Tulsa, la masacre racista olvidada en EU cumple un siglo
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Tulsa en Oklahoma conmemorará el martes 3 de junio la que es considerada la mayor masacre racial en la historia reciente de EU. En 1921 una turba de blancos incendió y saqueó Greenwood, uno de los barrios afroamericanos más adinerados de ese entonces en el país.
El recuerdo de las llamas y los muertos fue tan terrible como las décadas de silencio oficial. Tulsa (Oklahoma) conmemorará el martes la mayor masacre racial en la historia reciente de EU, cuando en 1921 una turba de blancos incendió y saqueó por completo Greenwood, uno de los barrios afroamericanos más adinerados de entonces en el país.
El horror empezó tras un encuentro en un ascensor en el que una adolescente de raza blanca, Sarah Page, acusó a un joven limpiabotas negro, Dick Rowland, de agredirla, pero eso nunca importó demasiado.
Entre el 31 de mayo y el 1 de junio de 1921, un multitud de blancos, muchos de ellos apoyados por las autoridades locales, arrasó, saqueó y quemó más de 1,200 viviendas de ese barrio en Tulsa, símbolo de los progresos de la población afroamericana en EU tras el fin de la esclavitud medio siglo atrás.
NI UN SOLO DETENIDO
Se desconoce el número exacto de muertos porque nadie quiso investigar, aunque ahora los historiadores sitúan los fallecidos en al menos 300.
Ni una sola persona fue detenida o afrontó cargos por lo sucedido en esa ciudad del centro de Estados Unidos, y nunca se pagó compensación a las familias que perdieron sus casas y sus pertenencias.
"Lo sucedido en Tulsa es esencial para entender la experiencia de los negros en este país, donde han sido objeto de violencia por los blancos supremacistas desde el comienzo", remarcó a Efe la historiadora Brenda Stevenson, profesora de estudios afroamericanos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).
Greenwood era una "comunidad vibrante", apuntó la historiadora, compuesta por gente que estaba "solo a una o dos generaciones como máximo de la esclavitud", y que había logrado crear "un distrito muy exitoso, una clase media muy sólida, con su propia vida social con teatros, iglesias, escuelas...".
La masacre de Tulsa subraya "la noción persistente de que los afroamericanos son prescindibles, que nuestros logros pueden ser borrados, que nuestra historia puede ser suprimida", dijo Stevenson.
Lo que querían los asaltantes blancos en 1921, indicó la experta, "era recalcar que si los negros van a vivir en nuestra sociedad, lo van a hacer como inferiores. No van ser económicamente o culturalmente iguales".
SILENCIO POR DÉCADAS
Durante décadas, los gobiernos locales, estatales y federales miraron para otro lado, y se tardó hasta 2001 para que la comisión creada por el estado de Oklahoma para documentar los hechos reconociera, por ejemplo, que las propias autoridades policiales de Tulsa habían suministrado armas a la multitud de asaltantes blancos.
Mary Elliott, comisaria del Museo de Historia y Cultura Afroamericana en Washington, identificó como causas de este prolongado silencio al "miedo a la amenaza de más violencia", así como a "la gente que huyó, los miles que se fueron" y a que para "quienes vivieron esa experiencia, contarla es casi volver a vivirla".
"Y, por supuesto, la gente responsable de la violencia también la quiso enterrar, del mismo modo que enterraron los cadáveres, sabiendo que es un trauma del que nadie va a querer hablar", explicó Elliott.
De la atroz masacre solo quedan tres supervivientes, todos ellos niños entonces y testigos del terror.
Una de ellas es Viola Fletcher, de 107 años, quien compareció en marzo ante el Congreso, donde recriminó la desmemoria vivida.
"Nuestro país puede olvidar esta historia, pero yo no puedo. No lo haré, y otros supervivientes no lo harán, nuestros descendientes no lo harán", señaló en tono desafiante a los legisladores sobre lo ocurrido cien años atrás.
Quizás un primer paso para que esta tragedia nunca quede en el olvido es la visita que el presidente, Joe Biden, hará a Tulsa el martes para conmemorar lo sucedido.
Será el primer mandatario en el cargo que acudirá a la ciudad en esa fecha especial, y lo hace después de la ola de protestas por la justicia racial que ha vivido EU en el último año, desencadenadas por la muerte del afroamericano George Floyd tras ser asfixiado por policía blanco en Mineápolis (Minesota).
* 100 años después, buscan víctimas de matanza de Tulsa
Al cumplirse 100 años de uno de los capítulos más vergonzosos de la historia de Estados Unidos, investigadores y descendientes de las víctimas de una masacre de afroestadounidenses ocurrida en Tulsa reanudan la búsqueda de restos de personas que se cree fueron enterradas apresuradamente en fosas comunes y olvidadas por la historia.
Si bien muchos de los detalles de esos dos días aterradores de 1921 terminaron saliendo a la luz luego de ser ocultados por décadas de silencio de los autores de la matanza, las víctimas y sus descendientes, algunos aspectos básicos del episodio siguen sin conocerse, incluida la cantidad de muertos y los nombres de muchos de los miembros de la pujante comunidad afroestadounidense que falleció a manos de una turba blanca.
