Jessica, la mujer que mataron por ser lesbiana
Esta es la historia de un crimen de odio que brota impune en el discurso político de un Estado que avala el matrimonio igualitario y la adopción gay. Aquí el relato de un amor interrumpido por el odio.
Por: Quitzé Fernández
Fotos y video: Luis Salcedo
Diseño: Edgar de la Garza
Si preguntan a Fátima qué le gustaba de Jessica, responde de inmediato: Sus ojos. Luego piensa un par de segundos y repite: Sus ojos. Pero un hombre que no toleró que dos mujeres estuvieran juntas apagó esa mirada de un balazo en el cuello… luego la atropelló.
Fátima Aracely Bernal Sánchez, prometida de Jessica Patricia González Tovar, no volverá a recibir una rosa de la mujer que conoció en Facebook. Una noche alguien que nadie vio arrancó todos los planes de vida. Toda la felicidad. Lesbofobia, dijeron; odio; dijeron.
— Yo me pregunto por qué Dios es tan injusto. Si esto era para toda la vida.
Atardece en una casa de una colonia de Monclova, donde Fátima besó por primera vez a Jessica; donde Jessica propuso matrimonio a Fátima y planearon vivir juntas lo que restara de vida.
Hace tanto calor que el sudor empapa el rostro.
Tanto calor como la noche en que ambas salieron a la calle a comprar micheladas para tratar de engañar ese aire caliente que sopla en la oscuridad.
— ¿Por qué murió así? No debió haber muerto así, tan feo. Si era una persona linda.
Es algo que traigo día y noche en mi cabeza, ver que matan a tu pareja salvajemente. No es de Dios eso.
Los policías que la interrogaron como testigo del crimen, la retuvieron cuarenta y cinco minutos. Querían que se confesara culpable del asesinato.
Si lloraba, le pegaban.
Si gritaba, le pegaban.
Si preguntaba qué estaba pasando, también le pegaban.
“…¿Para qué le lloras, si ya está muerta?...”: Repetían una y varias veces.
Jessica aún seguía con vida.
Toda historia tiene un inicio, unos casuales; otros atropellados. El de ellas fue por redes sociales. La casualidad jugó un papel importante, pero ellas también la alimentaron. La madrugada del 14 de Julio del 2014, Fátima estaba trabajando como personal de seguridad en una guardería en el turno nocturno.
Era tanto el aburrimiento que navegaba durante varias horas en Facebook, viendo publicaciones de sus amigos, memes, frases, chistes, noticias. La fotografía de una muchacha de piel morena y ojos negros, brillosos, llamó su atención. Le puso Like a la imagen y mandó petición de amistad como quien entrega una solicitud de empleo. De inmediato la aceptó. Ambas intercambiaron saludos; una breve charla.
— Tengo 32 años ¿Tú? — preguntó Fátima.
— …19.
Fátima mandó un ícono de una cara triste explicando:
— Estoy muy grande para ti.
— No me importa, me gustaste. Bienvenida a mi mundo.
… A Fátima se le alegró el corazón
Tiempo después Jessica tatuó en su brazo una rosa con esa fecha. Fátima plasmó el nombre de su mujer en el antebrazo.
… Así nació el diminutivo Jessi, la de ojos bonitos que regalaba rosas.
Fátima Aracely Bernal Sánchez una vez pensó que no iba a llegar nadie a su vida. Nació hace treinta y cuatro años y desde que era una jovencita tuvo novios; hace nueve años fue destapando su preferencia sexual.
Incluso estuvo casada.
De una relación, hace trece años, nació su hijo Josesín, que para todo le dice Fátima, como si fuera una hermana, una amiga.
Fue criada por sus tíos María Esther y José Manuel.
Sus relaciones amorosas más bien fueron fugaces.
La felicidad, al menos de 2014 a 2016, también fue efímera.
Todo lo bello es fugaz.
Al paso de los días Fátima y Jessi se comunicaban por teléfono celular; a veces whatsapp, otras tantas llamadas. Una noche Jessica escribió en letras mayúsculas: “…¿QUIERES SER MI NOVIA?...”.
Fátima escribió que Sí; susurro en la oscuridad, sonriendo… que Sí. Y publicó en Facebook que Sí.
— Me atraen las mujeres yo digo que desde siempre, pero por tapar el sol con un dedo, que tuviera miedo a mamá, a mi tía.
En esos días Fátima fue despedida de la guardería, tenía tiempo para pensar en una relación que no experimentaba desde hacía dos años. Así que invitó a Jessi a conocer Monclova.
— Ella no había salido de su tierra. Ella me decía que su mamá le dijo: Te vas a ir muy jovencita.
