideológico. Pero las activistas plantean la relación entre igualdad y participación social. Y eso pone nerviosos a los señores en Pekín.

Huang asegura ser consciente del riesgo. "Pero siento que tengo que hacer esto. Porque está bien. Aún cuando lleve mucho tiempo”.

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