El saltillense que tiene su nombre en una calle de España y en un aula de clases en Portugal
El historiador Carlos Pereyra tuvo la fortuna de recibir la mejor educación de la ciudad, y aunque dejó el país para desarrollarse profesionalmente, su pluma siempre estuvo ligada a Coahuila, México y América
Saltillense, abogado, historiador, escritor, diplomático y catedrático. Esa sería la forma más sencilla de resumir la vida de Carlos Pereyra Gómez, pero también la menos justa para rendirle homenaje a un amante de traspasar las fronteras.
En esta sección de Historias de Saltillo hemos presentado a “todólogos” locales como Froylán Mier Narro y Salvador González Lobo. El primero especializándose en la comunicación, el segundo en la educación.
En la historia que ahora contaremos, Pereyra nos muestra, que en su caso, la “todología” lo catapultó a que una calle en España lleve su nombre, así como un aula en la Universidad de Coimbra, en Portugal, en Coahuila una escuela en Saltillo y Torreón y una Biblioteca Pública en Sabinas.
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LA PREPARACIÓN
Carlos nació en la hoy capital de Coahuila el 3 de noviembre de 1871. Sus padres Manuel Pereyra Bosque y María de Jesús Gómez Méndez provenían de familias acomodadas de hacendados, lo que les permitió brindarle una educación del más alto nivel disponible en el Saltillo de aquel entonces.
Concluyó la primera en el Colegio de San Juan Nepomuceno, la secundaria y la preparatoria en el Ateneo Fuente, luego se graduó como abogado de la Escuela Nacional de Jurisprudencia en 1895.
Encontró el amor y se casó con una veracruzana, la poetisa y novelista María Enriqueta Camarillo y Roa. No tuvieron hijos.
LOS PRIMEROS MÉRITOS
Con el enfoque pleno en su profesión, una vez que egresó de la abogacía Carlos ejerció como defensor de oficio en la Ciudad de México en 1903 y en 1904 se volvió agente del Ministerio Público.
Apenas un año después se adentró en la enseñanza en la Escuela Nacional Preparatoria y en la Escuela Nacional de Jurisprudencia. Sin embargo, para 1907 regresó su vínculo al territorio coahuilense e incursionó en la política como diputado por el estado en el Congreso de la Unión.
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Las asignaciones en el extranjero iniciaron cuando fue enviado como secretario de la Embajada Mexicana en Washington en 1909. Los años siguientes, hasta 1913, fue primer secretario en Cuba y secretario de Relaciones Exteriores.
Carlos continuó construyendo su trayectoria diplomático-internacional como Ministro de México en Bélgica y Holanda.
ENTRE LA PLUMA Y LA MIGRACIÓN
Si bien Carlos era abogado, desde jóven le destacaron cualidades con inclinaciones hacia el periodismo y la escritura. Gustoso de ello, colaboró con los periódicos capitalinos El Mundo Ilustrado y El Imparcial.
En 1892 fundó el periódico El Pueblo Coahuilense, mismo que duró poco frente a la censura por su política oposicionista. Más tarde, ante el aferro, reapareció como El Pendón Coahuilense. También dirigió el periódico El Espectador, en Monterrey.
Posteriormente, junto a su esposa emprendió un viaje al otro lado del mundo para establecerse en Madrid, España, en 1916. Allí se desarrolló a plenitud como investigador, docente y selló su título como uno de los historiadores mexicanos más importantes.
Para mediados del siglo XX, Carlos ya era de los historiadores de mayor reconocimiento en México junto con sus colegas Fernando Orozco y Berra, Ignacio Altamirano y Justo Sierra.
Académicamente aportó con obras que muestran a la civilización española en América, estando entre sus trabajos más destacados: Historia de la América (8 tomos); La obra de España en América; La conquista de las rutas oceánicas; La huella de los conquistadores; Breve historia de América; El fetiche constitucional americano, entre otros.
Su legado en obras rebasa las tres decenas, incluso después de su muerte se terminaron de publicar textos con su autoría.
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EL RECONOCIMIENTO
Carlos falleció en Madrid el 30 de junio de 1942, a los 71 años. Inicialmente fue sepultado en el Cementerio Sacramental de San Isidro, en la capital española. Pero seis años más tarde, en 1948, su cadáver fue traído hasta Saltillo para ser enterrado en la Rotonda de Coahuilenses Ilustres en el Panteón de Santiago.
Tras la exhumación, ese mismo año el gobierno español le concedió la Gran Cruz de Isabel la Católica como homenaje póstumo. Además, le pusieron su nombre a la calle en la que vivió durante 26 años en Madrid.
Dicha vialidad habitacional tiene una longitud de 160 metros y se encuentra a 2.6 kilómetros del estadio Santiago Bernabéu, casa del equipo de futbol Real Madrid.
Hasta ahora, el cuerpo de Carlos comparte el escenario de reposo con otros grandes coahuilenses de los que hemos de escudriñar historia más adelante, entre ellos políticos, pintores, poetas y académicos.
*Con información de Arturo Berrueto, Josefina Vázquez, Academia Mexicana de la Historia, Archivo Municipal de Saltillo.
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