Así que fue por ella a la estación de autobuses de Monclova, recorrió media hora en una ruta urbana para recoger a Jessi, con el sudor y la esperanza impregnado en el asiento.
Cuando se vieron se abrazaron, Fátima tenía ganas de besarla; Jessi también:
— Pero pues no, había mucha gente.
Ya en casa de los tíos, Fátima fue a recoger una ropa que dejó tendida al patio. Jessi entendió el mensaje y la siguió. Entre la ropa tendida se besaron se abrazaron se vieron frente a frente sintiendo la calidez de sus bocas; el olor de su aliento. Tuvieron que parar porque Josesín salió:
— Yo se lo robé y ella me correspondió (beso). Yo de abusona, me aproveché y la besé.
El lunes Jessi se fue a Monterrey porque entraba a trabajar por la tarde, cuando se despidieron ambas quedaron llorando, deseando volver a verse.
La segunda ocasión que Jessi visitó Monclova, antes de dormir, en unas habitaciones a la entrada de la casa de los tíos, se arrodilló frente a Fátima y preguntó si quería casarse con ella.
— Me quedé pasmada y le dije: Sí, si me quiero casar contigo. Me regaló unas rosas. Era muy amante de regalarme rosas. Si se quedaba a las 5 en la fabrica me traía un ramo de rosas, si no tenía dinero me traía dos rosas.
Fátima arrastraba como una sombra la enfermedad de su tío José Manuel. Un día fue despedida de la guardería sin que le dieran explicaciones sobre su liquidación. Jessi propuso:
— No te apures, vente para Monterrey. Acá te pones a trabajar.
El 14 de septiembre de 2014 llegó a Nuevo León, tenía casa y trabajo. El reencuentro fue en la Central de Autobuses donde tardaron un par de minutos en volverse a ver las caras porque estaban perdidas.
La estancia duró un mes, Jessi presentó a Fátima ante su familia como su pareja. Hasta que de Monclova llegó una llamada (como llegan casi todas las malas noticias).
— Estuvimos un mes hasta que mi tía mamá me dice que ya no le dan esperanza a mi tío papá, que me necesita en Monclova. Quería verlo con vida de perdido un día.
Jessi decidió dejar el trabajo, su casa, para acompañar a Fátima. Y sentada al lado de una cama de hospital que ya olía a muerte, prometió a José Manuel, de 65 años de edad, que nunca iba a dejar solos a Fátima, María Esther y Josesín.
Falleció el 2 de noviembre, con las primeras ventiscas heladas del año soplando.
Jessi se quedó a vivir en Monclova en casa de los tíos. Tardó tres meses para encontrar un trabajo, y la contrataron en una empresa donde había puros hombres. Entre todos la acosaron, discriminaron y la hicieron renunciar porque su producción era mejor que la de ellos.
El 19 de agosto de 2015 entró a trabajar de operaria en la misma empresa que Fátima.
— Ahí sabían que era mía.
Incluso el gerente de la planta se acercó a Fátima, quién respondió: Es mi pareja.
… Así fue nuestro hallazgo; nuestro romance, piensa Fátima en el momento cuando define el lapso en que la vida ya no era búsqueda. Todo estaba estático; como congelado: de la casa al trabajo y por la noche una cerveza con michelada para relajarse, sofocar el calor. Los fines de semana lavar, cocinar juntas, escoger los vegetales, caminar por las calles polvosas de la colonia. Juntas.
No se tomaban de la mano porque: Pues no, había mucha gente; pero sus ojos sobre sus ojos quemaban como el asfalto al medio día.
El viernes 24 de Julio, un día antes de la tragedia, se fueron a la plaza principal de Monclova a cobrar. Fátima traía ese andar pendular y pesado con el que camina, Jessi se fue rezagando porque se detuvo a comprar dos rosas rojas. Un par de semanas atrás había refrendado su propuesta de matrimonio en el zoológico de Monclova, después de subir una pequeña montaña.
Esa noche de viernes fue normal. El sábado salieron a surtir la despensa para cocinar. Una amiga en común tenía una fiesta en casa y habían acordado reunirse con ella afuera de un mini súper.
Pasó el medio día, la tarde con la idea fugaz de romper la rutina del fin de semana. Jessi encontró a Fátima en la cama y se recostó, quedando dormida gran parte de la tarde.
Tenía un dormir tan perezoso que difícilmente la despertaban.
Al abrir los ojos, a eso de las nueve de la noche, preguntó si iban a ir a la fiesta.
Fátima observó el parpadear despacio después de la siesta; pidió meter un bote de agua al baño para enjuagarse.
La casa de la tía María Esther es así: Un recibidor techado donde por las noches salen a tomar el fresco, a mano izquierda una construcción donde dormían Fátima y Jessi y fue la propuesta de matrimonio, el anillo. Al fondo la casa y más allá el patio del primer beso.
