Tatoo: Historias de vida
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La aguja deja ahora una huella indeleble, marca una historia, la escribe, la perpetua… cada pinchazo imperceptible al ojo humano va trazando un trozo de historia, de dolor, de alegría, o de dolor alegre
Sale de una bolsa esterilizada, unos dedos enfundados en guantes de látex la toman y la pasan por un tubo, se conecta de la parte superior a la bobina de una máquina y ahora baja y sube una y otra vez mientras se ajusta la potencia y la rapidez con que debe hacerlo. Listo, por fin se humedece en tinta, se empapa de color, vibra cerca de la piel, la toca, se hunde en ella, sale, vuelve a entrar y sale de nueva cuenta en cuestión de milisegundos.
“El Mostro” sabe de esto, ha tatuado a cientos de personas, ha escuchado sus historias y las ha plasmado en su piel.
Son muchos los tatuajes; cambian los diseños, algunos no mucho, pero la importancia no se puede medir.
Cuenta que en una charla entre tatuadores algunos se quejaron de hacer muchas “chacharitas”, así le llaman a tatuajes que son muy comunes como los infinitos, estrellas, cruces, algunas letras… entonces pensó que por más diseños parecidos que han hecho, lo que marca la diferencia es la historia que hay detrás de ellos. Cada tatuaje es una historia, un momento en la vida de una persona, un significado importante.
Hoy, el día que llega la Expo Tatuaje a Saltillo, llevamos algunas historias que nos encontramos, algunos diseños admiten no son los mejores, pero sus historias son entrañables, importantes y reflejan un mundo en donde los sentimientos, fechas o acontecimientos se marcan en tinta sobre la piel.
Cassandra es una flor de loto
Cuenta que a sus 19 años sintió estar en un pantano, agua y lodo la ahogaban y no encontraba salida a sus problemas: el divorcio de sus padres, un aborto y otras situaciones, la llevaron a ese lugar ocre, lúgubre donde no se ven salidas.
La depresión la alejó de la escuela, la metió en la cama y seguía estancada en ese ambiente axfixiante.
La luz llegó en forma de libro, textos de espiritualidad comenzaron a mostrarle una luz, a enseñarle un camino luminoso hacia ella misma. Era la luz que haría salir de entre fango una flor, a ella.
La sonrisa regreso a su rostro, vio el mundo distinto y su vida siguió un sendero donde pisa firme y más cómoda.
“La flor de loto para mi significa renacer, vida... te dicen que por más podrido que esté el ambiente, la flor de loto renace, son la flores que nacen del pantano y buscan la luz”
Para algunas culturas de oriente, el agua lodosa que acoge la planta está asociada con el apego y los deseos carnales, y la flor inmaculada que florece en el agua en busca de la luz es la promesa de pureza y elevación espiritual.
Hay ocasiones en las que siente que se enoja por cualquier cosa, que se molesta o se incomoda en algunas situaciones, pero ahí está la flor, en la piel de su hombro para recordarle cómo debe ver las cosas.
El amor es más fuerte que la sangre
Cuando Danae tomo el plumón y se enfrentó a la hoja en blanco sabía lo que iba a hacer. Tenía apenas 7 años y diseñaría el próximo tatuaje de su papá. Gabriel llevará de por vida los trazos que hizo y eso la puso visiblemente nerviosa.
Gabbo conoció a Danae en Chihuahua, el era novio de su mamá y pronto Jael y él se casarían. El amor surgió rápido y los tres formaron una familia.
Fueron varios borradores, varias hojas hechas bola tiradas en el bote de la basura. Danae no dudó con el diseño, pero los trazos y colores no le llenaban el ojo y los repetía una y otra vez: el amarillo, el negro, la forma tenían que estar en su lugar.
Para Gabriel el vínculo emocional que tiene con su hija va más lejos que la sangre, su vínculo es de amor. Danae es su hija porque lo decidieron. “Yo adopté a una increíble niña que me cambió el mundo por completo”.
