Probó las drogas a los 12 años y tiene un año rehabilitado
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A los 12 años, Maximiliamo G. R. probó por vez primera la mariguana y alcohol, siguió con pastillas combinadas con alcohol, hasta consumir piedra y cristal mezclado con metanfetaminas, sustancias que conseguía en cualquier “punto” de la ciudad, principalmente en las colonias del oriente. Robó casas y asaltó a peatones para comprar droga, fue golpeado, violado y dos veces estuvo a punto de ir al penal.
Hace poco más de un año, a los 18 de edad, su madre lo internó en la Casa Blanca Fundación Joven Saltillo, localizada en la colonia Postal Cerritos. Permaneció seis meses en rehabilitación y ahora es voluntario en la casa de apoyo a drogadictos y alcohólicos.
“A nadie le ponen una pistola en la cabeza para que consuma”, dice, al recordar que las amistades lo encaminaron a las drogas y lo justificaba diciendo que le faltaba su padre desde la edad de 8 años, cuando se divorció de su mamá. Ya dentro del programa de rehabilitación se dio cuenta de que el culpable es él mismo. “Si hubiera querido no hubiera consumido”.
Con el cristal o “foco” empezó a los 14 años, primero lo conseguían los amigos y después él mismo iba directamente a los “puntos” a comprar. Ahora, una dosis cuesta entre 50 y 150 pesos, dependiendo del lugar y las sustancias que contenga. La droga la encontraba en cualquier sector de la ciudad.
Lo consumió durante 4 años y las consecuencias físicas las resintió en poco tiempo.
“Una vez me sentía mal, me daban unos piquetes en el estómago, le dije a mamá ‘me duele aquí’, fui a análisis, me hicieron ultrasonido y resultó que tenía hígado graso y los pulmones dañados. Me dijeron: ‘usted tiene el hígado como el de una persona de 60 años’. En mi mente me sentía mal, pero esa cosa podía más conmigo y seguí consumiendo, eso fue a los dos años de consumo y me aventé otros dos años”.
Los pulmones le funcionan al 70 por ciento y el médico le advirtió que debería cuidarse de respirar cualquier aire dañino.
“Yo no quería dejar de consumir droga, pero me tuve que dar cuenta de a dónde me iba a llevar. Nunca se me tiene que olvidar cómo andaba: sufrí una violación, golpes, todo eso me lo busqué yo, la droga empieza a hacer que robes domicilios, asaltos con violencia, me metí en muchos problemas”. Se salvó de ir a prisión en dos ocasiones porque su familia pagó los daños causados.
Viendo su pasado, no desea cometer los mismos errores, vivir en la calle, alucinar y escuchar voces que le ordenaban “¡mátate!”, y lastimar a su familia, por eso, al terminar el tratamiento, decidió seguir como voluntario en la Casa Blanca para ayudar a otros jóvenes a salir de las drogas y el alcohol.
Ingresa los lunes por la mañana y sale los viernes por la noche. Se va a la casa de su madre y de sus dos hermanos, que trabajan y consumen alcohol de manera social.
Recomienda a los jóvenes no caer en la tentación de probar drogas porque no es fácil salir y si tienen problemas de adicciones, solicitar ayuda para rehabilitarse y cambiar de vida.