El estado dijo que solo 36 personas habían muerto, incluidos 12 blancos. La mayoría de los historiadores que estudiaron el tama, sin embargo, cree que hubo entre 75 y 300 muertos.
Las víctimas negras fueron enterradas casi siempre en tumbas sin nombre y aún hoy se busca los restos de muchas de ellas para enterrarlas como se debe y darles el reconocimiento que se merecen.
“En muchos casos se deshicieron de los cadáveres, los enterraban mientras guardias armados detenían a sus seres queridos en campos de concentración”, declaró Scott Ellsworth, profesor de estudios afroamericanos y africanos de la Universidad de Michigan, quien asesora en la búsqueda y es uno de los principales expertos en la matanza, que algunos describen como un motín.
Luego de que una turba blanca irrumpiese en el barrio negro de Tulsa, Greenwood, quemase más de mil casas, saquease otros cientos y destruyese el sector comercial, más de 4,000 afroestadounidenses fueron encerrados por varios días en los terrenos de una feria y otros sitios y se impuso una ley marcial.
Los cuerpos de las víctimas, algunos carbonizados e irreconocibles, fueron enterrados en ese período. Sus familiares no pudieron recuperar sus restos ni confirmar si habían muerto o no, según determinó una comisión estatal que investigó el episodio en el 2001.
Una vez pasada la conmoción inicial, la gente se olvidó de la matanza.
Ni los blancos, por vergüenza, ni los afroestadounidenses, por temor, hablaron abiertamente de ella por décadas, de acuerdo con Bob Blackburn, exdirector de la Sociedad Histórica de Oklahoma que presidió la comisión investigadora.
Los rumores de que había fosas comunes, no obstante, persistieron y en 1997 se formó una comisión para estudiar más a fondo el tema. En enero del 2000 anunció que se iniciaría una búsqueda de los restos de las víctimas, pero unos pocos meses después se dio marcha atrás y se desistió de excavar los sitios donde se rumoraba que había restos. Es una decisión que Ellsworth atribuye al temor de generar publicidad negativa.
El actual alcalde de Tulsa, G.T. Bynum, sin embargo, revivió el proyecto en el 2018 y dispuso buscar restos en los cementerios de Oaklawn y Rolling Oaks, así como en The Canes, un sitio donde se refugian indigentes cerca de un parque. Escaneos de tierra en esos lugares detectaron anomalías, lo que puede indicar que hay fosas comunes.
Bynum, quien es blanco, dijo que es importante buscar los restos.
“Hay generaciones de personas que se criaron en esta comunidad y nunca escucharon acerca de esto”, manifestó. “Siento una enorme responsabilidad como alcalde de tratar de encontrar esta gente. Es algo básico que cualquier gobierno municipal debe hacer por la gente”.
La búsqueda comenzó el año pasado y en octubre se encontraron al menos 12 sets de cadáveres en ataúdes en el Oaklawn Cemetery, donde fueron enterradas en fosas sin nombre la mayoría de las víctimas confirmadas. Observaron los restos en los ataúdes y los volvieron a tapar, para estudiarlos más adelante. Todavía no se confirmó si son restos de las víctimas de la matanza.
La búsqueda se reanudará el 1ro de junio en el mismo sector del Oaklawn Cementery, según la arqueóloga Kary Stackelbeck.
“Si acertamos al determinar la zona donde los habrían enterrado, lo que excavamos en octubre es un tercio o una cuarta parte del área total”, declaró Stackelbeck a la Associated Press. “No es ilógico pensar que hay unos 30 cadáveres en la fosa común, aunque ese es un estimado conservador”.
La mayoría de las víctimas negras confirmadas fueron enterradas en el Oaklawn Cementery, según archivos, y las fosas comunes halladas en una búsqueda en el Rolling Oaks Cementery podrían confirmar relatos de testigos según los cuales habían enterrado gente allí, señaló Phoebe Stubblefield, antropóloga forense integrante del equipo investigador.
“(Rolling Oaks) Es un área crítica porque cualquier resto encontrado allí, si podemos determinar las identidades, confirmaría que hubo una masacre”, manifestó Stubbelefield.
Ellsworth dijo que hubo testigos que afirmaron haber visto preparativos para entierros allí y calcula que puede haber 50 o 60 víctimas de la matanza en ese cementerio.
No hay un consenso en torno a qué hacer con los restos que se pueda encontrar. Por ley, deberían ser entregados a los descendientes de la persona, que decidirían qué hacer con ellos.
“Con los que no son identificados, debería haber un sitio conmemoratorio, como la Tumba del Soldado Desconocido”, expresó.
En todo caso, “si hay algo que no se debe hacer es enterrar los cadáveres de víctimas de la matanza con los de los perpetradores de la masacre”, sostuvo Egunwale Amusan, miembro de la comisión que investigó la matanza y sobrino de Mary Beard, quien desapareció durante los disturbios y se cree que fue asesinada. “Los judíos jamás permitirían que los enterrasen en el mismo cementerio donde está Hitler”, afirmó.
* Con información de la Agencia The Associated Press (AP)