El tatuaje es un girasol y en un lado “Danae” como símbolo de su vínculo indestructible.
Dana aprovecha cada oportunidad, cada fiesta, cada evento, para tomar a su papá de la mano y llevarlo con sus amigas para levantarle un poco la manga de la camisa y mostrarles esa marca perenne en el brazo de Gabriel que ella diseñó.
“Esos detalles (el que dibujara uno de los tatuajes) son los que han hecho más fuerte el vínculo padre-hija”
La catarina de un ‘Mostro’
¿Cómo se explica una catarina tatuada en el brazo de un tipo de casi dos metros de alto, barbón y de gran tonelaje?
Cuando era chico, dice, era un niño muy temeroso, no salía por miedo: miedo a cosas que no existen, o que sí existen, incluso a cosas que pueden ser peligrosas o inofensivas como a una catarina.
El pequeño Jorge estaba jugando afuera de la casa de su abuela, mientras sus amigos lo hacían en el pequeño parque del barrio Santa Anita, ahí por el Mirador. Jorge tenía ganas de ir, pero no lo hacía por temor a cosas… a cualquier cosa: a una víbora, a un pozo, o algo que su imaginación de niño no lograba plasmar, pero que sin duda le haría daño.
Su abuela lo tomó de la mano y a jalones lo cruzó por el monte para que llegara a jugar con los otros niños. En el camino, mientras arrastraba los pies y caminaba cauteloso con miedo a que eso desconocido fuera a saltar de algún matorral; una pequeña catarina llegó volando al dorso de su mano; brincó, gritó, quería quitarse ese pequeño animal rojo de manchas negras que amenazaba su mano y su integridad. Su abuela lo calmó y le dijo que esos animales además de inofensivos son de buena suerte. Esas palabras se le quedaron tatuadas en su memoria.
Años más tarde su abuela falleció. Afirma que como cosa ajena a su abuela, cada vez que tenía problemas o discusiones, y cada vez que tenía que tomar decisiones veía imágenes, siluetas, cosas que le recordaban a esa catarina de la suerte. y eso le daba el impulso para hacer las cosas.
“No lo veo como algo mágico, más bien daba la casualidad que yo veía esas figuras, formas o colores y yo lo asocié como que era mi abuela que me está cuidando, que ahí está, que me dice no pasa nada…”
Y fue así como nació su tatuaje, el más representativo. Por eso trae una aureola arriba, porque eso es su abuela: Un ángel; abajo le añadió la frase “Soy yo”, para recordar que la suerte no la da nada, ni nadie, eres tú quien decide hacer las cosas bien y eso hace que las cosas salgan del mismo modo.
Hoy mira su tatuaje cuando anda triste o va a empezar un proyecto nuevo, lo acaricia; ya lo hace como un tic, pero siempre le da ese impulso para hacer las cosas.
La primavera en el invierno
Una manga de girasoles en flor, lugar de verdes pastos; la otra de girasoles secos como las de un sendero de sombras.
“Así es la vida, tiene sus momentos buenos y sus momentos malos; pero el dolor y la alegría no son contrarios: coexisten.”
Gabriel tiene otros tatuajes, otras historias; era un tipo de templo, cristiano, le gustaba orar y alabar a Dios con música nu metal. Se casó por primera vez hace ya varios años y el viaje fue corto, terminó divorciado casi al mismo tiempo que su carrera de creador audiovisual empezaba a repuntar. Fue un año de logros profesionales, pero de una pérdida en lo personal que lo sumieron en un valle de sombras.
El primer brazo se lo tatuó a la semana de firmar el divorcio, los verdes pastos se plasmaron en un frío invierno provocado por ese proceso doloroso.
“Cuando te enfrentas a una pérdida despiertas todos los días sabiendo que ya no tienes algo, que tu entorno es completamente distinto al que tenías planeado; entonces al ver mi tatuaje es saber que en algún punto ese contexto iba a cambiar y así fue” .
