El negocio ‘más antiguo’ se muda al Centro Histórico de Saltillo, a la vista de todos
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Restaurantes de fachada colonial y galerías de arte en el Centro Histórico que en el día reciben comensales y familias enteras, abren las puertas a trabajadoras que migraron desde la Zona de Tolerancia durante la noche, ante la decadencia de lo que antes fue el mejor lugar para ejercer la venta de placer.
La luz tenue de los faroles iluminan a mujeres que visten medias de red, corsés, ligueros y pelucas de colores. Los adornan collares de piedras falsas y seducen llamando “amor” a cualquiera. Un cliente solicita su servicio. Negocian en la oscuridad. Los callejones empedrados se convierten en burdel.
La Zona de Tolerancia se mudó al Centro Histórico.
Las calles de bloque labrado resplandecen con letras que promocionan la entrada a bares de trova o rock y anuncios de cerveza al dos por uno. Jovencitas y veteranas esperan algún cliente en las calles de Lerdo o Padre Flores y algunas fungen como “hostess” en la entrada del bar para acompañar por 300 pesos en su velada.
Las cantinas que antes ofrecían como su mayor atracción videos y pósters de pornografía y seducción, ahora son un tugurio que lleva las imágenes de senos y tangas en vivo a sus clientes, ofrecen condones en 50 pesos y “privados” en bodegas convertidas en cubículos al fondo del negocio.
Trabajadoras sexuales que ofrecen bailes eróticos hasta mostrar sus pechos a los espectadores o acompañan a los clientes sobre sus piernas, decidieron forjar su “carrera” en el Centro antes que regresar a la Zona donde consideran a la clientela “poca y sin dinero”.
Para bailar de forma erótica y recibir algunos billetes en el borde de su minifalda ya no requieren un escenario con un tubo o luces fluorescentes, las mesas de los bares son suficientes cuando se trata de ganar 200 pesos, para luego cobrar por algún servicio al mejor postor. La prostitución ya se ejerce en todos lados.
CUIDÁNDOSE DE LA AUTORIDAD
“Mientras no esté una patrulla cerca, suben a las chicas a una mesa a cambio de una cubeta de cerveza y permiten que ellas cobran entre 30 y 40 pesos una pieza de baile concedida a los clientes”, comentó Karla Llamas, representante de Jóvenes Unidos A.C. quien ha presenciado esto durante las detecciones nocturnas de VIH en los bares.
En un recorrido se contabilizaron más de 25 establecimientos en las arterias del primer cuadro de la ciudad. Casas con su clásico tapiz, escaleras antiguas y candelabros, convertidos en tabernas donde a menudo acuerdan citas de servicio por Internet.
Bares en sótanos que antes fueron una atracción del turismo religioso donde se intercambian sobres de “oro blanco” como cocaína y cócteles de mariguana, cristal y alucinógenos. Invisibles para la señal de la cruz y las plegarias que los feligreses elevan frente a los “tugurios” cuando se pone el sol.
Bares montados en azoteas con el cielo como su techo: una ventana a los museos de la zona y mercados populares de artesanías.
Cantinas en calles estrechas o tras edificios de estilo barroco son lugares donde también se prostituyen estas mujeres.
Un negocio con giro de restaurante bar sobre la calle Victoria, una de las principales calles comerciales y de atracción turística por su toque colonial, reúne a un buen número de mujeres que puedan salir a “meserear” y hacer aún más atractivo su negocio.
Pues ya no se sabe si el comercio atrajo a las trabajadoras sexuales o con la llegada de las trabajadoras aumentaron los establecimientos que ofrecen todo tipo de bebidas alcohólicas.
“Las trabajadoras ya no quieren ser identificadas como trabajadoras sexuales sino como meseras o simplemente empleadas, aunque también ofrezcan su cuerpo como lo hicieron antes en la Zona de Tolerancia”, sentenció Karla Llamas.
SEXOSERVIDORAS A LA BAJA EN ZONA DE TOLERANCIA
De las 600 trabajadoras que acudían hace años a la Zona de Tolerancia, en la actualidad hay menos de 100; mientras que de los 42 negocios que existían son menos de 12 los que continúan abiertos.
Bailarinas exóticas, restauranteros, inversionistas, meseros y clientes migraron hasta el Centro Histórico, mientras la Zona de Tolerancia se muere.
“Hoy se resume a una calle, un par de bares y un show donde aplauden las palmas de un par de hombres”.
Los meseros “pelean por los clientes” a las afueras de cada negocio, ofertando la mejor promoción para disfrutar de “unas morritas”, cerveza fría y el mejor show de tubo. Lo que antes formó una colonia de bares y variedad de sitios en los cuales encontrar un éxtasis de placer y satisfacción en cada rincón.
Luego de que en Coahuila se legalizara ejercer fuera de la Zona de Tolerancia, al incluir el trabajo en el catálogo de los que se ejercen de forma independiente y otorgaran el derecho de tener seguridad social y prestaciones, igual que para quienes lavan autos, son bolero o mariachis.
AMPLIACIÓN DEL CAMPO DE BATALLA
La proliferación de espacios donde se ejerce el trabajo sexual se expandió a sitios como los alrededores de la Alameda, el distribuidor vial El Sarape, Cine Olimpia, el bulevar de Presidente Cárdenas y otros donde no se ofrece algún “paquete de beneficios” de salud o seguridad como en la Zona de Tolerancia, donde se tenía mayor control y concentración de trabajadoras.
“Es un tema al que las autoridades le han dado la espalda, ni siquiera hay un padrón de quienes se dediquen a este oficio y no atender las condiciones de salud o seguridad puede generar espacios para trata de blanca o la infección de enfermedades de transmisión sexual”, comentó la activista.
Detalló que además ya se han generado algunas “riñas”, robos a mano armada, amenazas e inconformidades entre las sexoservidoras y los comerciantes de las áreas donde se desempeñan, poniendo en riesgo su integridad.
UN PROBLEMA DE SALUD
Contrario a la seguridad que “se ganó con los años” en la Zona de Tolerancia, donde sí se ofrecen detecciones rápidas de VIH y revisión médica a las trabajadoras así como una campaña permanente de prevención para los usuarios.
De acuerdo al doctor Alfonso Carrillo, director de Salud Pública Municipal, durante todo el 2021 y lo que va del 2022 no se han registrado infecciones en las trabajadoras sexuales al interior de la Zona de Tolerancia ni tampoco de sus usuarios.
Pues de las alrededor de 40 pruebas y detecciones, entre semana y hasta 150, durante los fines de semana, así como las revisiones médicas para las trabajadoras y trabajadores sexuales, no se ha registrado presencia de sífilis, gonorrea ni VIH Sida.
“Se ofrece además revisión para los usuarios, pero generalmente no aceptan estas revisiones médicas, los trabajadores deben someterse a las inspecciones de enfermedades con pruebas constantes además de las toma de pruebas físicas”, expresó el director.
Además de las pruebas de COVID-19 que se implementan en la entrada a la Ciudad Sanitaria, agregó, y vacunación para evitar un brote de contagios al interior, asimismo, admitió que la reducción de trabajadoras y personal en general tras el confinamiento causado por la pandemia.
“Este tipo de conflictos tarde o temprano van a estallar y es importante salvaguardar a las trabajadoras, que los comerciantes no se sientan ofendidos y los usuarios dejen de ser extorsionados”, agregó Llamas.
Mientras las autoridades restringen la apertura de bares y antros al norte de la ciudad, el ambiente arrabalero que migró de la Zona de Tolerancia penetra una a una las calles del Centro Histórico de la ciudad para el intercambio de placer en un creciente comercio sexual.