Ellas salieron de casa arregladas para convivir con unos amigos. La tía María Esther y Josesín estaban sentados afuera. Caminaron por la colonia para ir a la tienda a comprar una cajetilla de cigarros, luego subieron al carro Mustang azul de Fátima que siempre manejaba Jessi.
Pararon en un mini súper en el Bulevar 288 para esperar a una amiga que las iba a llevar a la fiesta y compraron un clamato. Una camioneta oscura, tripulada por un hombre de botas y sombrero, de unos 40 años de edad y en aparente estado de ebriedad, estacionó el vehículo del lado del piloto, lanzó:
— ¡Chingas a tu madre! Pendejo.
Ellas intercambiaron miradas de soslayo, el hombre seguía insultando, refiriéndose a su condición sexual. Fátima, asustada, pidió detener la marcha del carro: ¿No ves que nos viene persiguiendo?, respondió Jessi. Un par de cuadras adelante, en la calle 21 de mayo del Fraccionamiento 288, paró el carro y Fátima la detuvo del brazo.
— ¿No ves que nos chocaron? — enojada reviró Jessi.
— Sí, pero no vayas.
Fátima se quedó esperando, escuchando una discusión. Luego vino el sonido de lo que supuso (y luego se lo confirmaron) era un disparo.
— Nada más oigo el disparo, me bajo del carro y Jessica cae.
Fátima gritó, lloró. Entró en crisis. Hay cosas que no entendió porque Jessi cayó boca abajo, luego el hombre subió a la camioneta, manejó de reversa y atropelló el cuerpo herido de su mujer.
Los vecinos del lugar se habían metido a sus casas al ver un arma; cuando el hombre escapó, regresaron, hablaron a una ambulancia, a la policía. Consolaron a Fátima diciendo que todo iba a estar bien, que Jessi iba a estar bien, que lo que siguiera iba a estar bien. Había recibido un balazo de escopeta en el cuello.
En la crisis, después de marcar a la familia y que arribara la ambulancia para auxiliar a su prometida. Llegó Policía del Estado, Municipal y el Grupo de Armas y Tácticas Especiales, GATE.
Un comandante de la Policía del Estado ordenó a dos mujeres policías que la llevaran a dar una vuelta.
— De haber sabido a donde me iban a llevar, no voy.
Era un cuarto donde la esperaban tres hombres, uno de ellos dijo que confesara el crimen. Sacaron un rifle que argumentaron lo habían encontrado en el carro, y con el puño cerrado lo estrellaban en su cabeza. Propinaban pisotones.
— Me decían cosas obscenas. Me decían: Para qué le lloras, si ya está muerta. No querían que llorara porque me pegaban. No querían que gritara, porque me pegaban.
Lo único que alcanzaba a explicar era que fue un hombre de una camioneta oscura, vieja, que parecía de rancho; vestía camisa cuadrada, canoso, de barba. De unos 40 a 50 años. Y andaba borracho.
Después de casi una hora de tortura, la soltaron y pudo ir al hospital.
Jessica Patricia González Tovar, de 21 años de edad, fue internada en la Clínica 7 del Seguro Social de Monclova con una ojiva de bala alojada en la garganta y múltiples fracturas que recibió en el ataque.
Estuvo cuatro días en coma. Fátima susurraba (como Jessi hizo con su tío), muy pegada a su cara.
— Te amo chiquita, apriétame la mano si me escuchas, apriétame con esas ansias con las que me apretabas.
El 29 de Julio a las 16:45 de la tarde, Jessica Patricia, la muchacha de ojos bonitos que conoció en Facebook y besó en el patio de casa de los tíos, dejó de respirar.
— No movía la mitad de su cuerpo. Mi familia me dijo que mejor que Diosito se la llevara.
El asesino de Jessica Patricia no ha sido capturado. Procuraduría General de Justicia del Estado de Coahuila presumen tener un retrato hablado, pero no lo catalogaron como crimen de odio.
La organización Red de Madres Lesbianas en México, envió un comunicado en sus redes sociales donde repudiaron todo acto de violencia lesbofóbica y misógina.
Fátima casi no duerme, a ratos entra en crisis de llanto, ha bajado siete kilos y al aire, donde no habita nadie, reprocha:
— Maldita la hora en que salimos. Solamente dime si te fuiste amándome.
Familiares y amigos no la han dejado sola; ni siquiera saben de dónde o por qué vino el ataque. A veces Fátima quisiera desaparecer, dejar de existir, y recuerda que tiene un hijo de 13 años que Jessi prometió cuidar.
— Estoy atormentada porque digo: No me vaya a perseguir el asesino.
… Casi a diario escribe mensajes a Jessi en el muro de Facebook.
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