Gabriel ya no cree en Dios. Gabriel ya no cree en el mismo Dios. Gabriel ya no cree en Dios de la misma forma en que lo hacía.
Su fe sigue intacta; su divorcio, ni el rechazo de sus excompañeros de templo hicieron mella, solo cambiaron sus dogmas.
Hoy vive un espiritualidad distinta, alejada de los templos. En la piel de sus brazos siempre traerá su interpretación del
Salmo 23. Girasoles en flor y secos. Esos girasoles que había ya plasmado en su primer cortometraje que lo llevaron a una primavera profesional y a un invierno sentimental. esos mundos que coexisten en la vida.
Havi Cruz: Del pincel al tatuaje
Havi Cruz no tiene tatuajes, pero ya está en este mundo de tinta, agujas y máquinas que las incrustan en la piel. El saltillense tiene pocos meses tatuando, a finales del 2015 tomó la decisión de utilizar su experiencia en las artes gráficas
y experimentar con otra herramienta: la máquina.
Ahora sus lienzos son de piel y ha tenido que estudiar mucho sobre cicatrizaciones, tipos de piel, tintas, agujas. Se sabe inexperto en algunas áreas como el color, pero la firmeza de su trazo y la experiencia en el dibujo, le hacen ser distinto.
Tenía mucho tiempo con la idea de tomar la máquina y empezar con este proyecto, pero el trabajo y su inercia le impedían dedicarse a este negocio.
El puntillismo y el achulado que utilizaba en la plástica le permiten tener un estilo muy propio, llevó sus dibujos, su técnica del cuaderno al tatuaje. Apenas empieza en este negocio y ya tiene lista de espera para sus trabajos.
Líneas finas, precisas, puntos consecutivos que varían su tamaño y en conjunto dan forma a tramados y figuras, eso es son en lo que se especializa. Havi sigue pintando y tatuando, yendo de un mundo a otro, solo un paso los separan y el ya tendió un puente.}
Una muñeca en su brazo
Dennis tiene una muñeca en sus brazos, le recuerda su infancia, la casa de su tía Rosalba, los juego con sus primos: la felicidad de una vida sin rentas y sin sueldos.
Cuando era niña le gustaba disfruta de los juegos con sus primos, casi todos de la misma edad; “seguiditos” dice ella.
Ellos con los carritos de una marca de refrescos, ellas con las muñecas de moda, luego de un rato las villas de carritos y muñecas se fusionaban en un juego. Esos recuerdos le traen una sonrisa al rostro, de esas que solo aparecen con recuerdos indelebles como la tinta en la piel
Entre esos recuerdos hay uno, el de una muñeca oaxaqueña, Chime se llamaba, aunque dice Dennis no recuerda con exactitud los rasgos, tiene un especial afecto por ella, pues representa la fusión de los juegos con sus primos y la casa de su tía Rosalba. Familia paterna y materna en una sola cosa.
Chime no tiene el cuerpo como el de las barbies, no está hecha de plástico, no tiene larga cabellera rubia, ni piernas largas estilizadas. Chime es la típica muñeca mexicana, hecha con tela, listones de vivos colores, ropas típicas y llenas de mexicanidad, de folclor, de vida…
Denise se hace por lo menos un tatuaje al año y no le gusta explicar que significado tienen, le parece incómodo, aveces le da flojera. En su piel están plasmados muchos significados, pero dice que “Chime” es su tatuaje favorito, el que más le
gusta verse porque la pone feliz.
A pesar de que su familia es conservadora, cuando le ven a Chime le dicen que es bonito, y la apoyan en todo. Chime le recuerda también a la familia, que considera la base de todo, de donde eres, lo que eres, como te formaste.
Denise, igual que cuando era niña, ahora lleva a una muñeca en sus brazos, ya no es de trapo y listones, es de tinta y está para siempre en su piel.